Bienvenida a las Armas

Poemas 36-40


Nuestra lucha 

El blanco debiera ser la simbiosis, 

todos los colores, todo el sabor, 

todos los credos. El blanco y el rubio, 

como sol, reflejo de firmamentos 

construidos de manos de verdad, 

negadas al miedo y a los no libros; 

los ojos azules en la pureza 

de todo lo por mirar, realzando 

todos los iris de la Vía Láctea y más allá. 

Quizás la historia se repite. 

Me pido que alguien esta vez, 

coloque las doctrinas del derecho, 

para cuando los hitlers del futuro 

se inspiren, sepan leer y sea, 

de verdad, nuestra lucha. 


Odiamos 

Ahorcadas quiero las sogas, 

las pistolas sin tambor 

y muertas de bala, los arcos 

con las flechas hincadas, 

antídoto quiero el veneno 

de la palidez de las rosas, 

los asesinos mancos 

o con el yugo del amor, 

los jueces en ley hermosa 

fusilando al cruel caos, 

y los soldados sin galones, 

tan rasos como señores 

desnudos, frente al amparo 

de los que casi nunca odiamos. 


Disonancias 

Los políticos son directores de orquesta, 

las batutas son porras en redondas, 

que golpean al compás de pentagramas 

donde escriben sus filípicas. Disonancias son 

las barricadas del jazz contra lo establecido, 

radicales de armonías imposibles. El bello canto 

se impone, con los palcos a rebosar 

del reposo de indolencia adormecida. 

Empieza la tonada, sutil y marcial, 

con movimientos fascistoides 

y compases a medio gas, impolutos, 

wagnerianos, y el calderón final 

pilla a todos dormidos y roncando 

fuera de tono. 


Sin mareas 

Quisieron el mar en calma todo el rato, 

sin olas, sin mareas, con sal la justa, 

con los barcos meciéndose sin mareos, 

sin aventuras por narrar, con las islas 

desiertas controladas, sin tormentas 

egocéntricas. Quisieron también 

las botellas sin mensajes, los tesoros 

en sus cuentas suizas, como los relojes 

con que medir la tortura, los piratas 

al abordaje por encargo, las epopeyas 

translúcidas y transoceánicas, 

con las sirenas afónicas y escamosa 

piel que sobar impunes y lascivos, 

y quisieron que no creyéramos

que la fantasía iba a estar de nuestro

lado en el fondo de su culpa. 


Tendríamos 

Tendríamos que atiborrarnos de flores tiernas, 

de niños que creen que Baltasar era negro porque sí, 

de inocencias antes de las multas del existir, de metralla 

pasada por batidoras de cine del malo, donde los buenos 

son un coñazo y los malos son como nosotros, de canallas 

lavándose las manos cuando crucifiquen al mendigo feliz,

 a la normalidad y su látigo de realidades muy de cuerdos, 

y luego, tras la digestión de serpientes robamanzanas, 

vomitarles versos de esperanza en el rostro de sus corbatas, 

encadenarlos a sus mentiras asesinas, con el pecado muerto 

y apestando en sus memorias de políticos del hambre, 

reír de sus intentos de fuga, que no hallen cómodo consuelo 

ni descanso en paraísos ordenados por sus leyes de nadas repletas, 

como lleno está el odio, en nuestro lado, de credos 

con las letras cambiadas al compás de su sarcasmo ámbar, 

nacido con el fin de atragantarnos de artificios de su miedo. 

Tendríamos... y tendremos.