Bienvenida a las Armas
Poemas 46-50
Soneto al Poder
El Poder que gritando se reinventa,
buscando ansia de Dios en cada esquina,
y encuentra la carcoma que alimenta
su pilar anclado en gas de la risa,
se está asustando de los hombres sombras
que, sin bastón de mando, Ser parecen:
verdugos del mañana y el ahora,
circo y pan de los panes y los peces.
El Poder cuyas heces calor dieron,
apesta a prostituta de las caras,
cuyo coño confundió al pobre, ciego
ceniciento violado por las castas
de inútiles burócratas del Cielo,
que prepara el ahora de la espada.
Banderas
Era una guerra la que llamaba;
un grito muy bajito de coronas
purpurinas, un pueblo
en pijamas y otro en vaqueros.
Era el fascismo con los colmillos
nuevos, una bandera, otra,
telas que no abrigan,
un partido de tenis largo,
al mejor matador de cielo raso.
Un sol sobre el mar, lunas
buscan peritos, políticos
en el espejo, barrigas adentro,
quevedianos versos
para la más alta gesta,
tú a cuadros y yo a rayas,
vestidos de fiesta, colores
y atardecer de hienas,
la noche viene, guardianes
de lenguas cortadas,
papeles con que lapidar
a un pueblo, y a otro pueblo.
Aterida de frío, la Historia
va cagando dinero,
tapada de desmemoria
y banderas de invierno.
Alepo
El diablo sí acudió a la cita.
El diablo sí was stoned.
El diablo sí aprecia la vida
y es necrófilo. Cómodo
en su cogorza de sangre,
le da igual el plantón de Dios,
despoja de regazo a la madre
y mata convulso al arrollador
deseo de algarabía en Alepo.
Dios de resaca. Mahoma
narciso, Buda de relleno
y the devil cual carcoma
en el árbol de lo eterno.
Las ruinas en turísticas fotos
de recuerdo de donde
no hay recuerdo, y sí pozos
de albas vomitadas de noche.
Nos condenamos
Nos condenamos
al aburrimiento del narcisismo,
al alimento de los ecos sordos,
al cobijo del sol del verano,
al deseo controlado por la moral,
al miedo de la imagen rota,
al envejecer sin arrugas de la tele,
al morir de la muerte lejos, en vano,
al desquicio de la canción de moda,
al te quiero que ya no conmueve.
Y queriendo resucitar
de esta suerte,
volvimos a la felicidad impuesta,
condena de ser asesinos
juzgados por nosotros mismos.
Las Españas de Machado
Nació la codicia, secando
los pechos de las evas calladas;
dentada, como cancerbero
a las puertas del infierno
donde invitarnos a chupitos
de la sangre de los pobres
de sueños. Creció fuerte,
con la quijada en la mochila,
aprobando por decreto la magia
con truco, la esperanza podrida,
las corbatas como sogas
para ahorcar a los pusilánimes.
Aparecieron cuerpos en cunetas,
por donde las apisonadoras
del destino que mata suave
engalanaron el camino a toda
jaula revestida de principios
cainitas. Y aplaudimos,
borrachos ante espejismos
de arco iris, celebrando
el pelotón de leyes mordazas
que nos dispararían sentencias
por eructar fuerte y maloliente.
El gris de la esperanza
tomaría las avenidas de cristales
rotos, y a la iglesia de su dios
fuimos, descalzos,
con los zapatos en la mano,
la libertad muerta en las noches
de guerras inciviles, adormecida
por el opio del fútbol, fallecida
por la codicia de las hienas
codiciosas, y nos regalaron
el gas de la risa que nos hizo
buenos y tiernos. El águila
sobrevuela, soberbia,
las españas de Machado.