El Cabo Suelto de Dios
19
Llegó el alba y no fue hasta las seis y media de la mañana del jueves cuando se retomó el dialogo entre aquellos hombres, extrañamente a lo que se pudiera pensar sería David quién con su conversación por teléfono dio por terminado el sueño en los demás, salvo en Zacarías que regentaba el turno de guardia. Y es que llevado por unos nervios tempraneros daba grandes voces casi mordiendo el auricular del aparato telefónico.
- ¿Cómo que desayunando?, señorita yo sólo quiero saber si su compañía vuela a Samarcanda, Samar... y si es así, cuando.... ¡¡limpiadora!! - exclamaba David colgando desesperado, marcaba de nuevo el número de la centralita del aeropuerto.
Al cabo de quince minutos la casa recobraba movimiento y todos se encontraban escuchando la conversación de David que hablaba ya más pausadamente pero con gesto de preocupación.
- Vuelos a Samarcanda no hay, ni habrá en una semana; a Dusambé en Tayikistan tampoco, que está más cerca que Taskent, en otro país pero con aeropuerto. Ahora mismo tenemos a Arab Line que vuela todos los días mañana y tarde a Teherán, lo más cerca, a más de dos mil kilómetros y un país por medio; para hoy existen dos plazas libres en el vuelo de la tarde y, hemos tenido suerte, para mañana en el primer vuelo y debido a la anulación de un congreso podríamos volar el resto - informó al grupo esperando una respuesta que dar a su interlocutor.
- Viajamos siete, Zacarías quedará aquí con Hammed por ser quien alquiló la casa, reserve los dos vuelos de hoy y cinco para mañana - indicó Shalmed - intentaremos coger un vuelo desde Teherán.
Así lo comunicó al empleado de la compañía que tras una corta conversación comenzó a alterar el tono de voz del profesor. Deberían personarse en el aeropuerto si la reserva se realizaba en efectivo, tras llegar a un acuerdo transitorio con el empleado le aseguró que en tres horas estarían allí y él les reservaría las plazas por ese tiempo; David le prometió una jugosa propina.
Acordaron pues que irían Hassan y Salim en el vuelo de la tarde con objeto de preparar e informarse para su desplazamiento a Denov, allanando el tiempo para cuando el resto del grupo llegara al otro día; Theodor iría con sus dos hermanos al aeropuerto a retirar las reservas y volver con ellas a la casa. Los dos hermanos partirían hacia Teherán y adelantarían los preparativos del viaje buscando un vuelo a alguna ciudad cercana a Denov directamente en el aeropuerto de Teherán. Los amigos dispondrían de otro día tranquilo en el que conversar con el hombre del desierto.
- Shalmed ¿retendrá usted a Hammed por mucho tiempo? - preguntó Albert una vez que los hermanos partieron y se encontraban descansando tras desayunar.
- Hasta recuperar el libro, no podemos arriesgarnos a que ponga en alerta a su hermano, y desde luego no podemos matarle.
- ¿Puede salir de la habitación, no?, no ha salido desde ayer y de muy temprano comenzó a rezar hasta ahora que todavía sigue.
- Es él quien no quiere salir, a nosotros no nos importa cómo puede usted imaginar. - respondió paciente Shalmed, sabedor de la maldición que sufría el presidente del Foro Islámico e ignorada por sus contertulios.
- Hay otro tema que me preocupa, entrar en Irán y lo demás países no es tan fácil como en Siria, al menos para dos pasaportes Israelitas.- comentó David que ignoraba todavía qué documentación tendrían unos nómadas del desierto para moverse entre países, claro que con eso de que 'no se les cerraran las puertas' lo tenían todo arreglado.
- No deben preocuparse por ello - dijo sonriendo dejándolos solos.
El salón lucía como cuando llegaron, nada indicaba la excitante noche anterior, no había rastro del que fue para Albert el mejor momento de relax de su vida. Todo ordenado fríamente volvía al profesor a la realidad, David tenía que saber lo que él sabía. Se quedó dormido el muy holgazán. Algo irrepetible, aunque suspiraba porque no lo fuera. Se lo perdió por imbécil.
- David...David, ayer lo arreglaste - recriminó Albert.
- Ayer me quedé dormido, eso es todo, estaba muy cansado, tú sabes el día... - se defendió como pudo de la reprimenda de su amigo.
- Pues te perdiste lo mejor, pero vaya...de lejos, ¿te acuerdas de cómo empezó todo?, ¿no?
- Como no me voy a acordar de todo... de todo hasta que mojé el dedo en el aceite y lo chupe y... hasta esta mañana que 'me he levantado como un caballo'. Aquello era lo que era ¿no? - preguntó a sabiendas de que aquel aceite lo tumbó.
- Pues sí, y hay más, pero que mucho más. - admitía un satisfecho Albert, que sentía algo así a lo que siente un niño cuando sabe un secreto y nadie más lo sabe. Y estaba ansioso por contárselo a su amigo.
Mientras lo hacía a David se le abrían más los ojos, aunque nada comparable al relato de Shalmed, Albert le hizo un resumen de amigo; que no se hubiera quedado dormido. Con todo y con eso, David sonreía de lo lindo, no tenía el ambiente pero sí la información, si hubiera otra oportunidad juró no volverse a quedar dormido. Le hacía gracia el tema.
- ¿Médico?, ¿de qué?, ¡a ver!, si lo miras de un lado pues sí, si lo miras de otro pues no. Poseía una medicina milagrosa y la vendía, bien, pero sabemos que eso no cura, mitiga dolores y demás, no sé, pero curar no cura. Si encima es un estupefaciente que se sabe dañino. Que nos queda,... un farmacéutico aprovechado con buenas o regulares intenciones..., o un traficante, un narco, que tú sabes que eso deja pasta. Sea como fuera, la idea de vender el aceitito es todo un acierto. Mitiga dolores, calma, te serena, para mí todo bueno, ¡eh!, no seré yo el que le ponga faltas.
Y así de simple se quedó y tan a gusto, y no sería Albert quién le contradijera, él lo habría dicho de otra forma pero con el mismo fondo.
- David, fuera bromas, - y ahora hablaba en un tono más serio - tú sabes que toda empresa grande o pequeña no se sustenta sola. La de Jesús, menos; un empresario de nuestro tiempo, listo, emprendedor, sólo necesita un empuje económico inicial, una inyección de dinero para empezar a crear más dinero, si el tío es bueno, y Jesús lo era,... por lo que se ve, todo un genio. El dinero compra voluntades, ciega al propio dinero. Con dinero todo es posible en este mundo material. Si Jesús lo tenía, no le interesaba que nadie lo supiera, pues si no tienes nada, lo material que surja de ti será un milagro, y eso era lo que él quería que creyeran.
Esto empieza a tener color, y no me gusta, me entristece comprobar en Jesús al primer charlatán, muchos se alegraran al darse la razón; si es hoy en día y la gente se deja engañar por sectas y organizaciones de tres al cuarto, qué no se podría hacer con las gentes de entonces con inteligencia y dinero; su mensaje no es malo, es el acertado, bien se cuidó de que así lo fuera, pero sentamos la duda de si era el Hijo de Dios, o el Hijo de Una Madre muy listo, extremadamente inteligente y pobre.
- ... están los terremotos...- dijo David, calló durante un instante - ...y esta gente.
De una manera u otra la intervención de Dios rodeaba a Jesús. Eso que les hacía pensar hasta donde llegaban los engaños de éste y dudar de si algún milagro verdadero se daría alrededor de su persona.
Durante la mañana Shalmed los invitó a dar un paseo, caminaron como unos turistas cualesquiera por las inmediaciones de la casa dentro de aquel impresionante recinto turístico de chalets dispersos; todos con piscina, algunos con pista de tenis; lo que llevó a los dos amigos a preguntar a Shalmed sobre la cuestión económica, lo que parecía no era problema a la vista de los acontecimientos; éste les informó que aparte de guardianes del libro eran guardianes del tesoro Toloméico; oro y joyas recopiladas en ingente cantidad durante dos mil años por sus antepasados; resaltando varias piezas de oro entregadas por el propio Jesús a Tolomeo resultado del "Botín de Cristo" como él lo llamaba; desde hacía varias décadas una parte ínfima de ese tesoro se cambió poco a poco en dólares americanos que viajaba con ellos y que sumaba una cantidad en efectivo cercana al millón de estos dólares. Lo cual hizo que la expresión de la cara de David se tornara en rasgos de sorpresa y envidia, el dinero en otros siempre marca una quemazón de envidia.
En esto Shalmed comunicó a sus recientes amigos que sus hijos habían retirado ya las reservas de avión y que Theodor ya regresaba; como siempre y como reacción a cualquier manifestación de los "privilegios" de estos hombres Albert y David se miraron. Asimismo les contó que otro de los documentos que custodiaban, aparte de los libros de Jesús y Tolomeo de Bari, era una especie de recurso que Tolomeo presentó a Pilatos abogando por la liberación de Jesús apoyado en su locura y falta de razón; con el sello de Pilatos y la desestimación de éste escrita de puño y letra del propio gobernador romano; se trata en realidad de una carta de ruego y clemencia que Tolomeo hizo llegar a Poncio Pilatos a través de un ex-alumno romano suyo y que en ese momento servía a las órdenes del jefe militar, la carta le fue devuelta a Tolomeo con la inscripción "No es Cesar quien condena" y la marca impresa de su anillo. `Otro documento histórico de incalculable valor` pensaban los dos amigos, que mascaban los segundos al lado de Shalmed en espera de datos tan interesantes como todos los descubiertos en estos últimos días; se saciarían.
En el tranquilo pasear, bajo la sombra de grandes árboles que delimitaban aquella bonita alameda, les siguió contando que Tolomeo tras el encuentro con Jesús la noche del prendimiento sabía de las intenciones suicidas de éste y que sin duda, su condena a muerte debería venir de manos romanas; se acordó de Flavio Dante, un antiguo alumno del cual recibió una carta no haría más de un mes donde le comunicaba su deseo de verle, pues acababa de ser destinado a Galilea bajo mando y en colaboración del gobernador romano de la región. Tolomeo le escribió:
"En clemencia al Cesar, Gobernador en Jerusalén Poncio Pilatos, se busca el fin de un loco, la muerte no es castigo al hombre que su razón abandona, mayor prueba de su locura que la de proclamarse Dios es la de entregarse a la muerte a voluntad propia, condenar a Jesús de Nazaret es tomar en seriedad lo absurdo; os pide sabia decisión Tolomeo de Bari, maestro en las filosofías, astrónomo y químico servidor directo del Cesar durante años en disfrute de su gracia".
- Selló el trozo de pergamino con un anillo que el propio Cesar le había regalado en gratitud por sus fieles servicios y que contenía la insignia del Emperador y era en este anillo donde Tolomeo puso toda su fe para salvar la vida de Jesús.- explicaba Shalmed.
- Estaban entre la turba del juicio y con grandes voces logró llamar su atención llamándolo `Flavio Lanzador` pues así era como lo llamaba cuando en los descansos de los estudios se dedicaban al juego de pelota. Flavio prometió entregar la carta a Pilatos lo que ocurrió una vez finalizado el juicio popular al cual fue sometido Jesús. En deferencia al sello con el escudo imperial, el mismo Poncio Pilatos escribió la sentencia de respuesta en la misma carta, ordenando a Flavio Dante que se encargara de su devolución; esto provocó en Tolomeo el desánimo y la tristeza pues quería a Jesús como a un hijo, no en vano lo había criado. Acompañaría a Jesús hasta el momento de su muerte.
Albert y David se miraron sin mediar palabra y el silencio los acompañó hasta su llegada a la casa que se hallaba próxima al término del relato; podrían reescribir la historia si Shalmed aportara las pruebas y conocimientos que en su poder tenía, algo que intuían no pasaría jamás.
A su regreso Zacarías había dado de comer a Hammed en su habitación, Theodor no había llegado todavía y Zeb estaba durmiendo, de hecho no había dormido en toda la noche. Acordaron comer y descansar todo lo que pudieran ya que a su parecer les esperaban jornadas muy duras. Momentos antes de recogerse en sus cuartos llegó Theodor con las reservas del vuelo y el coche lleno de comida hasta arriba, Zacarías no tendría que salir de la casa en un mes si quisiera.
Una vez en su cuarto, Albert y David no pudiendo conciliar el sueño comentaban los relatos de Shalmed y la información recopilada.
- A mí lo que más me ha impresionado ha sido lo del "botín de cristo" - decía David - joyas de dos mil años pertenecientes a Jesús de Nazaret, ¡joder!, ¿qué vale eso?
- Pues a mí lo que me pone nervioso es que si Flavio hubiera entregado la carta a Pilatos antes del juicio popular, éste en respeto y obligación ante un sello imperial no hubiera mandado ejecutar a Jesús,... y ¡a ver el cambio! - decía medio en serio medio en broma Albert.
- ¿Y dónde estamos metidos, 'Al'? Damasco, mañana Teherán y más allá, con el miedo que me dan los aviones.
- A mí me dan miedo los campamentos de entrenamiento de terroristas islámicos.