El Cabo Suelto de Dios

25

Doblaban las mantas y recogían en silencio. Reanudaron el viaje a la luz del alba. Hassan no había dormido en toda la noche por no despertar a sus hermanos, dormiría en el trayecto que les quedaba hasta Denov. Los amigos parecían dormidos de pensativos que iban rumiando lo de la noche anterior.

El trayecto final lo hicieron de un tirón. Sólo pararon para llenar el depósito de gasolina, un leve accidente de otro vehículo en la carretera los retrasó dos hora pues ayudaron en su solución; entre todos sacaron una furgoneta muy parecida a la suya de una gran zanja en la que se había metido al lado de la carretera, todo apuntaba a que el conductor se quedó dormido un momento y no pudo evitar el salirse y encallar.

La distinguirían al anochecer del lunes, acordaron de dormir allí mismo dentro de la furgoneta, al alba entrarían y abordarían la ciudad a la primera señal de actividad.

Ésta era una ciudad mediana, de marcado carácter soviético, pero como toda ciudad pequeña de Uzbekistán era un pueblo enorme. No importaba, la rastrearían palmo a palmo si fuera necesario. Debían encontrar al contacto de Dralic y hacerle hablar. Esaben Mulaini era el hombre a encontrar en Denov. La ciudad y el país no habían sido elegidos al azar por éstos; el Movimiento Islámico de Uzbekistán, antiguo aliado del gobierno talibán de Afganistán, volvía a activarse tras la interferencia de Estados Unidos en el país vecino. Desde allí, el campamento de Dralic estaba a un paso de la zona conflictiva y además, encontraba refugio entre los recovecos del enorme macizo montañoso que se alzaba en el horizonte y que se extendía hacia el Este.

La actividad empezó aún de noche.

Al alba, Hassan aparcó en una plaza colindante a lo que parecía un enorme mercadillo campesino; decenas de burros llegados durante la noche se identificaban a lo lejos atados por grupos a unas grandes estacas clavadas en la tierra. Denov era el núcleo urbano más grande en muchos kilómetros a la redonda y los mercadillos de los martes en la zona sur era todo un acontecimiento, aquellos burros que seguían llegando servían sin duda para transportar las mercancías de decenas de campesinos de las zonas rurales a la ciudad. Muchos se vendían.

Los ropajes de los hermanos ahora pasaban más desapercibidos; Denov y una extensa zona de siembra al sur de ésta se encuentra rodeada de desierto por todas partes destacando una gigantesca cadena montañosa al noreste. Acordaron dividirse en tres grupos, Hassan y Salim por una parte y Zeb con Theodor por otra buscarían la tienda del viejo Esaben.

Shalmed, Albert y David buscarían un hotel o pensión para pasar esa noche; estos últimos dieron con su objetivo antes que los hermanos con el suyo. Encontraron uno sumamente acogedor próximo al centro pues hacia allí se dirigieron para comenzar las pesquisas. Registraron a nombre de David cuatro habitaciones, una para Shalmed, dos para los hermanos y una para los amigos. Cuando estaban dando el visto bueno a las habitaciones de la pensión Shalmed les comunicó que Hassan tenía una pista.

Preguntar en el casco antiguo de Denov por Essaben Mulaini era como preguntar por unos conocidos grandes almacenes en cualquier ciudad europea, todos te indicaban hacia dónde dirigirte. Así que al cabo de un rato, mientras deshacían su pequeño equipaje, Shalmed golpeó en la puerta de la habitación de los amigos.

Shalmed dijo: Hassan va a abordar la tienda de Mulaini.

Así era, no les costó más que preguntar en una especie de bar de una de las calles principales para que le indicaran la tienda de Esaben Mulaini; de hecho, su nombre coronaba el viejo portón de entrada a ésta; era una edificación de barro de tres plantas, a la tienda se accedía bajando un par de escalones. En acuerdo telepático con Shalmed se decidió que fuera Hassan el encargado de sonsacar a Esaben la localización del campamento; antes de usar la violencia, tiraría de "privilegios".

Tras bajar los dos altos escalones, se accedía a un pequeño recibidor cuya entera parte izquierda era la entrada a la tienda, de tres plantas girando alrededor de un patio cuadrado, todo se encontraba lleno de alfombras, piezas de cerámica y de cuero que colgaban de cada planta hacia el patio; de planta a planta se accedía mediante una estrecha escalera, estrecha incluso para una sola persona; en cada planta, tres o cuatro pequeñas habitaciones ofrecían sus productos hasta el techo. Hassan se encontraba en medio del patio esperando que alguien apareciera por allí cuando de la segunda planta asomó la cabeza de un hombre de rostro arrugado cubierta con un paño blanco.

- Mire, mire cuanto quiera, todo es barato y bueno - gritó el viejo - ya bajo.

Hassan alzó la cabeza al oír el saludo.

- ¡¡Alá es Grande!! - gritó aún más el viejo - ¡Shamir! ¿Cómo tú por aquí?, ¿escapaste?, sube, mejor cierra la puerta y sube, ¡oh! ¡Shamir!, que gran alegría.

Hassan subió por la estrecha escalera hasta la primera planta donde Esaben Mulaini le esperaba, cuando lo tuvo cerca no pudo más que abrazarle con los ojos humedecidos en lágrimas.

- ¡Oh Shamir!, Alá no me dio hijos y quería quitarme a mi querido sobrino, tendrá que esperar Alá - decía riéndose a carcajadas desafiantes - ¿cuándo escapaste de los judíos?, ¡eh! bribón, cuéntame; ¿lo sabe Dralic?

Hassan no tenía ni idea de lo que aquel viejo le preguntaba, pero en su misma palabrería le daba la llave de la conversación, sobre todo cuando le había puesto en bandeja a Dralic.

Se había convertido a ojos del viejo en su sobrino terrorista, escapado de alguna cárcel en algún sitio bajo mando Israelí; a partir de ahora tendría que medir sus palabras, en estas gentes la desconfianza es virtud y aun palpando el fuego, desconfiar de encontrarlo caliente hasta quemarse.

- No, no lo sabe, quiero darle una sorpresa, escapé hace dos semanas, es largo de explicar pero me hirieron en la fuga y he estado recuperándome, me alegro mucho de verte, E... Tío - dijo Hassan.

- Oh Shamir cómo me alegra que me llames 'tío', ¿te han torturado esos puercos judíos?, ven, tomemos té - decía Esaben mientras una niña dejaba en una mesilla una bandeja con dos vasos llenos hasta arriba de caliente té con menta - eres un héroe ¿lo sabes?, un mártir, ya te dábamos por muerto.

- Debo ver a Dralic - empezó a decir Hassan tras un sorbo de té - es importante, tengo información muy importante, vuelvo al trabajo y conozco la forma de hacer daño..., mucho daño a los hebreos.

Eso era lo que Esaben Mulaini esperaba oír de un guerrero de Alá que además era de su sangre, recién escapado de la muerte y queriendo volver a ella, - ¡Alá es Grande! - decía el delgado y desdentado viejo mirando el desconchado techo de barro de su oscura tienda.

- Esta semana, la que viene y posiblemente la siguiente estén en el Morro del Lagarto, después sus hombres se repartirán por sus respectivos países y él volverá a esconderse a Teherán hasta el próximo envío de hombres; no podré acompañarte a las montañas, sabes que mientras Dralic esté aquí no puedo moverme de la tienda, tú sabrás llegar, te haré un plano, es un lugar nuevo de entrenamiento, los valles del oeste ya no eran seguros, te conseguiré un caballo - parloteaba con cierto grado de nerviosismo.

- No hará falta, compraré uno en el mercado; de hecho quiero salir esta misma noche, un compañero de fuga me espera allí con mi pequeño equipaje - dijo Hassan evitando la posible invitación del hombre a pasar la noche en su casa.

- ¿Cómo?, ¿no te quedas esta noche aquí?, trae a tu amigo, os quedareis esta noche en mi casa, seguro - insistió el tío de Shamir.

- No..., es máxima la urgencia y todavía quedan bastantes horas de luz, a mi vuelta pasaré por aquí y charlaremos - sentenció Hassan.

El viejo Mulaini dibujó un plano de las montañas bastante acorde con su habilidad y con siete rayas y tres cruces encaminó a Hassan hasta el Morro del Lagarto; luego se lo dio a éste que agradeciéndolo se dispuso a salir de la tienda.

- Avisaré a Dralic de tu llegada con la paloma de esta tarde - indicó mientras salía- no querrás que te peguen un tiro cuando aparezcas ¿no?

Era lo lógico, así que Hassan asintió, retener a Esaben no parecía buena idea ya que la comunicación con palomas parecía un hecho diario y obligatorio por la forma de decirlo del viejo; seguramente se enviaba palomas a diario incluso habría días en que enviara dos, una en la mañana y otra por la tarde para la comunicación de normalidad y de cualquier otra cosa. Así se venía haciendo desde hacía décadas y las tecnologías no iban a cambiar el procedimiento del viejo que disponía de palomares diseminados por toda la región; así cuando Dralic decidía cambiar de posición su campamento siempre tenía uno que le viniera bien; asimismo también tenía a diez desdichados cuidando de ellos durante todo el año; como todo bicho viviente con hogar, se vuelve a éste si es seguro y está en mínimas condiciones, las palomas gustan de ello también. Las palomas mensajeras recorrían grandes distancias en poco tiempo, perfectas para la comunicación en el desierto donde la falta de infraestructuras impedía la llegada de las nuevas tecnologías, y más en esa parte de Uzbekistán.

Obligarle a seguir mandándolas bajo vigilancia no parecía solución con un viejo fanático extremista amante de las palomas mensajeras; cualquier señal en el mensaje los delataría, incluso podría ser la misma paloma, una que apareciera y que tuviera por nombre 'problemas'.

Esto pensaron Shalmed y Hassan en comunicación permanente y éste salió de la tienda dirigiéndose calle abajo hacia la pensión junto con Salim. En ese momento Zeb y Theodor se encaminaron hacia el mercado, no les sería difícil encontrar cinco caballos; pues ese, y otros, era el objetivo de los cientos de personas que se encontraban en el mercado.

A los cinco minutos de salir Hassan de la tienda del viejo Esaben Mulaini, una paloma arrancaba el vuelo desde su azotea y ponía rumbo a las Montañas del Chash, seguramente al Morro del Lagarto.

Tenían un hotel y...cuarto de baño. Los dos profesores se dieron un gran baño en agua caliente, la dueña de la antigua pero encantadora pensión-hotel les proporcionó unas túnicas de lino bastante elegantes y cómodas, iban acompañadas de un recado de Shalmed; les esperaba para cenar en su habitación, la más grande, y rogaba que se las pusieran. Esto encantó a los dos amigos que se prepararon enseguida, seguramente tendrían la posibilidad de escuchar más sobre las historias que Shalmed guardaba en su cabeza, aunque ambos desestimaron una noche de Kan por tratarse el día siguiente del día en que saldrían a dar caza a Dralic Burkausi.