El Cabo Suelto de Dios

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Juzgué su comentario enmarcándolo en la situación en la que nos encontrábamos pero aquello me conmocionó más si cabe; nunca me había dicho eso al referirse a Jesús; algo me pellizcaba el estómago, yo había mantenido relaciones con ella por aquel tiempo; me iba para Egipto y creía estar enamorado, ella me quería a mí más de lo que yo a ella. Éramos jóvenes; pero Jesús no podía ser mi hijo físico. Aunque así lo creyera María. Pensaba que me lo decía de forma espiritual; en verdad yo llamaba a Jesús muchas veces 'hijo mío', pero era del aprecio que le tenía pues lo consideraba como tal.

Ya hablaría de vuelta a Nazaret con ella; haríamos juntos el camino de regreso.

- ¡Ahora impera salir de aquí!

De esta forma tan brusca Pedro se puso a ordenar a los demás; todos recogían lo que veían; Santiago y Andrés montaron en un carro que tenían preparado a Magdalena, que seguía dormida como un tronco. Los demás recogían los restos que quedaban que no eran muchos. La olla con el cocido y poco más.

Todos se irían de allí. Juan, Mateo y Simón Zelote se quedarían a limpiar los restos del fuego; estos últimos marcharían a caballo, Juan vigilaría escondido la reacción de los legionarios al despertar. Cuando salí de allí Jesús aún era un gran trozo negro de carbón. Antes de salir del patio miré hacia atrás, sólo vi la silueta redonda del crematorio de Jesús al blanco reflejo de las estrellas; hacia donde se dirigía la cortina de humo blanco con olor a lavanda y romero.

Todo había terminado, o eso parecía. Quedaría un pequeño detalle.

Pedro me dijo que pasaría la noche con él en casa de un amigo; descansaríamos hasta la hora de la reunión definitiva. Dormí hasta casi las tres de la tarde.

Era un día aciago para mí; no tanto como los recién vividos pero sin duda amargo; me despedía de aquellos hombres que por un motivo u otro terminé respetando. Para algunos aquello era sólo un negocio; para los menos, enseñanzas; para otros, venganza y al menos para uno fue amor verdadero.

El fin perseguido fue el correcto y no está en mi mano juzgar los medios.

Almorzamos y partimos hacia la casa de reunión; también de José de Arimatea, grande, a las afueras de Jerusalén pero cercana a ella, en el lado opuesto al sepulcro. Cuando llegamos estaban todos, no faltaba nadie, de hecho Pedro los citó a todos media hora antes de la que tenía prevista para dar tiempo a posibles imprevistos.

La casa tenía un amplio salón con chimenea donde todos se alojaron cómodamente. En el lado izquierdo del salón había decenas de sacos de cuero perfectamente cerrados, en su interior oro. A la derecha diez grandes baúles perfectamente cerrados almacenaban las pertenencias que guardaré toda la vida. Entramos y nos sentamos.

Entonces me di cuenta de que todos estaban sentados en el mismo orden que en la cena de Jesús, pero sin túnica. Así, distribuidos por los diferentes sillones del salón se encontraban de izquierda a derecha a Bartolomé, Felipe, Juan, Santiago El Mayor, Andrés, Pedro, Mateo, Tomás, Simón Zelote, Judas Tadeo y Santiago El Menor. Se los hice saber por si era un código o algo parecido y todos empezaron a reírse; me explicaron que simplemente se sentaron así la primera vez, la reunión fue tan larga que terminaron memorizando el lugar de cada uno. Jesús pensó que así nos sentaríamos para facilitar las reuniones. Y en este orden nos sentamos siempre. Entonces me senté al lado de Santiago El Menor, en el lugar de Judas Iscariote. Rieron y en ese momento Pedro me dijo: 'ahora sí eres uno de los nuestros, ocuparás el sitio de Judas; ya se nos ocurrirá algún nombre por el que te conozcamos; no te extrañes, algunos de los nuestros son inventados; así lo quiso Jesús. Se me ocurre 'Matías'.

Entonces entró Magdalena y otra mujer que reconocí ser la que nos siguió, hasta ahora sólo había reparado en ella siguiéndonos cuando trasladamos el cuerpo pero nos estuvo acompañando durante todo el día de ayer, era como una silenciosa sombra detrás de María. Cuando me vieron me sonrieron las dos. Nos traían bollos y leche.

Pedro comenzó a hablar:

Empecemos - dijo con voz autoritaria - no hay mucho que decir, todos escuchasteis a Jesús, aquí está el dinero en ciento veinte sacos; cada saco contiene oro y joyas; Mateo, Tomas, Felipe y yo hemos repartido las riquezas por igual en cada saco todo lo bien que hemos podido. Cada uno cogerá diez sacos; la parte de Judas me la quedaré yo para pagar las deudas pendientes, tal como indicó Jesús. Que cada uno haga lo que desee con el dinero ateniéndose a las reglas dictadas por Jesús en la cena. Los demás estaremos pendientes periódicamente de que esto se cumpla. Me mandaréis vuestras localizaciones tal día como hoy de cada año. Yo os remitiré la mía, me aseguraré de no quedar desconectado de ninguno de vosotros; de todas formas las direcciones anuales que me enviéis serán remitidas a Tolomeo para su custodia, yo me quedaré con la copia que destruiré de año en año.

Dicho esto tomad cada uno las cintas de tela del color de vuestra túnica y atad los sacos que os vais a llevar. Los que queden sin cinta serán los míos.

Todos estaban alegres y sonrientes cuando se levantaron, era la primera vez que los veía sonreír. Marcaron los sacos con las cintas, cada uno el que quiso, así aseguraban la equidad en el reparto; si bien por mero carácter organizativo existía una jerarquía en la cual el líder indiscutible era Jesús, ésta se diluía en el reparto de los beneficios y siguiendo las doctrinas de la Fraternidad, todos eran iguales en su seno. Volvieron a su asientos hablando entre ellos distendidamente, bromeando incluso.

-Ahora debo leer una carta de Jesús.

Todos callaron al momento, levantándose dijo:

"Amigos, si leéis esto es que habré muerto. Si Pedro hace lo que le mando cada uno tendréis diez sacos de oro con su color y una sonrisa de oreja a oreja, no os avergoncéis pues habéis trabajado duro. Sé que alguno de vosotros sólo está conmigo por dinero, cada uno sepa; otros por amor, alguno hay que creen en mi fin, otros por odio. Nunca os he comentado porqué estoy yo.

Por ser hombre y padecer el sufrimiento de la razón, de la inteligencia, del conocimiento. Si a la fe se llega con fe y eso no es alterable yo haré que la razón la domine y doblegue, la manipule. Desde siempre la inteligencia del hombre ha hecho bailar a las creencias a su alrededor. La fe es miedo, es el miedo a la muerte y la razón la aprovecha a su favor. Siempre ha pasado y siempre pasará.

Por vencer a la violencia con el amor; a Roma no se la puede combatir con violencia, pues responderá con más y mayor; pero sí con el amor y la fraternidad. No dudéis de que si nuestra semilla germina, esta acabará con el imperio romano. No podemos permitir el mundo de esclavitud que representa.

Por enseñar y educar, por hacer ver que la razón a las órdenes del sentido común es el camino del hombre. Hacer ver que el saber es vencer, que el que no sabe no se defiende y será dominado. Si el saber es la cultura, ésta lo es todo. Hay que instaurar la formación de las mentes; en todos, sin diferencia.

Ahora gastad bien el dinero y sed generosos con los necesitados, recordad que vosotros lo fuisteis y os recogí en mi seno. Recoged en el vuestro a los demás y repartid vuestra sabiduría. Fundad mi iglesia. Si tenéis alguna duda responderos las palabras 'con amor'. No hagáis nunca daño, el menor es irreparable. Ayudad al prójimo. Amaros los unos a los otros como yo os he amado. Sed amigos de vuestros amigos y clementes con vuestros enemigos.

Si alguien duda de mis medios decid que pagué con mi vida ese remordimiento.

El mundo que os dejo es un mundo mejor si seguís mis enseñanzas.

Enseñad amor y paz que es lo que la razón del ser humano aconseja.

No quiero destacar ningún nombre en esta última carta pero estoy obligado.

Tolomeo, sé indulgente con María, así lo haría mi Padre.

Esto es lo que os pido, os queda la última etapa, es imprescindible. Sin ella no hay nada.

Os querré siempre."

Es palabra del Hijo de Dios. - dijo Pedro.

Todos tenían los ojos encharcados en lágrimas. Yo también.

Mi nombre es el único que aparece en la última carta de Jesús y además hace énfasis en ello. Y el mensaje es claro. 'Debo hablar con María'. - pensé, pero ahora no era el momento.

Pedro siguió hablando; bueno ahora vas tú Tolomeo. Ya supondrás que todo lo que hay en esos baúles es tuyo,- me dijo señalándolos - debes custodiarlo por siempre; tú y luego los que tú designes. Nosotros seguiremos mandándote documentos nuevos que surjan, nosotros y nuestros descendientes. Estaremos en contacto permanente por siempre. Asentí con la cabeza y quise hablar.

Me levanté y dije:

- Nos conocemos desde hace poco y durante poco tiempo; no niego que la idea que tenía de vosotros difería de la que tengo ahora. Como importa la de ahora, me alegro de pertenecer al grupo. Depositáis en mí vuestro trabajo y vuestra propia seguridad por orden de Jesús, en el futuro haré todo lo posible para que depositéis vuestra confianza en mí por mí. En mi casa no se os cerrará ninguna puerta.

Me senté.

Todos aplaudieron y vitorearon silenciosamente. Mateo se levantó y dijo:

- Jesús me dejó el manuscrito del proyecto tal cual debe ser conocido. Pasaré un mes con cada uno de vosotros. Os lo memorizaréis en ese plazo. Y contaréis de memoria lo pasado...

- Pues Santiago necesitará dos meses - interrumpió Judas Tadeo.

Por la ocurrencia y por venir de quien venía todos explotaron en risas liberando de un golpe la tensión acumulada hasta ahora, no paraban de reírse; Santiago el que más fuerte reía. Yo me sonreía también. Pasados los efectos de la risa todos empezaron a beber leche y comer bollos; hasta ahora nadie los había probado.

- Vamos tragad ya... que esto es importante - decía Mateo intentado volver a la reunión, nadie le hacía caso. Ni siquiera Pedro que le pegaba puñetazos en el brazo a Santiago por encima de Andrés. Todos necesitaban liberar energía positiva.

Cuando se tragaron la comida con un buche de leche Mateo prosiguió.

- Esta parte es delicada y muy importante. Hablareis de memoria, así lo quiere Jesús. Alteraréis muy levemente las historias sin tener constancia de ello. Bien por olvido o por no expresaros correctamente. Tengo el encargo de Jesús de escribir mi propia versión dentro de unos años, ya que os la enseñaré a vosotros y si la realizara pronto sería copiar la de Jesús. Sin duda Jesús creía que alguien algún día escribirá sobre nosotros; pues bien lo que escriba debe salir de aquí.- dijo blandiendo el grueso rollo de pergamino como hizo Jesús.

No quiso extenderse más pues pensó que sus exigencias habían quedado claras. Nadie contará nada que no esté aquí escrito; nuestro pasado real se borrará de vuestras mentes en cuanto os aprendáis esto. No alarmaros dijo mirando a Santiago y sonriendo, no es difícil, es lo que hicimos pero censurado. Todos lo recordaréis bien, es nuestra historia sólo que con otros detalles, detalles sutiles pero importantes; muy importantes.

- Bien, tengo mi copia, y cómo dijo Jesús, entrego en mano el original a Tolomeo.

Y diciendo esto me dio el oscuro rollo de pergamino, yo asentí con la cabeza recogiéndolo.

Lo de 'cómo dijo Jesús' lo diría con cierto desaire, yo no le caía bien, si por él fuera no me la hubiera dado.

- Si algo se olvida se os comunicará - sentenció Pedro, ya con porte serio pareciendo que daba por concluida la reunión.

Todos callaban y me extrañé.

Entonces Pedro recordaba que faltaba algo por hacer.

- Bueno, prepararemos lo de esta noche - dijo.