El Cabo Suelto de Dios
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Ganas les quedaban pero no volvieron a ver el Libro.
A la mañana siguiente, durante el corto trayecto que les separaban de Qarshi, Shalmed les informó que se separarían en el aeropuerto de éste, si tuvieran suerte con los vuelos, esperaban que los problemas que se les presentaron en la ida, no se repitieran en la vuelta. Debían volver con sus familias al desierto y éstas se habían refugiado bastante lejos de Israel. Zacarías aguardaba instrucciones en Damasco dejando en libertad a un viejo Hammed.
El pequeño aeropuerto, un gran edificio rectangular con grandes cristaleras que daban a las pistas, se encontraba medio vacío. Se distinguía una hilera de aviones aparcados a la izquierda de las pistas. Enseguida Zeb, Theodor y David se dirigieron a los departamentos de las compañías aéreas. Recababan información en cada una de ellas, luego sopesarían las opciones.
Afortunadamente había varias ofertas que les convenían para salir de allí. Así que optaron por las más lógicas; Los amigos volarían en dos horas a Tel-Aviv, con escala en Taskent, donde deberían esperar dos horas y desde allí directamente a su ciudad. La familia volaría cinco horas después directamente a Damasco, donde esperaba Zacarías, se encontrarían con él en el aeropuerto; desde allí saldrían en busca de sus familias en Jordania; no había que explicarle nada pues ya lo sabía todo.
Y el momento de la separación llegó.
El vuelo de Albert y David saldría antes que el de los Hombres del Desierto, esta vez David lloró con la tristeza de despedirse de cinco amigos y la certeza de no volverles a ver nunca. A todos los recibiría con los brazos abiertos y lágrimas en los ojos.
Primero Hassan, el brazo derecho de Shalmed y posible próximo Guardián Primero, 'ha sido un gran honor' le decía. Mientras le propinaba un fuerte abrazo correspondido; 'el honor es mío, gracias por todo, te recordaré siempre' le contestaba Hassan que continuó: 'y perdóname por lo de mi daga en tu cuello', aquello reconfortó a David que no pudo más que decir: 'ni me acordaba ya'.
Esa despedida la repitió con Zeb y Theodor, 'ha sido un gran honor' repetía balbuceando en lágrimas, todos le daban las gracias. A Salim le dijo: 'eres un figura' recordando el 'molino inverso'.
- '¿Sabéis lo que os digo?' - dirigiéndose a los hermanos - 'no me explico cómo lleváis tantas cosas con tan pocos bultos... pero no quiero saberlo...' - dijo y todos se echaron a reír.
Luego Albert se despidió de los hermanos, también uno a uno y con un fuerte abrazo, no podía ser de otra forma. Pero él no habló, los miraba a los ojos y se perdía en sus colores castaños. Con la mirada les decía todo y se les entendía todo. Sus ojos se volvían más acuosos a medida que los despedía uno a uno.
Luego lo harían de Shalmed; David ya repuesto le dijo seriamente, 'sin duda me considero una persona especial después de haber vivido esta aventura con usted y sus hijos; gracias de todo corazón,'. Shalmed lo cogió por los hombros y le dio dos besos en la cara, luego se abrazaron.
Ahora Albert se despedía de Shalmed, fundidos en un abrazo los dos amigos se besaron las mejillas el uno al otro. Albert le dijo: 'el conoceros ha sido nuestro privilegio, gracias por elegirnos para compartir su secreto, gracias'. Éste le contestó 'no fui yo quién os escogió.' Se miraron a los ojos sonriendo.
David pasaría el detector de metales antes que Albert, en ese momento Shalmed lo llamó y le susurró solemnemente al oído: 'Has de saber que Hammed y Dralic morirán de vejez prematura, pues 'la maldad en el corazón del hombre impidió que Jesús envejeciera'; también te digo que 'quien es de corazón puro y toca la sangre de Cristo verá alargada su vida'; yo tengo ciento diez años`.
Una vez en el avión se reclinaron en sus asientos con los ojos cerrados y sonriendo, los dos recordaban de memoria la última página del Libro.
"Casi me oigo los latidos del corazón, Judas me entrega esta noche, así se lo hice ver; no me distingo cuerdo o loco, esto ha llegado demasiado lejos, a un lugar desde donde no se puede volver; mi farsa se ha hecho más grande que yo, es más importante mi representación que mi propia persona, decididamente sí; demasiadas pasiones y sentimientos, esta pobre gente es feliz sólo con verme, con tocarme; ahora debo morir para que la obra quede consagrada, el engaño no es completo sin la muerte. Me creo mi propio papel al admitir mi muerte como inevitable, ¡qué locura es ésta!, la locura que da el creer firmemente que el amor vencerá sobre el odio y que la solidaridad será el faro de los pueblos. ¡Oh Dios!, ¿estarás en lo cierto Madre?, me veo en este huerto sin salida, el fin de mi vida al fin de mi obra, el engaño es ingente, todo ha ocurrido como pensaba, incluso desde el principio supe que habría de afrontar esta situación; mi ego me ha matado, gustaba de verme en mi funda de Dios y ahora no puedo quitármela. Tengo miedo, la angustia del fin, pensar en huir ¿a dónde? mezclarme entre las gentes como si nada hubiera pasado; vivir como hombre o morir como Dios. Dios se cobra con la muerte. La muerte es Dios. Sólo ruego que la razón prevalezca en armonía con Dios y que Dios ampare a la razón."
'Es la palabra del Hijo de Dios' - pensaron los dos.
Albert pensaba que el Libro seguiría maldito hasta que esto no ocurriera.
- ¿Que te ha dicho Shalmed, 'Al'? - le preguntó David al despegar pues vio como éste le hablaba al oído
- Que tendrás una larga vida, compañero, una muy larga vida.- dijo.
- Ya lo sé, no ves a mis cuarenta y tres y la cara de niño que tengo - sonrieron.