El Cabo Suelto de Dios

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Saldrá de mí, tengo quince años y comienzo la escritura de mis pensamientos por consejo del Maestro Tolomeo, él dice que soy muy listo, más inteligente de lo que debiera, pero eso ya lo suponía, sólo con mirar y oír a los demás me es suficiente. El Maestro Tolomeo es un sabio y es mi maestro, me enseñó a leer y escribir en nuestra lengua cuando tenía cuatro años, con cinco ya sabía hacerlo en latín y griego; increíble es lo que repetía el señor Tolomeo todos los días, sé que soy su alumno favorito. Dedicamos gran tiempo al estudio de las sagradas escrituras, las supe de memoria con seis años, me gusta hablar y discutir sobre ellas con el señor Tolomeo, dice que los escritores se hacen eternos en sus escritos bajo el consentimiento de Yahvé.

Mis padres son pobres, no más que el resto de mis vecinos, el trabajo de carpintero es suficiente pero no muy bien pagado; mi madre bastante tiene conmigo y su media locura; algo le ocurrió en el pasado de lo cual no quiere hablar cuando le pregunto, pero que lo menciona sin motivo cuando tiene uno de sus ataques de locura, sin llegar a explicármelo del todo pues se refiere a ello de forma incoherente y con cometarios sin sentido. Mi alumbramiento me lo refiere cada vez que la situación le es propicia, la visita de los embajadores al establo, donde por necesidad me parió, la turbó de alegría; mi padre me explicó, no hace mucho tiempo, que éstos pasaban por allí camino de una gran ciudad; los príncipes de la Comunidad me buscaban y lo que vieron les gustó, se adecuaba a su doctrina.

Un criado entró a preguntar por la correcta dirección; encontrando a mi madre y a mí, recién parido, en una de las esquinas del establo, los animales que allí había en la otra y a mi padre intentando mantener el fuego; la situación le pareció tan lastimosa que así se lo indicó a los embajadores, que movidos por la compasión entraron y nos hicieron varios regalos, intentando así paliar nuestra desgraciada situación, hipócritas. Mi madre tomó esta visita como colofón a la buena ventura de mi parto, como lo más grande que le había ocurrido en su vida, haciendo de mi venida al mundo algo mágico en su mente, su vida había sido dura y monótona, exenta de cualquier acontecimiento hasta ese momento; creo que la salida de su pueblo, por motivos que aún desconozco, fue el principio de su locura, resultó demasiado duro para ella, la visita de los embajadores no hizo más que acrecentar esta locura, pobre madre. Mi padre no es un hombre bueno, creo que es su profunda incultura la que lo hace ser tan mezquino, no posee base intelectual sobre la que apoyar sus deseos; nos odia, es introvertido y no habla, apenas escucha lo que le dicen; se avergüenza, la locura en su caso se esconde bajo el manto de su insulsa personalidad.

El mal que azota a esta sociedad es la incultura de la gran masa, el pueblo se mueve por la fe que mantiene en sus líderes, no se preguntan pues no saben preguntarse, saben trabajar las materias, transformar los alimentos, complacer las necesidades de unos con el trabajo de los otros, sobreviven sin más; la sociedad no se forma y moldea para su beneficio sino para el beneficio de sus dirigentes, éstos indican cómo deben ser, cómo deben actuar, el pueblo responde comportándose como se les manda, no dudan, lo establecido es seguro; siempre que hablamos de esto el Maestro Tolomeo y yo, éste termina el dialogo bruscamente volviéndose y con mirada perdida musita: "Jesús, no sé qué hacer contigo" al tiempo que mueve la cabeza de un lado para otro. No es que no me crea, sino que le sobrepasan mis razonamientos y en mucho no me sabe llevar el diálogo, se ve sorprendido por un muchacho y creo que hasta teme por mí. Él me ha enseñado muchas cosas pero, más bien, han sido sus escritos los que me han abierto el pensamiento, he leído casi todos, algunos los he memorizado; por aquí no hay mucha gente que posea algo que se pueda leer, no sé qué hubiera hecho sin el sabio señor Tolomeo, a la sabiduría de los escritos añade la de la experiencia. En mi caso, creo haber asimilado las dos, quizás en exceso para mi corta edad y esto es lo que al maestro le parece increíble, los razonamientos maduran con la experiencia, los míos parecen madurar por momentos y eso es lo que le pone la mirada perdida, le crea angustia y miedo, se queda mirándome con la cara muy seria y a veces me abraza, "Yahvé" dice y me acaricia la cabeza, el señor Tolomeo es sabio y bueno.

Quiero escribir lo que pienso y lo que me ocurra, todo en escritos como los del señor Tolomeo y así como él dice "me haré eterno".