La Fábrika de Utopías - Capítulo 11
Era viernes, las diez de la mañana; los que habían dormido apenas lo hicieron cuatro horas; a las dos de la mañana casi todos habían tirado para la 'rave', esto es, un potente equipo de música y gente sin parar de moverse, ya sea bailando delante de los grandes altavoces, ya sea yendo de aquí para allá. Se irían recogiendo a su libre albedrio, allí perderían el contacto con los visitantes.
Para desayunar algunos tomarían calimocho y otros 'speed', e intentarían tragar algo sólido. Luego, algunos emplearon la mañana en ir a las duchas, tras pasar por los retretes de plástico, dispuesto en largas hileras en lugares estratégicos de aquel enorme campamento. Dos largas columnas de duchas separadas prudentemente bajo una gran carpa, sin paredes, cobijaban para el aseo, los chicos se duchaban en bañador y las chicas en bikini.
- Para estar aquí todo el día - decía Pablo debajo del agua que arrancaba el polvo del día anterior - y vaya montón de tías.
- También - apuntillaba Manu.
Pasaron la mañana bebiendo y riendo, algunos comieron. El puesto de 'cosas' vendió alguna que otra pulsera. Esperaban para la hora de los conciertos, ese día Pablo y Manu querían entrar, tenían el bono comprado hacía semanas, con lo primero que ganaron tocando en la calle. Para Manu era una alegría a medias, pues Mar no pensaba entrar; él se hubiera ofrecido a pagarle la entrada, pero ni loco lo haría. Seguro que con ella sería inolvidable. La miraba y se sonreía, Tania y Mar se habían pintado la cara con tiras de colores nada más despertarse.
Entonces llegaron las noticias, se había liado con la policía; era de esperar, no hay nada como un montón de policías para provocar la violencia, la protesta pacífica se convierte en violenta en cuanto la policía quiera. Ellos saben que la extrema izquierda les odia, y allí había mucha, era cuestión de esperar. Las agresiones con lanzamiento de botellas y demás no se hicieron esperar. Y ya no querían más, se cerró la trampa, dentro, el Aupa.
- Se acabó, que os lo digo yo... empezaron hace dos días, no dejaban de dar vueltas por aquí, la 'rave', buscando 'spí'; eso no les bastó para que se liara y fuerzan una detención, eso sí que llama la atención... y se entra de lleno debajo de la caja, y después... 'tú deja que el palito lo quitan ellos mismos' y se nos cae encima - asimilaba Pedrojo - después se preguntan por qué los odiamos. No se puede ser libre de verdad en una enorme jaula, aunque esta mida como una ciudad, pues siempre querré ir más allá y romper la jaula. Y las paredes de esta jaula visten de verde, llevan escudos, cascos, porras y pistolas. Esto lo cierran, os lo digo yo, si no anulan lo que queda es porque entonces se lía parda. Por seguridad sólo. Ahora... el año que viene ya no hay. Terminó canturreando
'que vienen los maderos
y qué más da
pásame la pipa
que yo salgo a hablar'
Todos guardaron silencio, cabía esa posibilidad.
Llegó la hora de entrar a los conciertos, querían ver los máximos posibles y por ello para las cuatro de la tarde, Manu y Pablo, se despedían de la peña congregada en la pequeña plazoleta que, en ese momento, eran más de quince personas. Destacaba un enorme punki con un chaleco vaquero repleto de chapas, apenas se veía el chaleco, portaba una bolsa blanca donde llevaba una veintena de cd´s de bandas punk de auto producción, iba por las tiendas y furgonetas vendiéndolos, también vendía las chapas de su chaleco. Proponía cambiarle un disco de los madrileños Txumatxus, que el 'Greñas' exponía, por uno de los Makarras, una banda del Puerto de Santamaría, éste aceptaba sin problemas, lo mismo le daba vender uno que otro, a tres euros iba; además era amigo suyo desde hacía tiempo. Éste otro los vendía a cinco, y sabía dónde colocar ese disco de la banda Oi!-Hardcore, no en vano ese año tocaban Núcleo Terco, Escuela de Odio, Non Servium, Kaos Urbano... entre otros, era una edición especialmente Hardcore/Oi! y muchos de los seguidores de esta actitud/estilo acampaban por allí a puñados.
Serían sobre la cuatro de la tarde, antes de empezar a andar Manu y Mar cruzaron la mirada, la de ella era chispeante y alegre, la de él aguantaba bien un halo de tristeza.
- Recordad el escenario pequeño, ahí está lo mejor - les despidió Pedrojo mientras se alejaban andando por el polvoriento y caliente camino.
Pasaron el control de pulseras donde ya hacían cola multitud de personas, pero antes de esto tuvieron que apurar el litro de calimocho y tirarlo en unos contendores habilitados en la puerta de entrada sólo para eso. Era temprano y ya estaban por la mitad. Acabarían enterrados, ni se les vería.
El recinto original era un enorme polideportivo con bastantes zonas verdes; éste se remodelaba para eventos como el Aupa. Se subía por una pequeña carretera asfaltada que lo atravesaba; lo primero que se encontraba la gente era el edificio que albergaba a la Cruz Roja a la izquierda. Inconscientemente se memorizaba ese lugar. Un poco más adelante, bifurcándose a la izquierda, la entrada al campo de futbol de césped; al fondo se divisaba los dos enormes escenarios donde se alternaban las actuaciones. Todo el costado izquierdo del campo de futbol era recorrido por una larga hilera de barras de bar metálicas. Todo a cubierto de una enorme y alta carpa blanca. Ésta también albergaba, en su comienzo, los puestos de tickets, en los que se peticionaba a través de pequeños ventanucos y la tienda de 'merchandising' del festival. La gran carpa ofrecía, y esto era lo más valioso, una extensa sombra salvadora. En ese momento recogía a todo individuo que había entrado al campo de futbol, salir de la sombra era pasar a un planeta con dos soles. El lateral derecho del campo estaba repleto de tenderetes de camisetas y todo tipo de material allí vendible. Éstos formaban, colocados uno al lado del otro, un paseo que a partir del atardecer estaría lleno de curiosos compradores, ahora daba el sol de pleno y no se veía ni a los dependientes. En el fondo opuesto a los escenarios, es decir, nada más entrar al campo de futbol, se encontraban los puestos de comidas. Si en lugar de entrar al campo de futbol, se continuaba por la carretera asfaltada, a unos doscientos metros, se llegaba al escenario pequeño entre una gran arboleda, ésta proporcionaba grandes zonas de paso y descanso en la distribución del polideportivo. El escenario pequeño eran las canchas de baloncesto, también cubiertas y con pequeñas gradas de hormigón, al fondo un escenario preparado de pequeña altura, aquí el contacto con la gente era mayor. Y como no, en un lateral, frente a la grada, su kit de instalación festivalera: una barra para la priva y la caseta de los tickets. Fuera del recinto un poco más allá, una hilera en L de varios cagaderos portátiles de plástico.
Unos subían y otros bajaban, iban de un lado para otro, pero el grosor, de los hasta ahora allí presentes, estaba a la sombra de la gran carpa del campo de futbol, allí empezaban los conciertos a las cuatro y media. Era temprano y no estaban allí ni la décima parte de los que estarían y, a pesar de ello, aquello ya estaba ambientado. Los dos amigos decidieron lo que todos, dirigirse a la gran sombra de la carpa.
Nada más pisar el césped en esa dirección, notaron el frescor que éste desprendía y que se agradecía. Seguramente habrían regado antes de abrir. Casi llegando a la carpa, escucharon cómo los llamaban a sus espaldas; extrañados, se dieron la vuelta.
Era Mar.
Los dos corrieron hacía ella con grandes muestras de alegría.
- ¿Has pagado al final? - preguntaba exultante Manu, observando la pulsera en la muñeca de Mar.
- No, me la he hecho yo.
- Ostras, es igual - se asombraba Pablo - muy de cerca se nota, pero de lejos... si no te fijas expresamente...
- Y éstos de la puerta, sólo la ven de lejos y tiran de ella; pero hay que buscar un momento de bulla. Bueno, para colarse hay un montón de formas, conozco a uno que una vez entró por la puerta sin pulsera, echándole cara, poniéndole el brazo en la cara al 'segurata' y diciéndole que la buscara entre la docena de pulseras, cadenitas y pinchos suyos propios; otro escarbando por debajo de la valla, como los perros; o incluso andando para atrás por la salida - contaba riéndose a carcajadas - pero mi manera es más artística.
Basándose en una original de un amigo que había entrado el día antes, había empleado la mañana con Tania, en pintarse la cara y hacer una pulsera igual; para ello emplearía la multitud de material del que disponía, pequeños retales y cordones de todos los colores y texturas. El cierre sería un pequeñísimo trozo de tubería de plomo, Rufo llevaba un pequeño juego de herramientas y allí lo encontraron. Se convirtió en su mayor reto, no querían que hoy la trincaran. Y le salió casi igual.
- ¿Por qué no nos lo dijiste?
- Cabía la posibilidad de que me pillaran... y no quería ilusionarte - dijo traviesamente mientras pellizcaba la mejilla de Manu, que le hizo sonrojarse.
Aquello subió bastante de nivel con Mar allí. Manu nunca se lo había pasado tan bien, lo que llevaba de festival había sido toda una experiencia y se presentaba una tarde-noche inolvidable con Mar; también con Pablo, cómo no, pero éste hoy estaba especialmente excitado; en breve saldrían Escuela de Odio abriendo el día en el escenario de la izquierda, llevaba toda la mañana preparando el momento; no paró de beber calimocho con Rufo en toda la mañana y, por primera vez en su vida, probó el 'speed'. Pedrojo no puso inconveniente alguno, al revés, apoyaba su decisión, con su lema 'esto es cuestión de inteligencia, tú verás si la mides como a tu polla'. Sólo se metió dos rayas y estaba pletórico para la 'batalla' del Hardcore.
Los grupos empezarían con el sol bien alto, se irían turnando de un escenario a otro sin descanso, hasta pasadas las cuatro de la mañana.
Una melodía activaba las grandes torretas de altavoces del escenario izquierdo, el sol aplastaba al que se atreviera a estar bajo su culo. Para allí salió disparado Pablo, dejando a Manu y Mar solos. Ellos no eran especialmente seguidores del grupo asturiano y también se alegraron de la decisión de su amigo. Así, mientras que por los altavoces tronaba:
'¡Fuego!... Fuego
Porque el odio siempre es
El que tiene el Fuego'
- Pedrojo me ha dado 'spi' - le indicó Mar
- Pues habrá que probarlo, visto lo visto - decía Manu en ese dilema que no da la experiencia.
- Tú mismo, en esto estoy con Pedrojo.
- Ya... en la dosis está el veneno ¿no?
- Exacto, que tú la uses y que no te use. Ya sabes que no bebo alcohol cuando voy de 'spi', sólo porros y agua.
Allí mismo le sacó un poco de la pequeña bolsa de plástico, usaría un pequeña palita de metal que colgaba de su cuello, al lado del emblema antinazi; la cargó y se la puso delante de Manu; éste, extrañado pero confiado, la esnifó. Al rato, el polvo blanco le activó la mente, indudablemente repitió y llevó los conciertos en volandas.
Cuando cayó la noche, aquello estaba a reventar; miles de jóvenes y no tan jóvenes se agolpaban ante los escenarios principales. Las bandas descargaban su repertorio de forma atronadora, una tras otra, sin descanso; en cuanto terminaba una, comenzaba otra; de una a otra, bailando y bebiendo, riendo y gritando; gritando mucho, tanto para corear las frases de las canciones como para comunicarse; delante de aquellos inmensos altavoces era imposible comunicarse.
La gente llenaba por completo el recinto, delante de las actuaciones y hasta medio campo de futbol se concentraban los que querían ver al grupo. Tras la torreta de control de sonido, situada en medio, el campo de futbol era un lugar de picnic. Invadido por completo con grupos de amigos, sentados en el césped; descansando, hablando, bebiendo, riendo y picando 'speed', en algunos casos, cocaína. La gente andaba por allí sin rumbo fijo, los tenderetes de camisetas con las luces encendidas, atraían a los paseantes como su luz a las polillas.
Pero en ese preciso momento, la peña que se congregaba delante del grupo, pasaba con creces de la torre de sonido. Sonaba ensordecedor, no en vano era Gatillazo la banda sobre el escenario, con el maestro Evaristo a 'la voz':
'Aunque estén un poco puestos
No te apures
Los chicos sólo están
Bailando el boogie-boogie.'
Sus bandas favoritas no los defraudaron; Manu flipó con Envidia Kotxina y El Último Ke Zierre; Pablo hizo lo propio con Kaos Urbano y Non Servium, donde, además, entabló amistad con dos chavales de Zaragoza que vestían la misma camiseta con el lema: 'Nosotros No Olvidamos'. Manu descubrió a Rat-zinger en el escenario pequeño, en lo que insistía Pedrojo, sonaban aplastantes, 'puto rockanrol para hijos de perra, de verdad' pensó. Pablo confirmó a El Noi del Sucre, el grupo anarquista de Utrera, él tenía algo de Los Muertos de Cristo, grupo base del Noi, y esperaba el concierto con respeto.
Ahora se dirigían hacía el tercer escenario tras EUKZ, alguien les dijo que no se perdieran a Porco Bravo; se lo agradecerían eternamente. El recinto de arriba, el 'tercer escenario', estaba cubierto por una carpa mucho más baja, los tres grandes escalones de hormigón de la grada encerraban y recogían el ambiente. Era un escenario más pequeño y el foso de separación era mucho menor, el contacto con el público era mayor.
Cuando llegaron ya había empezado, un individuo llevaba puesta una gran cabeza de jabalí disecada a modo de cabezudo de cabalgata, era el cantante de Porco Bravo. A juicio de los tres, fue uno de los mejores conciertos de la noche, tanto por la entrega del cantante como por el virtuosismo de la banda. Con un rock sin tintes políticos simplemente arrasaron, les prohibieron usar el fuego en el show, así que no pudo prender el cartel del festival que se había grapado al pecho, ni escupir fuego con las guitarras, ni ponerse la bengala encendida en el culo; pero sí se paseó con la tabla de surf por encima del público y se tiró desde el andamiaje al público con altura de dos pisos. Luego, al finalizar, regalaron su disco a puñados y vendieron camisetas.
- Sonaban como Turbonegro - decía Mar
- Con Iggy Pop de cantante - apuntillaba Manu.
- El rock es como la dinamita, cuanto más lo aprisionas más explota. - contribuía Pablo - qué cabronazo el Pedrojo, lo escucho aunque no esté.
Muchos bajaban con ellos hacía los escenarios principales, todos comentaban el pedazo de concierto que acababan de ver, ahora era el turno de Manolo Kabezabolo abajo, otro viejo punki con vitola de leyenda viva. Lo disfrutaron con una perpetua sonrisa, MKB esto eran 'palabra mayores'; aunque alguno diría a la espalda de los tres, 'al pobre, o lo ponen a las cuatro de la tarde, o lo colocan a la cuatro de la mañana'... 'pues quien se lo pierda peor para él'.
Comieron antes de salir, Pablo pagó los trozos de pizza. Luego insistió en visitar el puesto de 'Potencial Hardcore', una tienda de Vallecas que tenía abierto un tenderete de aquellos, especializada en material Hardcore y Oi!, y que le vendieron a Pablo dos camisetas: una roja de Non Servium y el lema 'Orgullo Obrero' y otra negra de Kaos Urbano con unas botas y el lema: 'Te Olvidaste De Matarme Al Nacer'.
Los dos amigos habían pasado el mejor día de su vida. Manu un poco más feliz que Pablo ya que, impensable, Mar le cogía de la mano mientras bajaban por la carretera hacia la salida, serían las cinco y pico de la mañana y muchos tomaban el mismo camino.
De pronto Mar tiró de Manu parándolo y parando a Pablo; más abajo, justo en la puerta de salida, a su derecha, dentro del recinto; habría alrededor de un centenar de guardias civiles en perfecta formación, pertrechados con material antidisturbios. Vigilaban la salida. La gente pasaba por delante suyo como si les pasaran revista.
- El 'speed' ¿se acabó no? - preguntó Mar
- Sí, hace tiempo - dijo Pablo tristemente y con una media sonrisa.
- Pues... entonces vamos.