La Fábrika de Utopías - Capítulo 12
Amaneció el sábado y Pablo no podía dormir, para las nueve de la mañana ya estaba fuera de su tienda. A estas alturas, si algo había de anarquía en su corralón de la acampada, eran los horarios de cada uno; cuando uno llegaba, otro se levantaba. Este era el caso, Mar y Tania volvían de la 'rave' y Pablo empezaba el día sin haber dormido, él estaba cansado y decidió lo mismo que Manu, después del intenso día, tras los conciertos, se irían a dormir. Mar decidió ir a la 'rave' a ver si veía a Tania tras ser informada por el 'Greñas', éste pasó de ir y se iba a acostar al llegar ellos. Pedrojo llevaba durmiendo desde las dos de la mañana.
Pablo estaba sólo en la puerta de su tienda, de lejos se escuchaban los graves del equipo de música de la 'rave'. Se 'medio' aseaba con una botella de agua al tiempo que las puertas de las furgonetas se abrían; Pedrojo y el 'Greñas' se bajaron de sus respectivas. El primero desperezándose, el segundo sin haber dormido.
- ¿Qué hora es? - preguntaba Pedrojo.
- Las nueve y media - informaba Pablo.
- ¿Qué tal ayer?
- De puta madre...todavía es ayer.
- Y mañana será antes de ayer, ¿qué, una rayita y montamos? - lanzaba Pedrojo.
- Venga, de todas formas... - decía Pablo.
- No pasa nada, 'palante'.
Les ayudó a montar las tres mesas y una pequeña estructura metálica elevada sobre estas a base de tubos de hierro encajados, que posibilitaba el colgar cosas y daba más estatus de puesto de venta. Tras colocar las pulseras, cd´s, parches, chapas, camisetas y demás parafernalia punk, Pedrojo sacó una caja de cartón de su furgoneta diciéndole a Pablo 'pon los cuentos por ahí'. Pablo no se extrañó, pues ya los había visto antes en el concierto de Pisa Mierda. Hoy, sin embargo y pese a todo, tenía la mente clara, 'es lo que tiene el 'spi' sin alcohol', le diría Pedrojo; también tenía tiempo, eran las diez de la mañana, así que ojeó la caja y comprobó que eran copias de varios cuentos, algunos de una sola página y otros dos de varias.
- Imagino que son tuyos ¿no?
- Tenía más pero, poco a poco, sólo me quedan esos y no he vendido ninguno. Si te gustan quédatelos. De todas formas, antaño, los regalaba a quien me comprara algo.
Pablo los cogió y se acomodó en la hamaca de Rufo, era la mejor. Tenía una colchoneta que se agradecía. Éste dormía. Era la única franja, de las veinticuatro horas del día, en la que la gran furgoneta verde estaba muda, cuando el Rufo dormía, de lo contrario atronaría con Street Punk a todo volumen. Ahora el 'silencio' era de agradecer. Se puso a leer. Comenzó por el más corto.
'NACIDOS IGUALES'
Los gemelos lo habían hecho, habían matado a su hermanastro, ahora toda la fortuna de la familia sería para ellos.
- ¿Lo han encontrado? - preguntaba Mary.
- El accidente ha sido esta mañana.
Estaban en la cocina del lujoso ático de Nueva York, se preparaban unos sándwich antes de salir. Cada uno untaba con un cuchillo una porción de pan con crema de cacahuete. Uno al lado del otro, tranquilamente, como si no hubiera pasado nada.
- La policía Italiana no es tan eficiente como la nuestra. Si Marcus ha dicho que está hecho es qué está hecho.
- Quinientos millones para cada uno, Charles...
Los dos se volvieron, el uno hacía el otro, al mismo tiempo, cada uno hincaba su cuchillo en el estómago del otro y diciendo, también al mismo tiempo:
- O mil para mí.
Los dos se miraron a los ojos y los dos le sonrieron a su asesino.
'Nacidos iguales
Ricos mal nacidos
Educados iguales
Ricos mal instruidos
Muertos iguales
Por dinero, asesinos'.
Pablo se sonreía de lo leído, este Pedrojo le sorprendía cada vez más, ahora resulta que escribía, a su parecer, hasta bien o al menos, interesante. Ese era corto, los otros eran más grandes, un poco más pero que leyó de un tirón, tenía tiempo y la mente ávida por concentrarse en algo.
'EL IMPERTINENTE NIÑO RIKO'
El hijo único de los Bowers, un niño rico malcriado. Un cabronazo en potencia y acto. Hacía la vida imposible a todo el que le rodeaba, acostumbrado a no recibir negativas; con diez años conspiró para que echaran a la cocinera por no darle una magdalena; tanto su padre como su madre no le negaban nada y creían todo lo que su hijo les decía; no podrían tener más niños y todo su cariño ahogaba la personalidad del crio. El mozo de cuadras sufrió la misma suerte por no dejarle coger uno de los caballos.
Esas navidades entraría en la adolescencia. Cumplía años el veintiséis de diciembre. La servidumbre de la mansión que llevaba más tiempo decía: 'el veinticinco nació cristo, el veintiséis el anticristo'. Le gustaba grabar con su cámara de video; desde que las descubrió, siempre quería el último avance en ese campo. Ese año Sony sacaba su último modelo, mucho más pequeño y que grababa sonido. Era su regalo de cumpleaños más esperado; aunque tendría decenas más, se aseguró de que ése no faltara. Haría juego con su grabadora 'último modelo'; un kit de espionaje perfecto.
Con su antigua cámara había pillado a dos de los criados, en las cocinas de la mansión, en actitud amorosa, acariciándose. Los dos fueron expulsados de la plantilla.
Todo lo grababa, iba a todos lados con la cámara a cuestas, vertiendo amenazas a unos y otros. Era el ser más odiado de la finca. A él, eso le daba igual; tenía a sus padres que eran los dueños de todo aquello y que algún día sería suyo.
Como era de esperar, la cámara de última generación estaba en sus manos; sabía cómo usarla y donde. El día de navidad se celebraba la cena con los amigos íntimos de la familia y algún que otro prestigioso abogado. Grabaría todo lo que pudiera. Decidió probarla en el salón a la hora del café, en casa sólo estaban su padre, su madre y el abogado de Wall Street, Lucius Vinopoulos, socio de su padre en ciertas empresas.
La ajustaría hacia el lujoso mueble bar, desde siempre había visto a sus padres alrededor de la barra del mini-bar. Una gran planta frente a la barra era perfecta para esconderla, también usaría la grabadora de cinta diminuta de su cumpleaños para obtener el sonido. Sería, hasta ese momento, su obra maestra del espionaje casero.
Escuchó ruido y ultimó los detalles echándolas a andar. Su padre y el abogado entraban en la rica sala de estar-biblioteca.
- ¿Qué haces aquí? - recriminó su padre visiblemente alterado.
- Nada... busco a mamá.
- Está arriba, sube y le dices que baje.
Idolatraba a su padre, un rico magnate de Nueva York y poseedor de unas de las fortunas más grandes de Estados Unidos; con un respetuoso saludo con la cabeza acató la orden; salió disparado hacia el cuarto de su madre, llevaba una sonrisa de oreja a oreja, por poco lo pillan.
Llegó exhausto, la mansión era enorme, y la escalinata para subir a la primera planta estaban en consonancia, se añadía su incipiente problema de obesidad. Después de pedir permiso entró en la amplia habitación de su madre. Estaba guapísima delante del espejo, cepillándose el pelo, se arreglaba para bajar a tomar café. Miraba en silencio su reflejo en el espejo, Lucius estaba abajo y eso siempre había significado problemas.
El pequeño 'Pit' se dirigió a ella besándola en la mejilla.
- Papa dice que bajes ya.
- Voy cariño... no sé cómo quieren que les diga que no voy a firmar el acuerdo, ¿sabes 'Pit'?, si eres consciente de que un acto tuyo va a perjudicar a alguien, no lo hagas. Aquí hay muchas familias en juego... pero bueno... ¿qué sabrás tú?
- Ya no soy un niño.
- Siempre serás mi niño - le dijo pellizcándole las mejillas.
- Deja...
Bajaron los dos, su madre se apoyaba en él y en la sinuosa baranda de caoba negra para bajar la larga escalera, siempre había sido una persona enfermiza. Al llegar a la biblioteca su madre dejó de apoyarse en el hombro del pequeño para decirle:
- Esto es para mayores, ¿Por qué no te vas a las cuadras y juegas un rato?... si quieres dile a Alfredo que te ensille a 'Trotamundo', es el único que está en las cuadras de guardia...
- Ya soy mayor para un pony - refunfuñaba 'Pit'
Luego entró ella sola en la solemne habitación.
No se iría muy lejos, esperaría sentado en el primer escalón de la escalinata; en cuanto pudiera entraría para ver lo que su cámara había grabado.
El señor Douglas, el mayordomo, apareció de pronto, procedente del ala de la biblioteca, andaba pausadamente por el peso de la edad, pasaba por delante suya hacia las cocinas de nuevo, mirando de reojo al niño, sentado en el primer escalón de la escalinata, le hacía una pequeña reverencia con la cabeza, que 'Pit' ignoró y que fue para alivio del viejo.
No tardaría en regresar pero esta vez corría todo lo rápido que su débil cuerpo le permitía. Era el único del servicio que estaba allí el día de navidad. Entró sin llamar en la biblioteca, el muchacho entró detrás suyo. Su madre se encontraba sentada en el sillón, mareada.
- Douglas, llame al médico, Lucius ayúdame a subirla a su cuarto. - ordenaba su padre.
En un momento, el chico se encontraba solo, aturdido por la necesidad de un médico por parte de su madre y sin saber qué hacer; se dirigió a la planta, recogió la cámara y la grabadora y las apagó. Luego vería lo grabado. Subió a su cuarto y las escondió. En seguida fue hacia el dormitorio de su madre. El médico aún no había llegado. Inexplicablemente con su madre sólo estaba el señor Douglas. El chaval se dirigió hacia ella, estaba pálida.
- No llores cariño, estoy bien.
- ¿Qué te pasa? - preguntaba el muchacho asustado.
- Nada, un mareo... ya viene el doctor.
- Bien.
- Cariño, dame un beso - dijo agarrándolo con sus pocas fuerzas y atrayéndolo hacia ella, abrazándolo - no te fíes de nadie... ten... ten cuidado.
Expiró en la mejilla de su hijo y murió.
El muchacho no se lo podía creer y arrancó en llanto segundos después; en ese momento entraba el padre, Lucius y el médico. Le dijeron que saliera de la habitación.
Otra vez solo, en el pasillo frente a la elegante puerta de madera, se serenó; que tuviera cuidado, eso le dijo su madre. De inmediato pensó en la cámara de video. Subió como un rayo a la segunda planta, entró en su cuarto y conectó la cámara a la televisión. En silencio miraba la pantalla.
Se distinguían perfectamente a Lucius y su padre, con una calidad hasta ahora no vista por él. Hablaban mientras su padre preparaba dos copas. Luego escucharía la cinta.
- Ha de ser hoy - interpelaba Lucius - no te das cuenta, hoy están los médicos, el juez y la policía que nos interesa. Hoy es navidad no llamará tanto la atención.
- Firmará - decía su padre - por su bien.
- No lo hará, y son diez mil millones de dólares, la fusión nos hará ricos.
- 'Más ricos' querrás decir.
- El dinero es poder, Peter. Controlaremos la costa Este.
En ese momento se callaron, el señor Douglas entró con un elegante juego de café.
- Déjelo aquí en la barra, John - dijo su padre.
Luego se marchó. El abogado sacó un pequeño sobrecito del bolsillo izquierdo de su elegante chaqueta. Se la ofreció al dueño de la casa.
- Este veneno no deja huellas, no sufrirá mucho, parecerá una bajada de tensión. De todas formas, por asegurar, tenemos comprada toda la cadena de instituciones que puedan intervenir, pero debe ser hoy.
El padre cogió el sobre, lo vertió en una taza de cerámica inglesa con flores azules, completaban el juego otras dos tazas con el mismo diseño de flores; una con las flores rojas y otra con las flores amarillas. La cafetera las tenía todas en un elegante diseño.
- Si no firma le daré la azul.
Al momento entraba su madre, sin mediar palabra se sentaba debajo del mini-bar, en un elegante sillón de cuero marrón, la cámara la cogía perfectamente, encuadraba a todas las personas presentes.
- No voy a firmar Lucius - decía complacientemente.
- La mitad de la empresa es tuya, sin tu firma la fusión no es posible y se van al carajo tres mil millones, Sara y con la fusión siete mil... ¿es qué estás loca o qué?
- Sara... debes firmar... por favor - rogaba su marido.
- Si firmo será la ruina de cientos de familias, de miles de hogares me atrevería a decir. El dinero no lo es todo.
- Pero sí quedarnos atrás, debemos avanzar...
- ¡Queréis dinero!... los dos, sólo eso... no firmaré, no insistáis más, buscad otro negocio menos dañino, y ahora ¿me dais una taza de café?, tengo que designar con John los puestos en la mesa para la cena de esta noche... y llamar a María y su hija, ya deberían estar aquí, deben preparar la cena. Tenían de permiso hasta las tres y mira qué hora es...
- Claro querida.
Vertió el café en la taza azul.
- Con un poquito de leche sólo. Sin azúcar.
- Ya lo sé, querida - decía mientras le acercaba el humeante líquido.
Sara se la bebió entera en tres grandes sorbos, el café le gustaba muy caliente y éste estaba ya templado, con el último sorbo vio algo blanco en el fondo de la taza. Su café no tenía azúcar. Empezó a sentirse mal y comprendió. Sólo dijo:
- Es sólo dinero, Peter, es sólo dinero.
Su padre se volvía de espaldas y ella se reclinaba en el sillón. Lucius llamaba al mayordomo tirando insistentemente de una gran argolla, detrás de la barra.
Luego aparecían en escena el señor Douglas y él mismo.
El odio se instaló en su corazón y le dio la bienvenida a la vida.
'En la adolescencia de a quien no se le negó nada
En la indolencia de la opulencia no ganada
Fruto de una niñez fracasada
Despierta a la vida con una taza envenenada'
'¡Joder!, éste está bien' pensaba Pablo.
- El daño del dinero en los seres humanos, el óxido de la consciencia humana - decía Pedrojo - estos dos formaban parte de una serie de cuentos con el mismo hilo; en otro, un hijo se carga a su padre y a su madre, muy enfermos, para cobrar la herencia antes y no le sale como esperaba; ya te digo tenía varios en ese sentido..., tenía otra serie sobre la traición entre seres queridos y la falsa amistad, mira ese que te queda va de eso. Hace tiempo los tenía todos juntos y encuadernados por series; ahora sólo me quedan estas copias sueltas.
Contento y con ganas de leer más se levantó por una cerveza y se retrepó de nuevo en la enorme hamaca de Rufo. Encendió un cigarro y se puso a leer el tercero:
LA AMISTAD, SÓLIDA COMO BLOQUE DE HIELO...
Si hubiera que medir la amistad, no habría paradigma igual que la relación entre Víctor Hugo y Paco; los dos, Carrasquilla de apellido. Un apellido del norte, de Burgos quizás, si bien su origen no está determinado; un apellido raro, tanto como hacer saltar la sorpresa en los dos estudiantes de farmacia; nunca antes ninguno de los dos se había cruzado con otro ser humano llamado Carrasquilla de apellido; todos en la universidad creían que eran hermanos.
Tales eran los lazos de amistad que crearon que así lo parecía; estos irían apretándose durante años, conseguirían aprobar la universidad estudiando juntos, se echaron novia al mismo tiempo y en la misma fecha se casaron; sus mujeres Paula y Mónica asimismo, y por la amistad forjada entre sus maridos, terminaron siendo íntimas amigas... y es que iban a todos lados juntos: futbol, cine, excursiones al campo, conciertos de música, fines de semana en la playa...; evidentemente más personas conformaban su círculo pero todos giraban alrededor de ellos dos. Incluso sus trabajos eran complementarios, uno tenía una farmacia y el otro trabajaba para una farmacéutica.
Y como tenían trabajo, decidieron tener hijos, que evidentemente nacieron al parejo; eso no lo pudieron sincronizar tan bien, pero afinaron; solo un mes de diferencia, no importaba, sus hijos irían juntos al colegio.
Tal era su unión y confianza, que al ser varones lo que esperaban, acordaron que cada hijo llevara el nombre de su amigo. Así, Víctor Hugo Carrasquilla, hijo de Paco Carrasquilla, conocería desde pequeño a Francisco Carrasquilla, hijo de Víctor Hugo Carrasquilla; de la misma manera, no había otra, los dos niños se hicieron amigos desde pequeños y juntos irían a la misma guardería.
Aquel domingo no era especia; como docenas anteriores, aquella era una barbacoa en la casa de Víctor, se alternaban entre ésta y la de Paco, otro chalecito adosado en la calle paralela; eran vecinos, claro está.
Salvo una ausencia notable, la de Paco y María; estaban visitando a los padres de ella que celebraban cincuenta años casados, todos los demás invitados acudieron, así que no se les echaba de menos. Pero Paquito se encontraba solo pues ninguna de las parejas y amigos que acudieron tenían hijos. Y solo hacía perseguir a su padre recordándole que quería la misma mochila que Hugo para ir al colegio.
Ese curso los dos niños ingresaban en el colegio; al otro día se abriría el plazo para apuntarlos al Colegio de La Merced, el más cercano y considerado de los mejores; eso lo convertía en un colegio de difícil acceso. El lunes siguiente era una fecha clave; debían ir sin falta al colegio a echar su solicitud, ésta debía ser presentada físicamente y sellada con todo rigor; había tres días para ello pero el lunes por la tarde cogería un vuelo a Berlín a un congreso de farmacia, así que solo disponía del lunes por la mañana. Le mandó un 'sms' a Paco por si quería ir con él, aunque creyó entenderle que él iría una tarde por no dejar la farmacia por la mañana, además de que ese lunes no estaría para papeleos con la muy segura ingesta de alcohol de la fiesta.
Al otro día, Víctor Hugo esperaba sentado en un gran banco de piedra a las puertas del colegio a que éste abriera, estaba solo achacándolo a que eran las seis y media de la mañana, a las siete un gran chirrido lo sacó de su amodorramiento.
El amable y achacoso bedel le preguntaba qué deseaba conforme abría una hoja del gran portón de hierro. Víctor le exponía su intención mientras observaba la cara de extrañeza de aquel hombre pequeño vestido de azul. Las palabras de éste le atravesaron el corazón.
Víctor Hugo entraba con paso firme en el elegante recibidor del centro educativo, no había nadie y sus pasos resonaban en las paredes, se dirigía al antiguo tablón de anuncios; al momento, delante suyo, una lista de quince nombres. Mientras la leía recordaba las palabras del viejo bedel: 'le han informado mal, el plazo se abrió el lunes pasado y se cerró el miércoles, creo que la lista de admitidos está expuesta, este año han entrado solo quince chavales'
No se sorprendió cuando vio su nombre en la quinta posición de la lista, Víctor Hugo Carrasquilla.
Paco le había dicho que el plazo para inscribir a los niños era ese lunes, el lunes después del aniversario de su suegro. Estaba seguro y no lo pusieron en duda, era Paco quien se lo había dicho. Y ese fin de semana la lista ya estaba hecha, el aniversario de boda era la excusa perfecta para no encontrarse en la barbacoa de ese domingo, Víctor dudó de que existiera tal aniversario.
Y es que... sus hijos competían entre ellos por una plaza.
Victor Hugo Carrasquilla, su nombre en una lista como prueba de una traición, la del amigo; la traición solo viene del amigo, nunca del enemigo. Y se denomina amigo a ese conocido con facultad para hacerlo. 'Traición' un desagradable término reservado solo para los amigos.
'Ya duda de que exista la amistad
Comprueba que esta alberga la maldad
Si buscas, pues crees en la bondad
Empieza a llamarla solidaridad'
...DE UN GOLPE SE RESQUEBRAJA Y SE ROMPE.
- ¡Joder! ¿Cómo va a haber un tío tan cabrón?, ese no es amigo ni es nada - pensaba en alto - ... también me ha gustado mucho, enhorabuena, eres todo un creador... - alababa Pablo al concluir.
- ¿Qué si lo hay?... es una historia verídica, vaya... que pasó de verdad, novelada pero real - explicaba orgulloso Pedrojo.
- Pues sí, me lo creo..., oye... deberías escribir un libro - acertaba a decir Pablo.
- ¿Sobre qué?
- Sobre ti.
- ¿Sobre mí?, no hay 'spí' suficiente...
Los tres se partían de risa. Eran las once de la mañana y ya estaban otra vez liados. Quedaba un cuento, muy corto; Pablo exultante, decía... 'Éste os lo leo en voz alta, desde aquí y que lo escuche todo el mundo', Pedrojo lo miraba y sonreía mientras lo veía subirse al techo de la furgoneta del 'Greñas', cosa que no le hacía mucha gracia al dueño pero tampoco puso inconveniente, eran cosas de festival, peores las había visto. Así pues, sin previo aviso, la alta estampa de Pablo se agrandaba desde allí arriba, a grandes voces comenzó a leer.
EL PARLAMENTO.
El Parlamento estaba en silencio, el resultado de la votación sería demoledor para la Humanidad; minutos antes, aquella gran sala de la ONU era un avispero; 20.000 millones de personas, de una manera u otra, estaban pendientes de aquella reunión.
El control de natalidad comenzado hacía noventa años no había dado resultado, los países emergentes no habían cumplido lo pactado y a las pequeñas bajadas demográficas siguieron altos picos de aumento; coincidiendo con recuperaciones económica de estos países, el efecto rebote del índice de natalidad fue irreversible. La cifra de veinte mil millones alcanzada ese año desbocó la histeria colectiva mundial; la Humanidad tenía problemas para sobrevivir.
Los ingentes programas de redistribución de alimentos solo alimentó la aparición de mafias internacionales, la comida era el bien más caro. Los recursos energéticos de origen sostenibles implantados tarde, nunca desbancaron, ni adelantaron, al petróleo o carbón. Los inmensos movimientos migratorios provocados por guerras y hambrunas habían desestabilizado los gobiernos. En los últimos cien años el cambio climático había exterminado la mitad de las especies del planeta. Todo país con potencia nuclear tenía sus ojivas fuera de sus escondites; y todos apuntaban contra todos.
La discusión hasta ese momento había sido ardua; llevaban con éste, tres días con sus dos noches allí reunidos; Frank, el activista por los derechos humanos de Equality no podía creerse lo que estaban votando aquellos dirigentes mundiales; nadie acataría tal decisión y todo estallaría por los aires. Y si la decisión fuese la contraria, todo estallaría de igual manera; puesto que significaba seguir como hasta ahora, después de llevar ciento veinte años tomando medidas al respecto. El ser humano estaba al borde del colapso, los intereses particulares de cada gobierno habían llevado a tomar decisiones que se volvieron en su contra; el egoísmo de las clases privilegiadas ignoró el instinto de supervivencia de los más necesitados y el estallido social fue mundialmente respaldado. El instinto de supervivencia luchaba en las calles
Frank había sido expulsado de la gran sala al tiempo que escuchaba:
"A votación: Propuesta de Ley Mundial de Obsolescencia Humana Programada"
Tan sólo tres personas se habían parado a escuchar las grandes voces de Pablo, los tres aplaudirían al final del cuento, acto que el lector correspondía con una reverencia que casi le hace perder el equilibrio y caer desde el techo de la ambulancia reciclada. Bajaría con mucho cuidado, deslizándose por el enorme parabrisas delantero marcando una enorme sonrisa en su cara.