La Fábrika de Utopías - Capítulo 14


Amaneció el día de la estampida y pocos despertaron pues casi nadie había dormido. A la nueve de la mañana, Manu y Pablo estaban fuera de la tienda, el calor aceleraba la decisión de salir. Rufo y el 'Greñas' dormían en sus furgonetas, las chicas no habían llegado todavía de la 'rave'. Pedrojo estaba ya levantado. Aseándose, se echaba una botella de agua por encima. Eran la primera vez que veían a Pedrojo sin camiseta. Los tatuajes recorrían todo su cuerpo. Sólo habían visto los de sus brazos, y éstos eran bastante desagradables, como patas de araña que atravesaban personas. En la espalda lucía una gruesa A encerrada en un círculo que la ocupaba toda. En la zona lumbar tenía, con mayúsculas historiadas la palabra 'SOLIDARIDAD'. El pecho, abdomen y los costados parecían un tebeo macabro, en consonancia con los de sus brazos. Sólo escenas de barbaries. En su costado izquierdo, una montaña de esqueléticos cadáveres, reflejaban fielmente las de las cámaras de gas de los nazis. Eso enlazaba por delante, hasta el ombligo, con un oscuro encapuchado que se erguía ante una fila de personas de rodillas y decapitados. Encima un caballero de las cruzadas cortaba cabezas de árabes desde su caballo. En el costado derecho ardía un esqueleto en una enorme hoguera. Debajo, tres niños famélicos rodeados de moscas. Desde ahí, por delante y hasta el ombligo el famoso cuadro de los fusilamientos de Goya. Encima, una bomba nuclear explotaba en una ciudad, rostros ardiendo salía de ella y miraban directamente al observador. Los dibujos se difuminaban unos con otros. Entre las grandes escenas, otras pequeñas completaban la obra maestra que exhibía, como un esqueleto en una trinchera con una cámara de gas. Desde el pecho, la cabeza de una horrible bestia miraba a quien la mirara. La baba que caía de su amenazante boca se convertía en las escenas de los tatuajes. En los brazos se dibujaban las extremidades de la bestia.

- ¡Joder! Tío, es impresionante - decía maravillado un alegre Pablo, se le notaba la inercia del día antes.

- Si a alguien he conocido, ése sabía hacer tatuajes.

- No te caben más.

- Ya no me hago más, de todo se harta uno en esta vida, además no me queda sitio y la maldad del hombre sigue imparable; aunque para representar eso, se necesita la muralla china por los dos lados.

Tenían hambre, un montón. Sacaron el resto de las viandas que tenían y pudieron acondicionar tres bocadillos de pan que parecía goma. Pedrojo puso la cerveza y Pablo una lata de chopped.

Eran sobre las diez y desde allí se veía como ya se empezaban a desmontar alguna que otra tienda de campaña.

- De aquí se va todo el mundo. Nosotros nos iremos mañana - informaba Pedrojo.

- Ya - decía Manu - sabía que lo hacían por ellos, les llevarían a Madrid. Normalmente se irían de allí el martes o miércoles.

Entonces aparecieron las chicas procedentes de la 'rave'. Las tres con cara de cansancio y con intención de ir directas a la cama. Tania y Mar aparecieron, de nuevo, con la cara pintada.

- Esto parece que se está acabando - decía Mar.

- Si por ti fuera... - le decía Pedrojo

- Vámonos a la playa - interrumpía de pronto Tania.

- Estamos a cientos de kilómetros y hay que regresar a Madrid, eso es para el otro lado - indicaba Pedrojo.

- Y nosotros nos vamos ya para Bilbao - aclaró Rufo que salía del furgón verde - mañana, lunes, tengo que currar.

Tania y el 'Greñas' se fueron para Almería, a las 'Negras'. Uno conducía y la otra dormía. Lula y Rufo salieron para el norte. También ocurrió lo mismo. Eso sí, antes de arrancar se despidieron efusivamente quedando para el año que viene.

- No sé yo, veremos a ver si hay Aupa - lamentaba Mar.

Ese día se quedarían allí no sólo ellos, una decena de furgonetas pensaron lo mismo, entre ellos los vecinos 'rastas' que, de nuevo, aparecieron con varios platos de paella vegetariana. 'Un arroz al llegar y otro al irnos, toda una tradición con nueve años de antigüedad' dirían; 'menos cruel que muchas' se lo agradecían.

Al caer la tarde, cuando aquello se convirtió en un enorme llano polvoriento, la basura lo inundaba todo. Mucha gente del pueblo rebuscaba en ella, tanto cosas perdidas como cosas aprovechables. Otros buscaban comida, desechada por los visitantes e intactas en sus paquetes de procedencia, todo un desperdicio propio de estos tiempos e impropio del carácter libertario que se suponía a los asistentes, cosa que indignaba bastante a Mar.

Se quedarían ellos y bastantes furgonetas más, de las tiendas, sólo quedó una. Ahora primaban los punkis con furgonetas y perros.

Así que solo quedaron Mar, Pedrojo, Manu y Pablo, los vecinos más próximos a doscientos metros; el sol a dos cuartas sobre el horizonte, y sin apenas haber dormido en cuatro días, los cuatro amigos se sentaron donde pudieron a la sombra de la furgoneta.

- Y ahora de cien a cero - indicaba Pedrojo sacando una botella de agua de la nevera portátil.

- ¿Cómo? - no entendía Manu.

- Pues que si quieres dormir, hay que cortar de raíz - aclaraba Mar.

- 'Picha' que llevamos una semana durmiendo a sobresaltos y eso no es dormir; tú te crees que duermes y estás despierto; y a veces te crees que estas despierto y en verdad estas durmiendo. Y eso durante un par de horas al día 'ná' más. Vamos... que no es plan. Que hay que enlazar cuatro o cinco horas seguidas de sueño como sea, así que a beber agua hasta que me quede dormido.

Mientras esto ocurría, entre los cuatro repasaban las anécdotas del festival; las actuaciones, el recinto de conciertos, la guardia civil, la gente nueva que habían conocido y lo buenos que eran todos, se preguntaron qué habría sido del perro por todos conocidos por 'tripi' y que nadie había visto. En definitiva un extenso repaso que los llevó hasta entrada la noche, hasta que Pedrojo se quedó dormido hablando.

El lunes muy temprano enfilaron la autovía de regreso a la capital. Pedrojo se quedaría unos días en la 'fábrica'. A los veinte minutos, los dos amigos yacían en la cama de la furgoneta, aplastados por mil kilos de cansancio. Mar, recostada en el sillón del copiloto, se hacía un porro; sólo para ella, pues Pedrojo se abstenía de cualquier clase de drogas cuando conducía largos trayectos, 'no se usan para conducir' decía. Mar no tardó en quedarse dormida con la cabeza doblada hacía la derecha y apoyada sobre el cristal. Pedrojo la miraba y por el retrovisor, miraba a los muchachos, se sonreía pensando en la diferencia de edad. Él podría ser su padre y, sin embargo, habían estado conviviendo cinco días como auténticos amigos; emborrachándose juntos, cantando y bromeando como colegas. Se decía 'será porque la actitud no tiene edad'; el 'punk' era una actitud ante la vida y ésta era la que los unía.

Puso a Eskorbuto a volumen bajo, nivel no acostumbrado ni aconsejado para su escucha, pero que afloraba el lado paternal protector del humano para con su manada.

'Nuestras vidas se consumen,

El cerebro se destruye,

Nuestros cuerpos caen rendidos

Como una maldición'

Ahora, con la mirada fija en la carretera, sólo pensaba una cosa: no encontrarse con la Guardia Civil. Cosa que ocurrió, no vio ningún 'picoleto' en todo el trayecto. Se felicitaba por ello, la 'punkoneta' era un imán y los guardias, limaduras de hierro. Más de una vez se la habían puesto patas arriba por mero entretenimiento; 'la probabilidad de encontrar drogas en furgonetas así era muy alto', según le comentaban los propios agentes; y era evidente, los adornos que éstas suelen llevar así lo indican, sobretodo enormes pegatinas representando la hoja de marihuana, como la que lucía la 'punkoneta' al lado del faro derecho. Pedrojo les replicaba 'si tengo que llevar cinco kilos de coca, los llevo en un mercedes con asiento de cuero y no en esto'. Les hacía ver que lo suyo no era lucha contra el narcotráfico, sino 'una puta mierda recaudatoria y ganas de joder' les decía por si no lo pillaban.

Serían sobre las seis de la tarde cuando dejaría a Pablo en su misma puerta, debajo de su bloque, con la frase 'lo has petado compañero', el cual agradeció, intentó hablar pero tuvo que vomitar detrás de la furgoneta, en una providencial alcantarilla.

- Tres días en uno pasa factura - le decía Mar al salir a auxiliarlo y cuando se recuperó un poco.

- ¡Joder!, si vosotros estáis nuevos, mira a Pedrojo, el cabrón... si lleva una semana y está como si nada.

- Es su estado natural, no te mires en él que necesitas sacos - reía Mar - es un mutante.

- Sí... ¡mutante del 'spí'!, - gritaba Pedrojo desde el puesto de conductor - como 'el Hombre de Arena'.

En un minuto dejaba a Manu al final de su calle, donde pudo aparcar un momento en doble fila.

- Bueno, hasta aquí llegamos - dijo Pedrojo - saca la mochila de atrás.

- Joder, todo lo bueno se acaba.

- Y lo malo, vamos chaval, que lo que no se acaba significa que ha acabado contigo.

- Tú sí que te lo acabas todo - rio Mar.

- No te quepa duda.

- El año que viene me apunto - insistió Manu.

'El pasado ha pasado

Y por él no hay nada que hacer

El presente es una mierda

Y el futuro no se ve'.

Le canturreaba Pedrojo en voz baja mientras le colocaba el macuto en la espalda.

- Sí tío, pero el año que viene yo voy, empiezo a ahorrar mañana mismo. No me lo pierdo fijo.

- Allí estaremos compañero - dijo dándole un fuerte abrazo.

Mar interrumpió,

- Vamos que estoy frita por ducharme, nos vemos esta semana, escríbeme al correo que lo leo cuando puedo... - le dijo besándolo ligeramente en los labios.

Con una rara sensación de alegría y tristeza enfiló la calle hacia su portal. Aunque había venido dormido casi todo el viaje, pensaba que aun necesitaba de un par de días de sueño para quitarse el cansancio de su cerebro y músculos.

A diez metros de su portal, caminaba mirando hacia el suelo, pensaba en ducharse y acostarse cuando el grito de una mujer desde la acera de enfrente lo sacó de ello. Le siguieron otros tantos gritos; miró a las personas que gritaban y vio que miraban hacia arriba, hacia su bloque. Alzó la cabeza hacia donde todos miraban alarmados, justo a tiempo de ver como su padre se tiraba desde el balcón, caía a una velocidad espantosa y se reventaba, aplastado contra el asfalto, a escasos quince metros de él.

Se quedó paralizado, horrorizado ante la visión de su padre en medio del charco de sangre que se formó inmediatamente.

Se sacudió la mochila de la espalda y corrió hacia el cadáver al grito de '¡¡papá!!'... paró en seco al sentir el chapoteo de la sangre bajo sus pisadas y empezó a llorar entrecortadamente. El alarido de su madre desde el balcón del séptimo piso le agujereó el estómago y mirando hacia ella rompió a llorar a gritos.

Al momento estaba rodeado de viandantes y vecinos, fue reconocido por uno y retirado de su padre, venciendo a la fuerza su resistencia; el cadáver no era una visión recomendable para el muchacho, le hablaban intentando calmarlo, muchos lloraban, lo conocían; y otros se explicaban entre ellos lo sucedido. La policía local llegó al momento, pero no pudieron evitar que Lucía, ahogada en llanto, corriera a abrazar a su marido. Fue ella quien le arrancó el papel de la mano. Manuel se había tirado con la orden de desahucio en la mano, y ahora Lucía la hacía pedazos mientras entre sollozos se preguntaba '¿por qué, Manuel, por qué?

Manu la vio de rodillas junto a su padre y no pudieron retenerle, corrió hacia ella, arrodillándose la abrazó y se fundieron en un solo llanto.