La Fábrika de Utopías - Capítulo 15
El tanatorio estaba lleno, todo el barrio acudió a dar el pésame a la familia, muchos periodistas merodeaban por allí. Mar, Pedrojo, Dario y María se mantenían aparte; Pablo había ido a la 'fábrica' para avisarles ante la inmediatez y la imposibilidad de hacerlo de otra manera. Por el dolor les costaba entrar y ver a Manu. Además querrían verlo a solas y no bajo los flashes de los periodistas. De lejos observaban el trasiego cuando vieron como Manu se les acercaba. Pablo le había comentado que ellos estaban allí, se daban valor para afrontar al muchacho. La última vez que lo vieron, hacía muy pocas horas, era el chico más feliz del mundo y ahora el más desgraciado. Mar deseaba abrazarlo y no esperó a que llegara, arrancó a correr hacía él, lo abrazó y lloró, no había que hablar; los demás llegaron y todos se fundieron en un gran abrazo con su amigo. Luego se hizo ese silencio que se acompaña de ojos encharcados en lágrimas y de ese pellizco en la boca del estómago que provoca la empatía.
- ¿Cómo estás? - le preguntaba Mar.
- Jodido.
- Si necesita algo dínoslo.
- Nada, gracias, esto es una mierda - dijo mirando a Pedrojo.
- Lo tuyo es duro compañero, y sí, la vida es una mierda.
- Se fuerte Manu - le dijo María.
- Sí tío, hay que tirar para adelante - animaba Dario.
- Gracias por venir.
- No tienes que darlas, ¿cómo están tu madre y tu hermana? ¿Qué vais a hacer ahora? - se preocupaba Mar.
- Mi madre está destrozada, mi hermana no para de llorar, la cosa está mal, nos echan de mi casa, por eso... mi padre... - rompió a llorar.
Mar lo acompañaba en el llanto y los demás lo aguantaban, tras un momento.
- Mi madre dice de irnos a vivir con mi tía. Pero yo no quiero, la casa de mi tía ya es pequeña para su familia... y tres más...
- Que no tío, que ese desahucio hay que pararlo, no te preocupes que no os echan, puto capitalismo de mierda - decía Mar.
- No sé, parece que mi padre había agotado todos los plazos legales, no sabía que la cosa estuviera tan mal. Ahora lo comprendo, todo el día metido en su cuarto, se estaba volviendo loco. ¿Sabéis que se tiró con la orden de desahucio en la mano? - dijo entrecortadamente.
- Sí, nos lo ha contado Pablo.
- No sé qué vamos a hacer, nos ha dejado solos.
- Ánimo Manu, ¿no acudió tu padre a la Asociación Contra los Desahucios?
- No, ni siquiera mi madre sabía que el tema estaba tan avanzado, aunque no la culpo, apenas sabe leer ni escribir.
- La pobre, debe estar hecha polvo - decía María.
- Sí.
- Mira, tenemos que buscar ayuda, no creo que os echen con la nueva situación en la que os encontráis, una viuda con dos hijos, muy cabrones tienen que ser... - decía Mar.
- Lo son - sentenció Pedrojo - eso y más. Los putos fachas del gobierno no han mirado nunca por el obrero y no lo van a hacer ahora. Manuel no ha sido el primero, ni será el último. Estos son asesinatos, Manu, tu padre no enloqueció, lo mataron. Los putos bancos entienden sólo de beneficios, tenéis que prepararos para lo peor.
- Es que, además de quedarse con nuestra casa nos exigen treinta mil euros más, es de locos, no sé qué vamos a hacer... - y comenzó a llorar de nuevo.
Mar y María le abrazaron, Pablo y Darío lo miraban con lágrimas en los ojos, Pedrojo apretaba la mandíbula y miraba al suelo pensativo; él no podía hacer nada ¿o sí? Al momento dejó de preguntárselo.
- Tengo que irme - dijo Manu secándose las lágrimas.
- Dale el pésame a tu madre y tu hermana - decía Mar dándole un beso en la cara - hay mucha gente...
- No os preocupéis, ya se lo digo yo; aunque quiere conoceros, no creo que éste sea el momento, además todos se os iban a quedar mirando fijamente - dijo Manu con una leve sonrisa, mirando a Pedrojo con su multitud de aros plateados en el rostro, sus cadenas colgando del cinturón, las pulseras de pinchos y las botas de soldado - y sé que eso no te gusta.
- No me gusta la gente y gente somos todos - sonrió.
Pedrojo no solía ir a velatorios ni funerales; para él, la gente se convertía en persona, si recibía de ella algún acto claro de solidaridad. Pensaba que un funeral era un acto social que aspira a ser un acto solidario con el dolor de la familia y que, normalmente, está dominado por la hipocresía.
Aquel no era de esos funerales; aquel tenía unos enrevesados motivos, que nos hacían culpables a todos, por amparar un sistema de gobierno que permitía la tortura hasta la muerte del pueblo por parte del capital. Pensaba que Manuel, en realidad, sufrió durante años una tortura sicológica. Había una víctima y los responsables indirectos se reunían a llorarla. Pensaba que seguir permitiendo esta democracia, era seguir permitiendo los abusos de poder y la diferencia de clases; los políticos convertidos por derecho en clase privilegiada, innecesaria y parásita del estado, están supeditados al poder capitalista que los pone donde están, al poder del dinero, el verdadero dios todopoderoso del ser humano. Pensaba que el ansia de dinero es lo que mató directamente a Manuel.
- Dentro de cuatro horas le darán una misa y lo incinerarán - informaba Manu antes de marchar.
- Nosotros nos vamos, estaremos en la 'fábrica', pásate por allí cuando quieras, ¿vale? - rogó Mar con los ojos humedecidos.
- Sí, vale, gracias otra vez por venir.
- Queríamos venir, no hay que dar las gracias.
Todos abrazaron y besaron a Manu con una tristeza que se hacía notar en la boca del estómago. Se alejó con Pablo.
Unos periodistas de un programa de televisión habían estado observando cómo el hijo de la víctima hablaba con el grupo de punkis. Cuando se separaron fueron hacia ellos.
- Buenas tardes, ¿sois amigos del muchacho?, ¿os importaría contestar algunas preguntas desde el plató? - dijo uno.
- Vete a la mierda - espetó Pedrojo.
- Oye, capullo, que sólo estamos trabajando...
No obtuvo replica, los cuatro se alejaron andado despacio y mirando al suelo, al llegar a la furgoneta Mar le preguntó.
- ¿Por qué has mandado a la mierda a esos pobres?
- No es personal, venden morbo, recuerda que el padre cayó aplastado a escasos metros de su hijo.
Los días siguientes fueron un martirio, el respeto por el dolor de la familia duró un día; al siguiente a la incineración, costeada por los vecinos, las llamadas de programas de televisión, periódicos y programas de radio, eran incesantes y todos querían hablar con Manu principalmente. Tan sólo hablaron con la plataforma cívica anti-desahucios, que lamentaron que no hubieran hablado con ellos antes; la tragedia se podría haber evitado si Manuel hubiera buscado ayuda..., 'o no' ponía en duda Manu, recordaba algo de las charlas en el campamento del Aupa: '¿Qué hace el ser humano despojado de su dignidad?, enloquecer. El elemento básico del sistema capitalista es el consumidor, pertenecerás al sistema si consumes, si no pagas te expulsaran de él; para luego caer en el que define al ser humano, la solidaridad. Cuando el estado se desentiende, es decir, se terminan las ayudas programadas por el sistema, el ser humano acude a sus semejantes, acude en busca del ser humano, en busca de solidaridad; en busca del plan B que en realidad debería ser el plan A. Si el plan B no es suficiente, no hay razón para que la razón no te abandone. Para qué seguir siendo ser humano.' Decía Pedrojo en uno de sus múltiples soliloquios.
Carlos, uno de los cabecillas de la plataforma, les ofreció toda su ayuda. Aquello no se acababa con la muerte de Manuel, la orden de desahucio seguía viva y esa sí era la que debía morir. Les visitaba a menudo, a diario.
Organizarían una manifestación pacífica para ese domingo ante el Instituto Nacional de la Vivienda, en repulsa por la muerte de Manuel. Le indicaron que tenían abogados en la plataforma, se encargarían de recurrir ante el juez la sentencia de desahucio. Carlos les insufló algo de optimismo. Les decía:
- La situación ha cambiado, el banco debe negociar; tu marido está muerto y eso no puede ser ignorado. La manifestación de mañana será una medida de presión, saldrá en todos los medios de comunicación y éstos querrán ver qué tiene que decir la otra parte. El banco no quiere ser el monstruo de la película, más de lo que es; debe abrir la mano, no les interesa la mala publicidad de un caso como el vuestro.
Manu pensaría que eso es lo que su padre suponía, que valía más muerto que vivo.
- Habéis sufrido un golpe muy grande y en la plataforma, somos muchos los que colaboramos desinteresadamente, algunos son víctimas directas como vosotros y os dirían que no culparais a Manuel. A muchas personas el orgullo les puede.
- ¿Podemos seguir viviendo aquí? - le preguntó Lucía.
- De momento sí. Todavía quedan tres semanas para la fecha efectiva del desahucio, confiamos en poder anularlo y de momento aplazarlo.