La Fábrika de Utopías - Capítulo 17
Y es que Mar era de cuatro a cinco años mayor que él, pensaba en el autobús que le llevaba al polígono Sur II, él estaba perdidamente enamorado de ella y ésta le daba una de cal y otra de arena.
Era lunes, en un correo electrónico Mar le indicaba que estarían en la 'fábrica', ensayaba nuevos trucos con Darío y María. Pedrojo había salido para la costa gaditana el día después del funeral. En pleno agosto, las playas de Tarifa, Zahara y Bolonia eran perfectas para montar su tenderete punk, siempre y cuando los policías locales le dejaran en paz. Pensaba estar una semana descansando después de la vorágine del Aupa. Y ahora reflexionando sobre lo ocurrido a Manu.
En un par de días volvería en una, denominada por él, 'vuelta caliente'. Subiría con cincuenta kilos de hachís escondidos en la furgoneta. Su total convencimiento sobre la legalización de todas y cada una de las drogas, unido a su total negación del concepto de autoridad del estado, hacía que no sintiera ningún tipo de remordimiento social, al revés, si pudiera se fumaba todo lo que llevaba.
El seguro de la furgoneta estaba al caer, no se prodigaba mucho en estos viajes; sólo cuando necesitaba dinero de verdad, un gasto de seiscientos euros era la valla económica más alta que tenía que saltar en el año y estaba lejos de ser ahorrado. Durante un año, el impuesto de circulación del vehículo, la revisión de la ITV, el seguro y la gasolina eran su nexo de unión con la sociedad. Este gasto era inexcusable y si no tenía, acudía a los 'viajes calientes' para ello. Ajustaba la cantidad de dinero que necesitaba al valor del cargamento. El lucro personal quedaba lejos de su conciencia social y su concepto de sociedad. Algún que otro chapuz, la venta de pulseras y el trueque de collares por comida hacía el resto. A veces trapicheaba con 'speed' en los festivales, pero en la mayoría de las ocasiones era para pagar lo que él se metía.
Volvía a la 'fábrica' ese lunes. Y lo hizo a la par que Manu. Había salido muy de madrugada y llegaba a esa hora de la mañana. Manu caminaba desde el autobús hacia el inmueble 'okupa', observaba la exasperante actividad de un polígono industrial un lunes por la mañana, de pronto un bocinazo, sordo y rasgado, a su espalda, le sacó del pensamiento en el que iba distraído. Se giró, vio la 'punkoneta' y la espléndida sonrisa de Pedrojo, rodeada de aros plateados, tras el gran parabrisas lleno de mosquitos aplastados. Se subió por la puerta lateral, se saludaron con un apretón de puños y se sentó en la cama. Pedrojo lo miraba por el retrovisor interior, que no servía para nada ya que, detrás, llevaba perennes cortinas negras. Sólo lo usaba cuando alguien se sentaba atrás y lo aprovechaba para mirarlo. Como esto ocurría muy de tarde en tarde, era un retrovisor inútil.
'Zombies, nazis
desde el infierno
Se alimentan de tu odio
Se alimentan de tu miedo'
- ¿Cómo vamos? - saludó Pedrojo bajando el volumen a Enterradores, un grupo amigote de Pizarra en Málaga.
- Bien... - correspondió Manu mirando al retrovisor, Pedrojo le infundía respeto.
- Tienes mala cara.
- He dormido poco, ayer hubo jaleo con la policía otra vez, en la manifestación contra los desahucios.
- ¿Te dieron otra vez?
- No, a mí no, a Pablo. No tiene nada... un chichón pero, joder, ayer comprobé que el gobierno se pasa por el forro las manifestaciones. Ayer casi no nos dejaron acabar, ordenaron disolver cuando todavía quedaba gente por intervenir en el acto final. El otro día lo mismo ¿pasa algo después de una manifestación?, nada. Todo se queda en gigantescas rabietas ignoradas.
- El poder nunca escucha al pueblo. Es convocado a que vote cada cuatro años porque es su método. Y gane quien gane la misma mierda es. O con mayoría absoluta o con pactos, se convierte en una micro-dictadura, la decisión de uno, lo que diga el 'presidente' te guste o no, sea razonable o no. Se creen algo y son marionetas del capital y de los 'mercados', que llegan y te meten por el culo su prima del riesgo y su puta madre... resumiendo, si a Rajoy se la 'refanfinfla', y te digo yo que al capullo éste le suda la polla el bienestar de la gente común, se la 'refanfinfla' a todo su séquito... ¡me cago en 'tó'! - se había calentado como en un microondas, igual se enfrió al doblar una esquina y ver al fondo la ingente silueta de la 'fábrica' - 'picha'... llegando... ahí está el hogar de tu amada, el castillo de la princesa, el nidito de...
- Ya vaaale... - sonreía Manu mientras aparcaba en el lateral del inmenso inmueble abandonado, lo que hizo que su conversación acabara. Pedrojo reía mientras apretaba el claxon de la furgoneta, que sonaba sordo, hueco y roto.
Primero los perros y después Mar salieron por el gran portón a darles la bienvenida. Cada uno recibió un gran abrazo y dos fuertes besos en las mejillas. La rara sensación volvió; a veces Mar lo trataba como un amigo y otras como su novio; le ardía el deseo de aclararlo con ella pero no lo hacía por temor a la respuesta.
- ¿Cómo estás? - le preguntó Mar, que, con aspecto de recién duchada, estaba bellísima.
- Bien.
- ¿Y tu madre?, ¿y tu hermana?
- Bueno, asimilándolo.
- Subamos arriba, iba a hacer café, Darío y María se están duchando; acabamos de terminar de ensayar - informaba mientras acometían el largo pasillo lateral de la nave.
- Mejor unas birras ¿no? - indicaba Pedrojo que llevaba bastante tiempo despierto y las doce de la mañana era una hora más que respetable para su estómago.
- Pues tendrás que ir a pillarlas, aquí no hay.
- No pasa nada... en la 'punko' tengo algunas - dijo, volviéndose sobre sus pasos y aguantando de nuevo los ladridos de los mastines, que en aquella inmensidad sonaban con eco.
Mientras lo esperaban, Manu miraba a Mar, le parecía la criatura más bella del mundo. La incomodidad de la duda asomaba en su mirada. Mar le miraba a él y se daba cuenta. Lo cogió de la mano y susurrando le dijo al oído.
- Tonto, no te das cuenta que es más sí que no.
Aquello cogió por sorpresa al muchacho, no era un 'te quiero' pero se le parecía mucho; esbozó una enorme sonrisa y le soltó lo primero que le pasó por la cabeza, que era lo que más deseaba.
- ¿Puedo besarte?
- Debes.
Se fundieron en un cálido beso entre máquinas oxidadas que duró hasta que quiso Pedrojo. Los veía de lejos mientras se aproximaba, se paró y esperó por no interrumpir. El joven se merecía un poco de cariño y Mar también. Apreciaba al muchacho, era amigo de poca gente así que debía ser el instinto paternal, pensaba. Lo que pasaba era que no terminaban y él estaba frito por acoplarse en un sofá y emplearse en una 'panzona'.
- Ya está bien, que me vais a calentar las cervezas - cortó provocando la risa en la pareja.
- Venga sí, vamos - dijo alegremente Mar cogiendo de la mano a Manu y arrastrándolo escaleras arriba.
Aquel era el primer bloque de oficinas, le seguían dos más. Manu no se había dado cuenta que bajo las escaleras, grandes portones conectaban con los otros edificios. 'Esto es un complejo enorme' pensaba; el bloque 'vivo', el primero no dejaba de sorprenderle; se fijaba en el arte que había pintado por las paredes de los anchos pasillos. Cada vez que iba descubría nuevos rincones de aquella mole cuadrada multicolor. Multitud de posters anunciaban cientos de actividades sociales, antiguos y desgastados cuadros de turno y trabajos se resistían a despegarse totalmente de la pared. Se anunciaban conciertos, exposiciones de cuadros y figuras de barro, mercadillos, clases de judo y capoeira, carteles anti-taurinos...; uno le llamó la atención 'corte de pelo dos euros', lo que le hizo pensar en la cantidad de gente que tuvo que acoger la 'fábrica' en sus buenos tiempos. Miraras donde miraras, algo se leía.
Manu subía las escaleras detrás de Mar. Una gran sonrisa delataba que en ese momento, su mente sólo procesaba el beso de Mar, ni rastro de su padre, que aparecería en un instante.
María y Darío les esperaban en el gran salón de reunión y trabajo, habían preparado la gran cafetera y la tenían puesta a fuego lento en la pequeña hornilla de gas.
- ¿Qué tal Manu, cómo lo llevas? - saludó Darío abrazándolo.
- Hay que tirar para adelante, cariño - le dijo María mientras le daba dos tiernos besos en la cara y le abrazaba fuertemente.
- Aquí apesta a café... ¿Quién quiere cerveza? - sesgó Pedrojo.
- Yo - dijo Manu firmemente - y un porro.
- Eso está hecho, compañero.
- Tú verás estos dos... - rio Mar, que veía que si había alguien capaz de animar a Manu y hacerle olvidar un rato su situación, era su viejo amigo y ella, claro.
- Peña, se me ha roto la 'punkoneta' en Despeñaperros; nada, un manguito de mierda, que se le suelta de vez en cuando. ¿Qué pasó?... que llegaron los 'picoletos'.
- ¡Tío!, ¿y el 'chocolate'? - preguntaba alarmada Mar.
- 'Ná', 'killa' si no llevan perros no hay cojones de averiguar donde va. Además me la suda.
Manu bebía cerveza y escuchaba haciéndose una idea.
- Han mirado en cuatro lados y se acabó.
- Es que... la leonera que tú llevas - dijo María y todos rieron.
- ¡A la mierda!, brindo por el libre consumo de toda clase de drogas y los 'papeles' de la 'punko' en regla para pegarle en los morros a los 'picoletos'.
Aquello se fue convirtiendo en una relajada mini asamblea de ciudadanos, los del café se pasaron a las cervezas, los porros y al diálogo.
- Manu, sabes que vi a Pablo ayer en la manifestación - dijo Darío.
- Sí, me lo encontré después, le dieron bien pero se lo buscó.
- Eso te iba a decir, me pareció verlo de lejos mientras se tapaba la cara y se ponía la capucha.
- Se ha radicalizado, ahora va mucho por la Kantina, ha conectado con Raúl, tienen una banda de punk. Quieren que toque con ellos y si es así, parece que han congeniado bastante.
- ¿Qué es lucha y qué violencia?, he ahí la cuestión - arrancó Pedrojo con un litro de cerveza por gasolina - Manu, tú mismo me comentabas antes en la furgoneta que el gobierno se pasa las manifestaciones por el arco del triunfo... una, otra, otra y otra... 'tó pa ná' ¿huelgas generales? Tiros al cielo... contarle chistes a un perro... kilométricas marchas multitudinarias que atraviesan España y que duran días sólo para gastar zapatillas... en resumen, no te hacen ni puto caso. Ignoran las reivindicaciones sociales del pueblo y sin embargo, les hacen leyes a medida a los curas, protegen a millonarios corruptos defraudadores de hacienda y a gobiernos que mutilan los derechos humanos. Sin contar el dinero negro, que está probado que manejan en su provecho y a sabiendas.
Y hasta aquí la 'lucha', la manifestación, la lucha obrera. Ahora viene la 'lucha del obrero', la del individuo que está hasta los cojones y que, como todo animal mamífero acosado y acorralado, ataca. El ser humano se siente atacado y amenazado en su capacidad para sobrevivir, su instinto de supervivencia responde, entonces sólo le queda la violencia para hacerse oír. En su cabeza la violencia se legítima cuando no hay otra opción. Es qué, es eso o seguir siendo humillados. Es la guerra.
Y cuál es el problema de la violencia, lo dicho de siempre, que genera más en tu contra, principio de acción y reacción 'más o menos'. Obtienes lo mismo de la otra parte y si ésta es cien veces más fuerte que tú, no es lógico enfrentarte a ellos, ¿por qué se hace?... porque les suda la polla lo que les pase. No tienen nada que perder. Y recordad que cuando a alguien no le importa lo peor que le pueda pasar, es peligroso. Es el 'todo o nada'. El pueblo que lo pasa mal, pelea; y ¿quién lleva la lucha hasta el final?... los más comprometidos... la extrema izquierda. Y esta violencia la genera una lucha justa, no es una violencia gratuita; la lucha contra el fascismo, democráticamente instalado pero fascismo, es legítima.
Para mí, las palabras violencia y solidaridad no encajan bien. Y si no encaja con la solidaridad no encaja con la anarquía. A ver, es mí parecer... que si por algo se conoce al anarquismo es por poner bombas en iglesias, como me decía Pablo... no sé... prefiero educar a los niños en no ir a las iglesias, a ponerles claro que Dios no existe y que las iglesias se hundan ellas solitas. ¿Que es imposible?... ya lo sé, pero es lo que hay que hacer.
¡'Chiss...pon'!, trae para acá el porro.
- Joder y ahora que decimos nosotros... - reía Mar.
- Pablo dice que los bancos son los culpables y que si algo les cuesta reparar los destrozos, algún 'currito' se llevará algo.
- Destruyamos España para volver a reconstruirla es de locos - decía María.
- No, sólo a los representantes del capitalismo, que sin duda es el culpable de todo esto - replicaba Mar.
- ¿Tú estás de acuerdo Mar? - le preguntaba Manu sorprendido.
- No, no estoy de acuerdo con destrozar gratuitamente papeleras, contenedores y mobiliario urbano pero un par de cajeros automáticos... ¿por qué no?... si el ataque es irremediable, que sea a los culpables; nuestra ley por nuestra mano, como los linchamientos de las películas del oeste, pero con razón, como la revolución francesa.
Manu se dio cuenta de lo poco que conocía a Mar.
- El banco como organismo distribuidor del material dinero es necesario - decía Darío - somos siete mil millones de criaturas y el trueque no funciona con esos números; si el dinero no existiera habría que inventarlo. El problema está en el uso y manejo de esa cantidad tan ingente de dinero. Dependiendo de este uso, el 'dinero' se convierte en 'capital' cuando su objetivo es crear más dinero y pierde su función básica de aceite del trueque. Es el egoísmo del ser humano quien transforma el material dinero en el jodido capitalismo, o necesidad de amasar más dinero. El egoísmo es instintivo, deriva del instinto de supervivencia, es innato. No se puede erradicar.
- Así es - actuaba Pedrojo - sólo se puede educar, a través de la solidaridad que para eso somos inteligentes; ésta hizo que floreciera la parte humana del mono. La parte animal, que es el instinto de supervivencia barra egoísmo; enemiga de la parte humana, la solidaridad barra sociedad. Es de cajón y no hay nada que hacer. La inteligencia sirve por igual a la solidaridad que al egoísmo. Se trata de ver qué sentimiento es más fuerte: por ello, unos la emplean para desarrollar armas y otros para descubrir fármacos curativos; unos la emplean pensando exclusivamente en sí mismos y otros pensando en la colectividad. Y os digo otra cosa, cuando la razón se enfrenta al instinto de supervivencia siempre pierde... ¿el problema?, el egoísmo aplasta a la solidaridad; del egoísmo surge el poder que acapara las armas y de la solidaridad, los sueños: la anarquía, que rezume utopía por los cuatro costados; en medio nos sacamos la democracia que lleva la mitad del cuarto de solidaridad y el resto, hasta el kilo, de egoísmo... ¿y ahora quien va solidariamente a la furgoneta a por otra caja de cerveza? - terminó a sabiendas de que nadie le contradeciría.
Mientras María bajaba con Manu, Pedrojo no se movería del destartalado sofá, con los ojos rojizos y brillantes, estaba cansado y a gusto, Mar lo miraba y sonreía. Darío preparó unos sándwiches de queso que cortó a cuadraditos, abrió una bolsa de patatas y preparó una ensalada, comentaba:
- La policía se pasó un huevo ayer. Van a peor desde que sufrieron el linchamiento en la manifestación de la dignidad del año pasado. Arremeten con odio, les da igual, hombre, mujer, viejo o niña; Eso está ordenado y aceptado con gusto.
- Como siempre, Darío, pero ahora tienen excusa, ¿no? Pedrojo - dijo Mar encendiendo la moto.
- Lo que no tiene es explicación, la orden no es 'detened al terrorista o esta banda de mafiosos', la orden es 'pégale a tu vecino', por el hecho de estar manifestándose, ejerciendo un derecho; se distingue muy bien al que va a joder y al que no, que son mayoría. Y es lo de antes, una supuesta policía anarquista no admitiría esa orden, es más, no la recibiría pues va contra la solidaridad. De hecho no habría policía. No sería necesaria, puesto que instaurada la anarquía se instaura la solidaridad infinita, todo sería dialogado y acordado. Pero si alguien hace el mal, va en contra de los derechos fundamentales del ser humano; el resto, los de su alrededor, esgrimiendo la razón de la solidaridad, serían los encargados de extirpar ese mal.
Además lo que pasa aquí, es que la violencia del poder, es menos violencia porque lo dice la ley que ellos mismos han dictado. No se dan cuenta, o no quieren darse, que provocar que un padre de familia salte de un séptimo piso es violencia pura y dura. Y eso es lo que hay, una espiral de enfrentamientos que se alimenta en cualquier ocasión. El poder tiene su ejército y lo usa contra su propio pueblo, ¡triste y esperpéntico! - apostilló, haciendo saltar el <play>.
'Cuantos muertos quieren ver
Cuantos muertos otra vez
Cuanta sangre están dispuestos a notar bajo sus pies
Cuanto esperarán ganar
Cuanto temerán perder
Cuanta sangre están dispuestos a notar bajo sus pies
Decidlo
Decidlo
Cuantos muertos más queréis
Decidlo'
- Ahí está... ¿'esper'...qué? - reía Mar de la última palabra utilizaba en el enésimo panfleto dialéctico de Pedrojo.
- Espe..ra, que me lo hago.
Los tres arrancaron a reír, al tiempo que Manu y María asomaban por la puerta del salón con un paquete de seis litros de cerveza plastificado.
- Qué cabrones... las han subido todas, no me habéis dejado ninguna 'panzona' para desayunar mañana...
- El mañana no existe - decía Manu sonriendo.
- También es verdad, bien dicho, lo vas cogiendo - reía Pedrojo.
Todos lo hacían.
Así estuvieron hasta las cinco de la tarde. Entre risas, porros y cerveza. María les mostró a sus amigos un nuevo ejercicio de suelo con una cinta y que el alto techo del salón permitía; mientras la observaba, Manu pensaba lo elástica y fibrosa que parecía, luego mirando a Darío se percató de la constitución de atleta que tenía; parecían que fueran dos artistas de circo criados desde pequeños con ejercicios físicos prohibidos para el resto. Se alegró de conocerlos. En ese momento se le pasó por la cabeza venirse a vivir allí, idea que desestimó al instante, nunca dejaría sola a su madre.
De buenas, Martini y Bartolo, los dos mastines, empezaron a ladrar como locos. Desde allí se escuchaban perfectamente, la inmensa nave encerraba el sonido. Resonaban por toda ella como Manu nunca había oído. Los había oído ladrar en varias ocasiones, pero nunca tan fuerte y tan rápido.
- La policía - dijo seriamente Mar.
- ¿No me jodas que los tienes enseñados? - preguntaba Manu.
- Yo no les he enseñado nada..., a ver la furgoneta está fuera, así que saben que estamos aquí. Pedrojo... ¿el hachís no estará...? - cuestionaba Mar.
- No,... niña, tranquilízate que a lo mejor no es la policía.
- Que sí lo son, vamos, hay que bajar, mierda... ¿qué querrán?, ¿Quién baja conmigo, sólo uno?
- Yo voy - se ofreció inmediatamente Darío como representante de la otra mitad de los habitantes de la fábrica 'okupada'.
Al momento, seguirían unos fuertes golpes en el portón de entrada que se diluirían entre los ladridos. Mar era la única que podía sacar a los mastines de ese estado de excitación. Bajaban Mar y Darío como representantes de la antigua y afamada casa 'okupa', hoy en horas baja, eran dos tercios de los actuales ocupantes.
La policía no podía traer nada bueno. Así que la preocupación se instaló en todas las mentes.
Ahora se escuchaban, además de los golpes en la puerta, largos toques de claxon. A la par Mar corría el cerrojo del portón metálico. Tras él, dos policías locales y su coche de trabajo. Salieron fuera, los perros no dejaban de ladrar.
En diez minutos de larga espera. Manu, Pedrojo y María sólo conjeturaban sobre lo que estaría pasando.
De pronto los mastines se callaron, a los pocos minutos apareció Mar por la puerta de salón con los ojos humedecidos, la seguía un serio Darío.
- Orden de desalojo - decía Mar blandiendo un papel en la mano derecha y rompiendo a llorar.
- ¡Mierda, mierda y mierda! - maldecía enrabietada María.
Pedrojo se quedó mudo, sólo abrió los brazos para abrazar a Mar que se dirigía directamente hacia él para ser consolada, instintivamente como si éste fuera su padre, y en cierta manera así se sintió.
Manu quedó en el más absoluto de los silencios, junto con los demás.
Tras unos segundos de reflexión.
- ¿Qué vamos a hacer? - preguntaba María al aire.
- Pues luchar, como siempre, hay que resistir - opinó Mar, apartándose lentamente del abrazo y bajo la mirada preocupada y pensativa de Pedrojo
- Sólo somos tres...
- Cuatro con Pedrojo. Buscaremos ayuda, seguro que nos apoyan.
- Contad conmigo, y creo que puedo hablar por Pablo - decía Manu tímidamente pues no sabía muy bien a qué lucha se referían.
- Apenas... Mar, nos van a echar a patadas... - sentenciaba lógicamente Darío.
- ¡Joder! No digas eso - dijo rompiendo a llorar, entre llantos lamentaba - con lo que esto ha sido... además es nuestro hogar... llevamos muchos años aquí...
- Es una fábrica - decía Pedrojo seriamente.
Todos asimilaban esa sentencia. Pero durante años había sido el centro cultural social 'okupa' más grande y productivo de España. En sus días de gloria se organizaban todo tipo de actividades; conciertos, exposiciones, cursos, talleres, teatros, mercadillos... abierto a toda persona de ideal libertario, dispuesta a colaborar en la creación de un proyecto auto-gestionado y auto-suficiente, basado en la creatividad. Los mercadillos de artesanía que organizaban, llevaban por nombre 'Hecho por Mí', eran todo un acontecimiento que hacía desplazar hasta el polígono a cientos de personas los domingos por la mañana; la extensísima zona libre que rodeaba al gigantesco inmueble se convertía en un pueblo de tenderetes. Muchos grupos musicales, de todo tipo, acudían al reclamo de la gente para darse a conocer. También vendían su material. En verano, el cine gratuito, proyectado sobre uno de los laterales del edificio, congregaba a muchas personas, los puestos de comidas y de artesanía aprovechaban también la ocasión. Incluso se organizaban mercados de productos del campo biológicos. En invierno se acondicionaba una gran sala del interior para obras de teatro; alguno vendía bisutería artesanal a la entrada.
Hasta que el ayuntamiento prohibió el, para ellos, ilícito comercio y ordenó un primer desalojo del inmueble. Tras este envite sólo quedaron veinte personas, luego ocho y con el tiempo tres.
'Este es el fin de la 'fábrica'' estaba en las mentes de todos los allí presentes que se resignaban a admitirlo.
Pedrojo sentado en una silla, echado hacía delante, con los codos apoyados en las rodillas, se miraba las botas sin decir nada, algo inusual en él.
- ¿Para cuándo es? - preguntó María.
- Para dentro de nueve días contestó Darío.
- ¡Joder, ¿qué hacemos?, ¿Dónde vamos?, si es que ésta es mi casa - lamentaba entre lágrimas Mar - y tú que dices Pedrojo, no te quedes callado.
- Qué quieres que te diga, que esta vida es una mierda, ya lo sabes.
- Mierda, joder, ¡qué putada!, donde vamos ahora... ¡la ostia puta!... - se recuperó Mar.
- ¿Qué ha pasado para que llegue esta orden ahora? - preguntaba Manu.
- Parece que esto lo ha comprado un fondo de inversión extranjero, por lo que deduzco de la carta. Un fondo buitre lleno de hijos de puta - informaba Darío.
- A ver... - le dijo Pedrojo pidiéndole el papel que tenía éste en la mano, leía para si - ...Business Oriented World, European Division.
La sensación que flotaba en el ambiente era que todos querían estar solos, salvo Manu que deseaba estar con Mar; él tenía lo suyo y aquello no le tocaba tan directamente como a sus amigos. Aunque, evidentemente, compartía su inquietud y tristeza. Éstos parecían no tener nada que decir, sólo maldecir, en su fuero interno, el puto sistema capitalista que los echaba de su casa. Un inmueble muerto al que ellos dieron vida y productividad social.
Pedrojo se puso en pie y sin mediar palabra apretó la mano de Darío, luego con Manu, abrazó y besó a María y cogió de los hombros a Mar, mirándola a los ojos, con los suyos humedecidos y una gran sonrisa, le dijo: 'no pasa nada 'palante''. Le dio un fuerte abrazo y dos besos en la cara. Algo inusual en él y que extrañó al personal.
- Me voy.
- ¿Dónde vas? - preguntaba Mar.
- A cagarla.
No dio tiempo a más, no escuchaba a nadie, salió por la puerta y por el ruido, bajaba los escalones corriendo.
- No irá de verdad... - decía Manu ante el extraño proceder del punki.
- No... está raro, algo va a hacer... espero que no cometa ninguna locura - decía preocupada Mar.
La tarde cayó, todo estaba hablado, no querían seguir dándole vueltas y decidieron recogerse en sus cuartos. Tras la espantada de Pedrojo, las dos parejas se refugiaron en sus habitaciones, asimilarían la noticia en privado; cada pareja hablaría de lo suyo por separado. Darío y María afrontaban su decisión de tener un niño y Mar no quería rendirse, se refugió esa noche en Manu, y éste en ella; la situación de ambos era crítica y se agarraron al amor por unas horas.
Amaneció otro día en la 'fábrica', no era un día normal, era el primero de la cuenta atrás.
Algo podría faltar en la cocina pero no sería el café. Los cuatro estaban alrededor de la mesa en silencio.
- Habrá ido a buscar ayuda - dijo Mar dándole un sorbo al café - he bajado y la furgoneta no está; Pedrojo conoce a un montón de gente, un montón de casas okupa por toda España. Seguro que ha ido a pedir refuerzos.
- ¿Por qué dijo que iba a cagarla? - solicitó Manu.
- No sé, Pedrojo no es violento - decía Darío - no creo que mate a nadie.
- No digas tonterías - defendía Mar - bien sabe que eso no lleva a nada. Además es imposible, matar es lo opuesto a solidaridad, ¿no lo conoces?, ¡no sé cómo puedes decir eso!.
- No lo decía en serio.
- Ya..., perdona Darío, es que no estoy para bromas, seguro que está haciendo una batida por las casas okupas, no sé de qué otra manera podría ayudarnos. Pedrojo es un mundo.
- De todas formas, necesitaríais un abogado - creía Manu - si hay un fondo de inversión en el asunto, eso es de abogados.
- Tiene razón - dijo María - deberíamos buscar un abogado.
- ¿Y qué armas le damos? - replicó Darío.
- Sí, exactamente,... que somos okupas, que esto no es nuestro y aquí no hay papeles - sentenció Mar a la que se le humedecerían los ojos por última vez - ¡a la mierda!, nos quedaremos aquí hasta que nos echen y les daremos trabajo. No les será fácil sacarnos de aquí.
- Nosotros nos quedamos contigo, Mar - decía Darío - pero debemos buscar una casa que nos acoja, en nueve días estamos en la calle.
- En mi casa os po... - empezó a ofrecer Manu - inmediatamente comprendió lo imposible de la proposición que iba a hacer.
- Gracias, cariño, pero no es la solución, tampoco cabemos - cortaba Mar - a ver que dice Pedrojo, seguro que se le ocurre alguna salida, conoce más gente que nosotros, en alguna casa nos podrá acoplar. No nos agobiemos, quedan ocho días, algo pasará. Ahora, a por los bártulos y para el centro, que algo habrá que comer hoy.