La Fábrika de Utopías - Capítulo 18


Manu los acompañó hasta su parada de autobús, debía ver a su madre y conocer las noticias de Carlos. Al entrar en su casa, le pareció que había más luz; su hermana apareció corriendo y abrazándose a sus piernas le decía:

- No nos echan Manu.

- No me digas - le dijo alzándola y dándoles dos besos en las mejillas.

- ¡Mamá! ¡¿Qué dice la hermana?!

Su madre apareció desde la cocina y abrazándose a su hijo le dijo:

- Lo han parado, dicen que la situación familiar es nueva; Carlos asegura que ha sido por la presión mediática.

- Por lo que sea... ¿y cuáles son las condiciones?

- Aceptan la casa como 'dación en pago' o algo así, y nos dejan quedarnos con un alquiler social.

- Entonces... ¿viviremos de alquiler, no?

- Sí pero...

- Pero todo lo que pagó papá con el sudor de su frente para el puto banco; tenemos que renegociar la hipoteca, lo que se debe. Yo buscaré trabajo, tocaré en la calle si hace falta, se gana dinero. A ti te quedará la pensión y lo del bingo. No podemos perder la casa. No te das cuenta de que lo perdemos todo y seguimos pagando.

- La cuota es más alta, no tenemos otra salida, es un mal menor.

- Una mierda es lo que es, todo es una mierda. ¿Y hasta cuándo?, ¿y cuando nos lo suban?... porque lo subirán hasta echarnos y vender la casa y... ¿por qué no lo hicieron antes?, ¿nos vale papá más muerto que vivo?... mama, esta vida es una mierda... - tras unos segundos de silencio, donde tragaba saliva y situación - ¿sabes?... echan a mis amigos de donde viven.

- Hijo, si no es suyo, tarde o temprano terminarían echándolos - que aunque no conocía personalmente a los nuevos amigos de su hijo, sí conocía ese dato.

- Ya... pero forma parte de la misma mierda, no somos mercancía, joder... - decía con tono de enfado e indignación.

En ese momento sonó el telefonillo del portal, era Pablo que buscaba a Manu.

- Tío, vamos a ensayar y me gustaría que vieras lo que tenemos. ¿Te vienes para la Kantina?

- Sí - contestó sin dudar, eran las once de la mañana de un martes con muchos frente abiertos - un poco de rockanrol no me va a venir mal.

Hoy, ese martes, sí tenía ganas de conocer la Kantina, de contactar con su sentimiento como había hecho Pablo; hacía unos pocos de meses le resultaría impensable ir a ese garito; sólo era unos meses mayor pero su mala leche había crecido diez años. Odiaba algo abstracto, odiaba la forma de vivir, lo establecido para gentes como él, odiaba la sociedad.

Camino del club social, Manu informó a Pablo del desalojo de la 'fábrica'. Éste se lamentó: 'hacen con nosotros lo que les da la gana', Manu asintió. La Kantina era un gran local diáfano, ocupaba los bajos de un gran bloque, por ello sólo estorbaban las columnas de soporte del edificio. Jugando con ellas se encontraba una barra a la derecha, haciendo el bar. Los servicios y dos grandes cuartos estaban tras ésta, a la derecha del gran salón. Al fondo a la izquierda, una pequeña tarima servía de escenario, tanto para conferenciantes como para grupos de música o monólogos de humor. Parecería un gran bar cualquiera, si no fuera por los cientos de carteles de ideología de izquierdas que empapelaban las paredes y columnas. Carteles de la CNT, hoces y martillos, estrellas rojas de cinco puntas, alguna que otra A en un círculo, convocatorias a huelgas generales, Manu aseguraría que estaban todas; fotos de rusos, poster de curas ahorcados o guillotinados, logotipos antinazis, cuadros con bonitos marcos y fotos en blanco y negro de pensadores de izquierdas, como Marx. Manu se alegró de ver la misma foto de Errico Malatesta en uno de esos cuadros, que la que vio por internet cuando leía sobre él. A Manu le dio la impresión de estar mucho más a la izquierda que la manida izquierda votada. Lo que más le gustó fue una tela negra enmarcada tras un cristal; alguien le había bordado, con grueso hilo rojo, versos de Kaos Urbano:

'Si avanzo, seguidme

Si retrocedo, empujadme

Si os traiciono, matadme

Y si me matan, vengadme'

En la barra había cuatro personas y al fondo otras tres esperaban a Pablo, una de ellas era Raúl. Bebían cerveza y ellos pidieron otras dos. Los instrumentos estaban sobre el escenario, tras saludarse le presentaron a Juan y Manolo, baterista y guitarra.

- Dentro de dos sábados llegan, de nuevo a Madrid, las manifestaciones por la dignidad - decía Raúl.

- Ya ha pasado un año - dijo Juan.

- Se liará, igual que el año pasado.

- Allí estaremos - remarcó Manolo.

- Esta vez habrá muchos más policías, seguro, con la que se llevaron en la última.

- Nosotros también seremos más - decía Pablo, que no estuvo en la anterior.

- ¿Vais a ir?

- Claro - decía Pablo.

- Por supuesto - dijo Manu - lo único que me queda es la dignidad y si algún bastardo quiere aporreármela pues me encontrará.

- Y nosotros estaremos a tu lado, hermano - decía Raúl.

Bridaron y subieron a ensayar, sonaban atronadores, 'hardcore punk' al estilo de Sin Dios. La rapidez con que Pablo tocaba la guitarra le hacía un gran favor. Ensayaban su propio material:

'Grita, que nadie te escuchará

Porque bajo tierra estás

Enterrado vivo,

En medio de esta sociedad'

Mientras ensayaban, Manu estuvo recorriendo el local con la mirada, examinaba todos y cada uno de los carteles, no dejaban resquicio alguno a que se viera la pared. Se fijó en una pegatina grande de la plataforma anti-desahucios de Carlos. Pensó en la variedad de tonalidades que puede adquirir un color, en este caso el color rojo de la izquierda.

El local vacío hacía que la música sonara más fuerte, que retumbaran guitarras, bajo, batería y la voz rajada de Raúl.

'No decidiste venir

Y no te quieres ir

Enterrar al vivo

Es lo que se hace al parir.'

A Manu le gustaron mucho los ocho temas nuevos que tenían y que Pablo remató con su llegada. De todas formas, seguía pensando que se debería dedicar sólo a la guitarra clásica.

Tras lo experimentado los últimos meses, se veía allí sentado con una botella de cerveza en la mano, viendo a una banda punk, en un local de extrema izquierda cuando antes era un chico normal de instituto que corría detrás de las niñas, hacía versiones de los Beatles como el 'she loves you' o 'strawberry fields forever'. Se alegró de haberse encontrado con Mar y Pedrojo. Éstos le abrieron ese mundo, sin las versiones que hacían en el parque, Raúl nunca hubiera hablado con Pablo. Las hacían porque Pedrojo les había abierto el camino hacia ellas. Su vida y pensamiento habían sufrido un cambio paulatino, que tuvo como punto de inflexión el suicidio de su padre. Odiaba al sistema, al gobierno, a la policía y eligió su bando.

Se sonrió al escuchar desde el escenario la versión

'Siempre,

Ha habido dos bandos

Yo sé en cuál me ando,

Con y contra quien'

Una vez terminado el ensayo, en el club social no quedaba nadie, sólo el encargado de la barra, era la hora de comer pero los amigos se quedaron bebiendo cerveza.

- ¿Sabéis que van a desalojar la 'fábrica' - informaba Manu.

- Joder, qué putada - decía Raúl.

- Parece ser que un fondo buitre la ha comprado al estado; el miércoles que viene cumple el plazo para el desalojo voluntario. Piensan quedarse hasta que los echen. Son pocos, así que no podrán resistir mucho. - informaba Manu.

- Iremos a echarles una mano - decía Juan - conozco a unos cuantos que se apuntarán

- La cosa está chunga, seguro que se presentan un montón de 'maderos'.

- No importa, nos llevaremos las cuerdas de las escaladas, nos colgaremos de las paredes - decía Raúl - aquello está alto.

- Ostias, perfecto - decía Pablo - este sábado nos podríamos plantar allí con los instrumentos y montar un bolo.

- No sé si tendrán ganas de bolos.

- Algo informal, sin anunciar, a modo de despedida - decía Pablo. Había ensayado dos veces con la banda, los ocho temas no tenían ningún secreto para él y parecía que llevara un año tocando con ellos.

- Vale, mañana veré a Mar en Plaza Central, se lo comento y a ver que dice.