La Fábrika de Utopías - Capítulo 23


La fiesta duró todo el día y todos durmieron en, ahora, la Fábrika de Utopías; aunque nadie lo supiera. Al día siguiente todos se fueron, incluso Manu que llevaba cinco días fuera de su casa y era hora de volver. Se despidió de Mar quedando para el sábado, día en que la manifestación por la dignidad llegaba a Madrid; la expectación era máxima por cómo acabó la anterior, docenas de policías apaleados por cientos de encapuchados. Todos acudirían.

Sólo quedaban Darío y María; Mar dudaba en contarles realmente lo sucedido, pero las instrucciones de Pedrojo eran claras, no decírselo a nadie; eso era lo mismo que decirle 'no te fíes de nadie, ni de tus más íntimos amigos. Se tranquilizaría decidiendo que les facilitaría todo lo necesario para que pudieran tener el hijo que querían. No se paraba, pero cuando se paraba a pensar en la ingente cantidad de dinero de la que disponía, un escalofrío le recorría la espalda. Razonaba que eran mil millones y que veinte por doscientos eran cuatro mil millones y pensaba 'pero es que hay tanto dinero ¡coño!' Sus sentimientos pasaban de euforia a miedo con el denominador común de tristeza, era pensar en el dinero e inmediatamente en la pena a pagar, no ver a Pedrojo nunca más, no escuchar sus soliloquios, con o sin sentido, no escucharle canturrear en su oreja... el dinero no apaciguaba la boca del estómago.

Por suerte para Mar; Darío y María decidieron ir a trabajar pues con las fiestas, el bote del dinero hacía aguas por todos lados, apenas se mantenía a flote. Para ellos la vida continuaba sin mucha variación, había que volver a llenar la despensa. Mar achacó un fuerte dolor de cabeza para no ir con ellos. En realidad, esperaba al mensajero prometido por el abogado.

Otra de las cosas que esto conllevaba era la permanente mentira en la que habría de vivir, algo que no le gustaba; no le gustaba tener que mentir a sus amigos, se apaciguaba pensando que era por su bien, que de estas mentiras saldrían beneficiados, muy beneficiados, pues todo lo que ella haría sería manejar el dinero en beneficio de los demás, de todo el que se lo pidiera y tuviera un proyecto. También había decidido apoyar a Médicos sin Fronteras sin límite, era la ONG que más simpatía le originaba; de hecho, de pequeña quería ser médico para pertenecer a la misma. Si la cantidad de dinero era tan grande como Pedrojo dijo, destinaría todos los años una cantidad respetable de la misma para las ONGs no vinculadas con la iglesia, condición en la que se coincidía en este ambiente.

'El material llegaría cuando estuviera sola', '¿cómo lo sabrían?' se preguntaba, aunque dejó de hacerlo pues tenía la impresión de que bregaba con el lado oscuro de los poderosos, ese que está entre todos nosotros y no se ve, como las ondas de radio. La vigilarían de algún modo, 'lo mismo tienen una cámara térmica que indica las personas que están dentro por el calor que expide' pensaba y se reía... y volvía a pensar en que aquello era de locos. Que no era creíble, pero recordaba la limusina por dentro y el montón de folios que firmó, y el cuento de Pedrojo... 'Pit, ¡qué cabrón!', luego sentía una pena intensa por su amigo al recordar que había vivido siempre con la imagen de su padre envenenando a su madre. Ahora lo comprendía mejor y más lo quería. Deseaba abrazarlo y llorar con él.

Veía marchar a Darío y María cargados con los bártulos de trabajo, bolos y aros; pensaba: 'ánimo, es la última vez que salís a la calle a buscar el pan, a partir de mañana trabajaremos juntos levantando la Fábrika de Utopías y podréis tener el hijo que deseáis'

Nada más desaparecer la pareja de la vista de Mar, un gran furgón de mensajería de una compañía alemana enfilaba el portón de la fábrica, bajarían tres grandes cajas de cartón que subieron a la habitación de Mar; los trabajadores eran alemanes y no tenían ni idea de español, así que la transacción se hizo en el más completo de los silencios. Al firmar el 'recibí' le dieron la carpeta de cuero negro con cremallera donde estaban las actas de fundación de la Fábrika de Utopías, y demás documentos que había firmado el día antes.

- No tengo nada para daros de propina - les dijo ingenuamente Mar.

Algo parecido a 'gutenmorguen' fue lo que escuchó seguido de una gran sonrisa alemana.

Las tres cajas llevaban acoplados sobres plastificados con las instrucciones de montaje.

En ese momento, las luces que tenía encendidas, dos bombillas estratégicamente colocadas, sufrieron un subidón de intensidad y así permanecieron, ahora estaban a su potencia correcta; lo que la hizo pensar que acababan de enchancharles la luz como debía ser.

Abrió las tres cajas, una de las grandes, se identificaba con un literal que indicaba 'Fundación', las otras dos ponía 'Oficina'.

Empezó por la Fundación. Extrajo un portátil negro de última generación de veintiuna pulgadas. Una impresora multifunción láser, tóner y papel. Dos enormes altavoces y un ratón. Todo se interconectaba de forma inalámbrica.

Ya puesta, vació las otras dos, dos portátiles más de color rojo de quince pulgadas y dos ultra-books también rojos de pantalla táctil, eso de la caja grande; de la pequeña, tres Ipad y dos 'tablets' Android, tres móviles enorme, dos mediano y otro más pequeño, todo de última generación y de color rojo. Operativos, llevaban una pegatina con el pin 0000. Encendió el último y comprobó que tenía línea, estaba completamente operativo; no se atrevió a usarlo. Se centró en el portátil negro.

Encendió el portátil y en breves segundos la pantalla se volvió roja y en medio, con letras negras en 'times new roman' se leía: La Fábrika De Utopías. El cursor le indicaba 'cambiar tipo de letra', lo ignoró. Le dio al <enter>

'Conexión ok.

Introduzca clave de acceso: _'

Entonces se dio cuenta de que le faltaba algo, rebuscó en la caja y no vio nada. Por un segundo se quedó en blanco. Luego recordó la carpeta de cuero negro; abrió la cremallera, rebuscó y sacó un sobre negro, en rojo ponía Acceso. Sacó la tarjeta roja y tecleó: GH7jaaB32y.

'Introduzca nueva clave de acceso: _

Verifique nueva clave de acceso: _'

_ pedrojocabron

_pedrojocabron

Antes de pulsar <enter> se arrepintió, la cambió

_solidaridadyanarquía

_solidaridadyanarquía

Así siempre tendría presente a su amigo.

Inmediatamente apareció un recuadro en medio de la pantalla táctil, la máquina solicitaba que pusiera el dedo pulgar de su mano derecha, era la captura para el reconocimiento de huella dactilar, necesaria para acceder al sistema. Así lo hizo. La impertinente maquina volvía a ordenarle.

'por favor, mire a la cámara desde una distancia de treinta centímetros a cuarenta centímetros para el escáner de retina'

Miró, qué iba a hacer... el acceso a la fundación exigía pasar esas tres barreras.

'Análisis completado, acceso único cerrado

La operación se ha realizado con éxito

Pulse aceptar'

Seguidamente entró por fin a la web de la fundación; diseñada elegantemente y sin muchas florituras, el negro y rojo dominaban en la composición. Diversos botones y pestañas dirigían a las diferentes tareas que podría realizar para su control. <Banco>, <Contacto Abogados>, <Oficina>, <Orden de Trabajo>, <Equipo Mantenimiento Web>... cómo todos hubieran hecho, pulsó el botón de <Banco>. Inmediatamente salió el recuadro que le solicitaba la huella dactilar, un mensaje solicitaba que, a la vez mirara a la cámara del portátil. Así lo hizo, 'International BowsBank Munich' parpadeó un segundo y accedió a una página normal de cualquier banco, con pestañas de saldo, movimiento, transferencia, recibos... etc. Pinchó en saldo y muy elegantemente aparecía la cantidad: 1.000.000.000 Euros.

Miraba la pantalla incrédula, se sonrió y luego se asustó, pensaba 'esto es demasiado dinero', le dio a <salir> volviendo al menú principal.

Ahora pinchó en <Orden de Trabajo>, y accedió a una aplicación de control similar al correo electrónico. Pulsó el botón<crear> y salió un formulario de correo con el destinatario oculto, sólo dos botones, <redactar> <enviar>, se los quedo mirando y <redactar>

No sabía qué hacer, como escribir la orden, decidió

'Por favor, investiguen la hipoteca de Manuel Sanchez Paniagua, muerto por suicidio. La entidad es Bankia. Cancélenla y restituyan la propiedad a Lucía. Arreglen su situación económica de alguna manera; disculpen pero no sé más. Si necesitan algo, imagino que usaran esta misma vía. Gracias.'

<enviar>

'Bueno, a ver qué pasa', pensaba Mar, entonces se fijó en otro sobre negro más grande y más pesado que también incluía la carpeta-cartera de cuero negro con cremallera dorada. La abrió y desplegó una veintena de tarjetas de crédito, empaquetadas juntas en un plástico que al desenrollarse pegó en el suelo. Doradas y plateadas, Premium, Business, Oro,... todas con su nombre y una pequeña pegatina con el pin y un mensajito 'activar en web'; de bancos de los cinco continentes, no conocía ninguno; 'vaya mierda' pensó 'estos cabrones han hecho esto en un día, joder ni que lo hubieran hecho en las limusinas, esto es demasiado... ¿Dónde me he metido?, ¿Dónde me has metido Pedrojo?... esto apesta a mafia'. Pero Pedrojo insistió en que todo era legal, lo que pasaba era que lo legal apestaba a mafia.

No iba desencaminada, todo estaba preparado de antemano días antes; todo estaba en las instrucciones de Pedrojo a su padre; si firmaba, sólo había que impresionar las tarjetas y esa máquina la llevaban en la otra limusina, en la que Mar no entró.

Miraba a la cama y veía un montón de móviles y tablets; se los daría a Darío y María pero pensaba en qué les iba a decir, lo del mecenas regalando portátiles y móviles de un día para otro no se lo creería nadie. Se lo diría, les diría la verdad a Darío y María, no le importaba las instrucciones de Pedrojo, no podía seguir mintiendo, al menos llevando ella sola la carga de la mentira; decidió contárselo, eran de extrema confianza, les diría que no dijeran nada y que la ayudaran en el proyecto. Pedrojo tendría que darle la razón, era lo más lógico. Al menos Darío y María debían saberlo. Además podrían afrontar la cría del bebé con total tranquilidad. Decidió decírselo más pronto que tarde, ahora sólo pedía que nadie entrara en su habitación.

Entonces miró a la pantalla del ordenador, había saltado el salvapantallas y se leía La Fábrika de Utopías en bonitas letras que iban cambiando de tipo. Sonrió, se hizo un porro y apartando con el brazo, móviles y 'tablets', se tendió en la cama. Se quedó dormida sonriendo.

A las tres horas despertó, tenía sueño atrasado, se estiraba como nueva; el ordenador seguía encendido; no se acordaba de todo aquello, la luz parpadeante en la pantalla la hizo volver a la realidad.

Estaba en la pantalla del menú principal, el botón de <Orden de trabajo> y el de <Banco> parpadeaban de rojo a negro. Se levantó con mucho esfuerzo, realmente ahora había descansado. Pinchó en <Orden de trabajo>, el ordenador exigió la huella dactilar, aparecería lo que simulaba una lista de tareas vacía. El primer renglón, numerada como tarea uno, se leía el inicio de su orden. Al final del reglón, en letras verdes la palabra 'Terminada' con un pequeño puño verde con el pulgar hacia arriba.

- Tarea terminada bien - suponía Mar. - ¡joder!, ¡ya!, ¿qué hora es?

Luego pinchó en <Banco>. Un correo muy historiado le informaba de un cargo en su cuenta de 232.322,28 euros a favor de una compañía de seguros alemana de nombre impronunciable y del saldo resultante de 999.767.677,72 euros.

- Joder, joder, joder esto es mafia pura, ¿qué mierda hago yo bregando con el puto capitalismo?... bueno... una familia menos con problemas, voy a mirarlo así - se decía Mar para convencerse de que no iba a participar en la mierda que siempre habían combatido - Pedrojo siempre decía que según se use, el dinero es material o capital; lo que debo hacer es usarlo como el material de intercambio para el que se inventó y no especular con él para conseguir más.

Poco a poco Mar iba centrando su pensamiento, se iba acostumbrando a la nueva vida que había llamado a su puerta; ahora su mente estaría centrada en la buena gestión de aquello y no en aprender nuevos trucos con María.

Dedicó la tarde en organizar tanto elemento electrónico, en dar de alta las tarjetas y otras cosas que le iban surgiendo. Esperaría impaciente a Darío y María, les contaría todo nada más llegar, se iban a quedar de piedra. Pensó en pedir comida por su nuevo móvil pero no se atrevió hasta consultarlo con sus 'compañeros de piso'; más que nada, por ser la primera vez que lo haría y pedir a gusto de los tres. Querían ver qué pensaban ellos de este asunto. La cantidad era ingente y pensaba en decirles el total, qué no eran sólo 'varios millones', que eran mil millones, algo tan grande que costaba imaginar. Ya violaba el deseo de Pedrojo pero era el de éste, no el suyo. Eso era demasiado para ella sola. El deseo de Pedrojo pesaba demasiado, la aplastaría.

Como era de prever, cuando María y Darío se enteraron de todo no daban crédito, les enseño su cuarto para que no creyeran que era una broma. Vieron que tenían internet, móviles de última generación listos para llamar sin tener que pagar ni un céntimo; vieron el logotipo de La Fábrika de Utopías en el ordenador negro. Mar no les enseñó más, les informó que sólo ella podía acceder y los controles a los que la sometía el cacharro. Los dos le mostraron su apoyo, le prometieron que no la dejarían sola, entendieron la magnitud del proyecto y se ilusionaron con él. También se ilusionaron con la posibilidad, cada vez más real, de tener el bebé deseado.

Por decisión asamblearia, cogieron el móvil pequeño y llamaron para que les trajeran comida caliente en una moto, pagarían con tarjeta por primera vez en su vida. La despensa de la Fábrika de Utopías estaba vacía y sólo contaban con el paquete de pan de molde y la tarrina de margarina que Darío traía del centro de la ciudad.