La Fábrika de Utopías - Capítulo 27


Durante un año y medio aquello fue un hervidero de polvo y ruido, lo único que se respetó fue el insigne caparazón del inmueble, con gruesos muros de ladrillo rojo, y el bloque donde Mar y los demás vivían, que quedó intacto. Los otros dos bloques más pequeños fueron remodelados en su interior. Dos grandes grúas de construcción dominaron el cielo de la fábrica. De los inmensos aparcamientos emergieron un teatro-cine y un enorme edificio que era una imprenta y los estudios informáticos, en el otro lado un taller de costura y de confección. El interior de la fábrica albergó un escenario con un equipo de directo instalado permanentemente, los estudios de grabación, los locales de ensayo y una enorme barra que hacía las funciones de cafetería con terraza o de bebedero nocturno. Sólo se respetó la enorme pintura con la palabra OKUPA en la pared izquierda, de hecho fue restaurada devolviéndole todo su esplendor. Todos los departamentos del Centro Socio Cultural estaban equipados con lo último en la tecnología de cada campo. Y lo que no llevaba tecnología estaba hecho con los mejores materiales. De ello se encargaron la multitud de obreros que corrieron de un lado para otro durante semanas enteras.

Todo se veía desde el ventanal del salón donde se seguían reuniendo. Durante ese año y medio, Darío y María tuvieron una preciosa niña a la que llamaron Manuela.

Mar charlaba con Tania, el 'Greñas' se sentaba frente a Pablo y se instruían con sus guitarras. Ese día era la inauguración y en directo tocarían Pisa Mierda y A Bomba Llena. En el gran salón de siempre, había un gran bidón con latas de cerveza enterradas en hielo. Darío revolvía sacando una, mientras María le daba el pecho a Manuela. El ambiente era festivo. También estaban Raúl y la banda; resolvieron grabar allí su primer disco; el tercero de Pisa Mierda se terminaría allí también, en cuanto Carlos usara las instalaciones. Allí se haría la última mezcla y se harían las copias que se necesitaran.

Ese día Mar recabó la solicitud de 10 grupos de música y dos de teatro; dos muchachos de veintidós años querían hacer una revista sobre grupos nuevos de Madrid y sólo tenían la idea; 'el nombre de 'punk' para la revista está cogido' les diría Mar. Otras diez personas más solicitaron el uso del taller de pintura y escultura, y otro tanto el de costura. El sueño empezaba a andar, en realidad cogía carrera.

Con el tiempo se recuperó el mercadillo 'Hecho por Mí'. Lo que allí se producía, era vendido allí mismo y la fama del centro atraería a más gente, de nuevo, hacia el mercadillo.

El disco de A Bomba Llena originó una gira por el norte de España de dos meses, Pablo se reencontró con Haiku que lo acompañó. Tras ésta se centró en su disco; haría fusión con música marroquí. Le dedicó cinco meses a componer catorce temas. En la Fábrica conoció a Abderraman, un marroquí completamente calvo y que tocaba la guitarra en un grupo de fusión del norte de Marruecos, de Tetuán.

Le interesó la propuesta que éste le hizo y un día decidió 'bajar al moro'. La Fábrika andaba sola. Los usuarios la gestionaban y organizaban los accesos y los turnos. Todos eran conscientes de que aquello era de todos y cada uno lo trataba como suyo. El que no cumplía con aquella ley no escrita era amonestado por el resto. No había discusión alguna, ni disputas en el uso de las magnas instalaciones. Los grupos ensayaban a la hora marcada en el gran tablón electrónico, la solicitada por ellos y adjudicada en su día en consenso con el resto. Todos se organizaban en acuerdo con todos los de su campo. Todo discurría sin la intervención de Mar y su equipo. Sólo les correspondía el control en el mantenimiento de las instalaciones y el control de la masificación y la rotación, si alguien lo denunciaba.

Pablo viajó a Tetuán con Haiku, tras tener el esqueleto de sus composiciones, necesitaba el contacto con músicos de la tierra, con los instrumentos de la tierra. Y con más cosas de la tierra; que si bien iba con intención de estudiar, también bajaba con la idea de dos semanas de relax y de fumar porros hasta asfixiarse.

Su amigo Abderraman llegaría de Estocolmo en dos días, estaba de gira por Europa con otros grupos de Marruecos. Le había facilitado la dirección de un amigo en plena medina de la ciudad. También músico, Omar, violinista y la persona más hospitalaria del mundo.

Pablo, con su alta estampa, la chupa de cuero negra con una enorme A en la espalda, los pantalones de tubo y las botas de soldado rojas resaltaban entre la multitud de chilabas que abarrotaban las callejuelas de la medina. Ésta era un laberinto, propiamente dicho, de calles y callejones con cientos de años de antigüedad.

Querían conocer la medina lo más a fondo que pudieran; irían con un guía, un hijo de la medina que se las buscaba en cinco idiomas; de lo contrario adentrarse por allí era perderse. El guía se llamaba Abdul, alto y espigado como Pablo; al ver la A en la espalda de éste dijo:

- Anarquía.

- ¿Tú conoces la anarquía? - preguntaba extrañado Pablo.

- 'Guaja', ven - le dijo doblando la esquina.

La pareja le siguió; no las contaron pero doblarían más de cuarenta esquinas en aquel endiablado entramado de callejuelas blancas. Hasta que entraron por un callejón por el qué sólo cabía una persona y muy justamente. Éste daba a una minúscula plaza con un árbol en medio cuyas ramas pegaban en los dos lados, proporcionando una sombra perpetua. La plaza mediría cuarenta metros cuadrados, un lateral lo componía un cafetín repleto de personas y humo. Los otros eran minúsculos talleres de tejedores, donde unos encorvados ancianos manejaban con presteza rudimentarios telares.

Entre los que estaban trabajando y los clientes del café, allí dentro de esa minúscula y oscura cafetería había veinticinco personas; todos apiñados uno a lado del otro frente a un televisor hablando en árabe; la gran mayoría de ellos, gente mayor con una pipa de kifi en la mano. En medio de ellos, y como uno más, estaba Pedrojo fumando kifi.

- ¡¡La hostia... Tío!! - gritó Pablo al verlo.

Una gran sonrisa apareció en el rostro del viejo punki. Se levantó con mucho trabajo del sillón donde estaba hundido; en medio de un oscuro cuartucho, en medio de un laberinto que se había mantenido intacto cientos de años.

Se abrazaron con grandes muestras de alegría, también con Haiku a la que reconoció por ser japonesa sólo.

- Así que éste es tu exilio secreto - hablaba Pablo reconociendo la plazuela con olor a té con menta.

- Pues sí, hasta hoy - afirmaba con una sonrisa - aunque no duro mucho en un sitio.

- No diremos nada.

- Sí lo diréis.

- ¿Sabes que Manu murió?

- Sí, me pilló en Portugal, salió en todas las televisiones, lo vi en una cafetería de la carretera.

- Lo cazaron.

- Mucha pena - decía Haiku que apenas entendía el español.

- Los perros de la ley... ese tema debían de hacérselo ver - decía Pedrojo.

- Se cerró con nada. No se halló al culpable, aunque todavía se anda investigando. Han pasado dos años, no hay pruebas concluyentes contra nadie... la muerte de Manu les va a salir gratis... tu verás.

- Me lo creo... la mierda está presente.

Salieron de la pequeña plazuela, Abdul los dejó pues Pedrojo se conocía la Medina lo suficiente para no perderse. Buscaban una plaza mayor cercana, más grande y luminosa, el sol caía de lleno; al salir de las callejuelas, la claridad incluso molestaba un poco. Allí había otro cafetín, más grande pero poblado por la misma clientela, gentes de avanzada edad fumando kifi. Tenía una amplia terraza con mesas y sillas de plástico. Se sentaron en una, frente a decenas de tiendas con todo tipo de chilabas y chaquetas de lana. Muchachos a toda prisa tirando de un carro con dulces, gentes que iban y venían parándose a ver las mercancías de los comercios, otros distribuyendo a hombros grandes fajos de esa mercancía, no paraban de entrar y salir de la gran plaza por los numerosos callejones que desembocaban en ella, era la Gran Vía versión zoco marroquí. Pidieron un té y dulces.

- Yo la llamo 'chuparquía' - le decía Pedrojo a Haiku que devoraba el dulce de miel.

- Bonito nombre - sonreía Pablo - el té está buenísimo.

- ¿Y Mar?... ¿Cómo está?

- Te ve y te mata... - bromeaba Pablo - Darío, María y yo lo sabemos todo.

- ¿Todo? - preguntaba Pedrojo sin sorprenderse, mirando como Haiku mordisqueaba la segunda 'chuparquía' ajena a la conversación; cuando hablaban rápido en español no se enteraba de nada.

- Sí, era demasiado peso para una sola persona; no podía ocultárselo a María y Darío; yo... lo averigüe 'Pit' - decía altivamente.

- Hacía años que nadie leía el cuento - le dijo Pedrojo recordando el Aupa.

- ¿Sabes que en verdad fue el último Aupa?

- ¡No me jodas! Ya os lo dije...

- Acojonante, el organizador echó la culpa a la gente, a los mismos que le daban vida.

- Eso fue una trampa.

Haiku no entendía nada y prefirió ir a ver babuchas de cuero. Entonces Pablo empezó a hablar claro; aunque normalmente no se enteraba de nada, Haiku entendía muchas palabras y frases.

- Mar ha construido su sueño, se vuelca con la gente; Y a los abogados los tiene fritos...

- Os lo ha contado todo por lo que veo.

- No la culpes, Pedrojo que son mil millones... que no los puede regalar ni ignorar, pues seguro que se perderían; Los está distribuyendo como mejor sabe. Sin ánimo de enriquecerse... pero si vive todavía en la misma habitación que conoces; remodeló todo, menos el edificio donde vivían. Ha hecho un complejo para el apoyo a la cultura que te cagas...

- Imagino, la he oído mil veces relatar lo que haría en la fábrica - correspondía Pedrojo que comprobaba que no se había equivocado con su amiga.

- Mar no se merece que la ignores, lo siento Pedrojo pero te quiere mucho y no entiende como no haces por verla.

- No quiero saber nada del dinero, mucho menos del de mi viejo, ni de sus frutos.

- Pero tu orgullo...

- No es orgullo... es odio - cortó Pedrojo.

- Podemos quedar en otro lado, si quieres le digo que venga aquí...

- Mañana seguiré mi ruta, no tengo un lado fijo.

- Pero es que... ¿no quieres verla?

Tras unos segundos en silencio, Pedrojo miró a los ojos de Pablo, éste vio en su azul mirada la sinceridad de un amigo.

- Me da vergüenza después de lo que le he hecho.

- ¿Vergüenza?, le has regalado su sueño y el de mucha gente.

- Te equivocas...la he enterrado viva.

Pablo calló y comprendió. Él no quería estar atado a la Fábrika para siempre, grabaría su disco, esperaba promocionarlo y actuar por toda España. Mar estaría atada a la Fábrika y al dinero de por vida. Podría abandonarlo todo y vivir como los que siempre combatió y eso era enfrentarse a ella misma. Abandonar el dinero y que esa oportunidad para muchos se perdiera, eso también se enfrentaba a su personalidad. No tenía salida, gestionarlo o traicionar sus ideales; estaba atrapada.

- ¡Entiendo...joder qué mierda!, tienes que saber que funciona a pleno rendimiento, hay lista de espera para casi todos los departamentos; se han grabado varios discos, sin salir de allí; las bandas ensayaban en los locales y después se mezclaba y grababa en el estudio; en vinilo o cd; los libretos de los discos salen de informática y la imprenta; en cada departamento trabajan las gentes que lo han solicitado; se busca la colaboración en el tablón de anuncios y se trabaja conjuntamente en beneficio de todos. El ingeniero de sonido en paro coge tablas y la banda graba su disco.

El teatro ofrece representaciones gratis todos los sábados, los domingos se dedica a monólogos de humor; durante la semana ensayan; en este momento hay cuatro obras en marcha.

Y se está proyectando rodar una película; Mar incluyó material cinematográfico para el teatro.

Bueno, lo del taller de confección es de locos; aquí es donde hay más gente; trabajando y en espera. No tienes ni idea de la cantidad de gente que quiere ser diseñador de moda en Madrid; chicos y chicas de todas las edades; el sistema informático especial del taller y la maquinaria que hemos montado es de los mejores del mundo. Bueno todo es lo mejor en su campo.

Te acuerdas del mercadillo... pues ha resucitado; los domingos la gente lo empalma con los monólogos del teatro. Aquello es como la escuela de prácticas de muchas profesiones que no tienen el apoyo de la administración. Hicieron un reportaje para la televisión, ya llama la atención; Mar se negó en rotundo a esa exposición, decía que no era cuenta suya, sólo de los que la usaban, que allí no había líderes, entrevistaron a la gente y grabaron lo que quisieron; hicieron hincapié en la pintada de 'Okupa' y lo relacionaron con el mecenas alemán ilocalizable.

No te das cuenta... el dinero de tu madre se está empleando en algo que a ella seguro que le gustaría. Tendría todo su apoyo, como tiene el tuyo. Tal vez podrías dirigir tu odio hacia otro tipo de 'dinero', el que todos sabemos... dirígelo hacía el dinero que busca más dinero y ayuda a Mar, así podrás desenterrarla.

Pedrojo calló; ante un razonamiento así sólo pudo callar. Pedirían dos Fantas de naranja, Haiku no volvía, seguía curioseando, ahora por unas callejuelas repletas de objetos de cuero, docenas de pequeños locales ofrecían su mercancía artesana.

Sacó la pipa y la bolsita de kifi, la cargó y la encendió, le dio una calada y se la pasó a Pablo. Fue fumar y toser, toser hasta llorar.

- Coño... tío... avisa...

Pedrojo reía a placer.

- Para que veas que todo en esta vida es experiencia.

Los dos reían y fumaban, dos caladas y otra carga de kifi.

- ¿Sabes lo que dicen aquí?... - preguntaba con sorna Pedrojo -... sin kifi no hay wifi.

Vuelta a reír, a beber del frio refresco y hablar.

- Bueno lo de los 'abogados' es para echar de comer aparte.

- También me lo imagino; ¿los campamentos sanitarios de Médicos sin Fronteras en los países del ébola son cosas de Mar?

- Sí, por eso te digo.

- Lo vi en un cafetín, la donación de una fundación alemana anónima, decían, sabes... tú ves la mierda de cafetines que tienen... pues ven todas las cadenas de televisión del mundo, no ves que la suya es una mierda; mira las parabólicas; están al tanto de todo, no hacen otra cosa, los 'jubiletas' de aquí no paran de ver la televisión y de fumar kifi.

- No dijeron el nombre ¿no?

- No, pero siempre he sabido la debilidad de Mar por esa organización.

- La fundación se llama 'La Fábrika de Utopías' con k - informaba Pablo, que suponía que nadie se lo había dicho.

- Bonito nombre, muy apropiado...

- Oye, lo que te decía... lo de los 'abogados' de tu padre es la polla, eso es mafia pura.

- La caja de herramientas del capitalismo.

- ¡Joder!... no lo habría dicho mejor; para flipar... para liquidar la hipoteca de Manu se sacaron de la manga una póliza de un seguro de vida... pero lo de mi padre es la leche...

- ¿Tú padre?

- Sí, Mar les ordenó que cancelaran la hipoteca del mío. ¿Sabes cómo se las arreglaron para no levantar sospechas?... ni las de mi padre...

- ¿Tú que crees?

- Para mear y no echar gota...

- ¿Lo vas a contar o qué?

- Fue a una despedida de soltero de un amigo suyo, la organizó uno de los amigos mediante una empresa que se dedicaba a ello. Incluía lo típico, bares y chica despelotándose; al novio le gustaba mucho el juego, estaba programado acabar en un casino de las afueras... y a mi padre le tocó el premio gordo de la casa en la máquina tragaperras gigante de la puerta. ¡Doscientos cincuenta mil euros!... mi padre se iba a morir y mi madre ni te cuento...

- Joder qué plan.

- Y que lo digas... el 'trapicheo' costó cuatrocientos mil euros, me lo dijo Mar... la diferencia en sobornos y apaños, pura mafia.

- No se les resiste nada; el poder del dinero.

- Sí, hay algo que no han podido realizar... algo se les ha resistido...

- No me lo creo ¿el qué?

- Tú... no han podido localizarte.

- A mí... jajaja... Mar les pidió que me localizaran, ¿no es así?, sabía que lo haría.

- Es la única manita que sigue bailando junto al asunto de Manu.

- ¿Cómo?

- Nada... las tareas concluidas salen en el ordenador como puños verdes con el pulgar hacia arriba; las que están en proceso muestran una manita moviéndose, gilipolleces de los informáticos.

- Mis queridos Barracuda... sabes... soy invisible a los estados.

- ¿Cómo? - preguntaba Pablo sin terminar de entender.

- Es largo de contar... además de imposible.

- Ni quiero saberlo...

Volvieron a reír, beber Fanta y fumar kifi. Haiku no aparecía y entonces Pablo empezó a preocuparse.

- No viene, ¿se habrá perdido?

- No pasa nada... - dijo Pedrojo llamando al joven camarero del cafetín; éste no paraba de llevar vasos de té a las tiendas, le preguntó y le dijo que estaba justo al otro lado de la calle. En una tienda de lámparas de lata.

- Joder... - decía Pablo tras la rápida respuesta.

- Los abogados duraran lo que duren los viejos; mientras Lucius viva podréis utilizarlos; luego sólo quedará el dinero. A mi padre le queda poco y... sabes una cosa... - dudaba Pedrojo en seguir hablando.

- Dime que no hay más...

- Pues sí, creo que mi padre le va a dejar su fortuna a Mar...

- ¡No me toques los cojones!

- Lo que tiene y tendrá es irrisorio comparado con lo que le puede caer. Mi padre es de los más ricos de Estados Unidos... docenas de miles de millones...

- ¡Hostias!... no le hagas eso, no podrá con ese segundo asalto.

- Ya está hecho, eso se sale de mi control.

- Con más razón para volver a ayudarla... Pedrojo... si alguien necesita de la solidaridad esa es Mar.

- Lo sé - murmuraba mirando al suelo.

Cambiaron de conversación, Haiku venía hacia ellos cargada con cuatro bolsas y una gran sonrisa.

- De aquí sales contento y engañado - decía Pedrojo mirándola.

- ¿Y aquí cómo te las buscas? - se interesaba Pablo

- Muevo 'materia prima' de un lado para otro.

- No hay que preguntar mucho ¿no?

- Tengo un papelito que lo ve la policía y se acojona - le dijo refiriéndose al salvoconducto de los hermanos Barracuda.

- Marihuana ¿no?

- Killo, aquí hay prados al lado de la carretera.

- Incomprensible, ¿no está ilegalizada?

- Esta peña es especial... digamos que es ilegal pero consentida. Mucha gente come de esto. No hay disturbios. Ni con la policía ni entre ellos. Es todo un ejemplo para otros países con este 'problema'; ya sabes que yo las legalizaría todas ahora mismo. Aquí no hay los asesinatos que hay en otros lados; y es por eso; es casi legal.

- ¿Aquí se puede fumar?

- En la calle no, dentro del café sí, nadie te va a decir nada; a mí, un día, un policía me dio fuego de su mano para encender un porro; también me quitaron una bolsa de kifi por fumar por la calle; pero sólo eso, te la quitan y se la fuman ellos.

- Yo no sé si podría vivir aquí.

- Es perfecto, no me enteró de nada de lo que dicen y todos me entienden a mí. Los porros están baratos y 'legales'...

- ¿Pena por conciertos punk? - preguntaba tímidamente Haiku.

- Eso sí que lo echo de menos... los callejones de los polígonos industriales harto de 'spí'.