La Fábrika de Utopías - Capítulo 3


Al día siguiente, apenas siete horas después, se despertó con un fuerte dolor de cabeza. Todo le vino de repente a la memoria; primero la porra, luego Pedrojo y finalmente su pensamiento se quedó fijo en Mar al parejo de un pellizco en el estómago, 'Nave Nueve Sur Dos' se decía.

Fue a ducharse, el baño estaba en la puerta de al lado de su dormitorio. Era un piso pequeño; tres habitaciones, salita, cocina y baño; dos de ellas ridículas, la suya y la de su hermana; una, un poco más grande, de los padres, en sacrificio del salón que era una minúscula sala de estar donde se encontraba el televisor.

Sus padres estaban en la cocina, los oía desde allí; era domingo y su padre se encontraba en casa, como todos los días; todos, pues ya ni siquiera buscaba trabajo.

No discutían, pero su padre hablaba en tono elevado. No le oyeron y se duchó tranquilamente. Se lavó los dientes y echaba de menos el enjuague bucal; llevaba tiempo echando de menos muchas cosas que antes eran asiduas. Se secó el pelo y comprobó cómo su mata de pelo tapaba por completo la herida; intentaría ocultársela a sus padres, no les quería meter el 'disgusto en el cuerpo'.

Salió del baño y se dirigió a la cocina, al entrar se encontró a su padre llorando; el cual, al percatarse de la presencia de Manu, hizo por ocultar sus lágrimas y disimuló diciendo: 'joder qué caliente está el café'. Pero Manu sabía que las lágrimas no eran por ello. Sufría una depresión enorme con altibajos. Cuando le decían que por fin iban a hacer tal obra, se venía arriba; luego se presentaba y se encontraba con cientos en su misma situación, se desmoronaba. Pero él tenía ya cincuenta años y no sabía hacer otra cosa, nada más que la obra.

- ¡Hombre!, apareció el señorito, ¿qué tal ayer?, ¿Por qué no llamaste?, ¿es qué no sabes la que se formó, hijo? - encaró Lucía mientras le daba dos besos en la cara que aceptaba a regañadientes.

- Yo, ni me enteré..., hola papa - dijo besando a su padre que correspondió.

- Pues se montó gorda - dijo el padre - un montón de muchachos heridos... es que hay que ser cabrón..., si lanzaron hasta botes de gas lacrimógeno y eso sólo está permitido en situaciones extremas. ¿Y tú no te enteraste?, ¿a qué manifestación fuiste?

- Me fui antes.

- ¡Vaya mierda!

- No... ¿qué dices, Manuel?, bien que hiciste hijo - protegía la madre - que hay muchos que son violentos y se pegan con la policía. ¡Hay que tener ganas de pasar una irritación!

- Hay que quedarse hasta el final, si no... ¿para qué? - discutía el padre.

Si su madre supiera que él era uno de ellos, le daba algo; pero gracias a sus salvadores, no lo sabría. Así estaba mejor; de ir a urgencias era probable que llamaran a sus padres; aunque tampoco hubiera pasado nada, pensaba que a su padre no le disgustaría ver la herida de 'guerra', pero seguro que se hubiera empeñado en ir a denunciar y lo último que quería el muchacho era ver a un policía. No ganarían nada, pues no tenía más prueba que la herida, y ésta se la podía haber hecho en cualquier lado.

- Estuve casi hasta el final, la cosa empezó a ponerse fea y me vine, sólo eso.

Los tres se centraron en el café, conformes.

- Me han dicho que el casino busca una limpiadora - informó Lucía a su hijo.

- Sí..., oye si..., yo puedo buscar tra...

- ¡Tú no tienes que hacer nada!, - mandó Manuel - tú a estudiar, qué mírame a mí sin estudios..., mientras yo viva no te va a faltar...

Y dando un puñetazo en la mesa con los ojos llenos de lágrimas, se levantó bruscamente y se fue a su dormitorio. Madre e hijo se quedaron en silencio. Lucía retiró las lágrimas de entre sus parpados y dijo:

- Luego tienes que ir por tu hermana, a casa de tu tía Nati. Se la llevaron ayer para el cumpleaños de tu prima.

- Vale.

- Vale, a las siete de la tarde - le dijo dándole un beso en la frente al tiempo que acariciaba la cabeza de su hijo.

Entonces se dio cuenta de la herida.

- ¡Por Dios Santo!..., Manu ¿qué es esto?..., ¡Ay, ay... qué estás 'descalabrao'!

- No pasa nada, no es nada.

- ¿Fue la policía no?, ¿Estuviste en el follón?, pero es que fuiste al hospital solo. ¿Por qué no llamaron?...

- No, no fui, me cosieron unos amigos.

- No me digas que ahora tienes amigos que cosen cabezas...

- Sí, los tengo, los conocí ayer y son buena gente.

- ¡Ay dios mío! - dijo observando el trabajo.

-¡Que está bien, me duele un poco sólo!

- Pero, hijo, ¿Cómo ha sido?

- Un poli me arreó y ya está, no hay nada más que contar.

- ¡A pique de haberte matado!, se acabaron las manifestaciones, me oyes, y qué clase de amigos son esos que cosen cabezas, ¿Dónde?, ¿Cómo?..., - decía alterada y respirando hondo ya más apaciguada - ... pero no parece que esté mal; que no se entere tu padre, sólo le faltaba esto... anda y sube a la Paqui, que es enfermera y que te lo vea.

- Está bien... ¿qué le pasa a papá?, antes le pillé llorando... ¿otra de sus crisis?

- Sí, hijo, ¿no lo ves?, no encuentra trabajo y no entra nada.

La hipoteca había sido ejecutada por impago y se encontraban en el periodo de gracia que el estado había decretado hacía poco. Tiraban con los apaños caseros que le salían al padre por parte de vecinos y amigos. Y aunque se lo ocultaron, Manu sabía que su madre había acudido al banco de alimentos en más de una ocasión.

- Mamá, yo puedo ayudar si encontrara un trabajo...

- Ya has oído a tu padre..., a ver si me sale lo del casino, la Merche conoce al que lo ha cogido y vamos a ir juntas.

- Bueno... ¿Hay aspirina?

- No, sube y que te la dé la Paqui, hoy es domingo y no tiene guardia; ¡venga!

Así lo hizo, subió al trece que era donde Paqui vivía y efectivamente estaba en casa. Le relató lo que había pasado y le rogó que no lo contara. Paqui era una chica joven y afortunada ya que tenía trabajo en un hospital; con la que estaba cayendo en cuestión de recortes en ese sector; su carácter afable y solidario la convirtió en la 'doctora' del bloque; le verificó que la herida estaba bien, e hizo hincapié en lo bien cosido que le había quedado, nunca imaginaría las pintas del 'sastre'.

Cuando terminó el examen médico, bajó a su casa con una sola idea en la mente: pasar el día en internet buscando más información sobre la anarquía y la corriente punk; esperaba tener algún disco bajado y empezar a escucharlos cuanto antes. Su madre estaba con su padre en el dormitorio y él se metió en el suyo. A las seis y media de la tarde fue a por su hermana Flores, una bonita chiquilla rubia de seis años.