La Fábrika de Utopías - Capítulo 4


Al día siguiente desayunó ligero, cuando salió para el instituto su padre todavía estaba acostado.

Había escuchado a Envidia Kotxina y El Último Ke Zierre durante la tarde del domingo; había leído y comprobado que las letras de las canciones tenían toda la razón del mundo, se veía reflejado en ellas y le hacían ver de otra manera a las gentes con las que se cruzaba. En el instituto empezó a ver gente normal en vez de compañeros; todos intercomunicados permanentemente por WhatsApp y recortados por la misma orden de moda. Él siempre había rehusado tener internet en el móvil, salía más caro y tampoco le gustaba mucho la idea de estar vigilado de forma perenne. Esa era la sensación que le daba el tener que estar al quite de cualquier chorrada.

Hoy, en su cabeza no estaban los amigos sino Mar. Los ojos, labios y tez blanca de la muchacha estaban grabados a fuego en la mente de Manu. Su cabeza, rapada tres dedos por cada lado, y sus tatuajes, le proporcionaba un aire de inconformismo que le causaba una atracción irrefrenable; y a la vez, una sensación de desesperanza, '¿Cómo se va a fijar una chica como Mar en un chico 'normal' como yo?', que se edulcoraba, 'pero ella me pidió el correo...'

Necesitaba verla y de forma perentoria. Esa tarde tenía ensayo con su banda y les propondría ir a tocar a la 'fábrica'. Mientras ensayaban un ritmo cadencioso y lento de los que se traían entre manos, Manu tenía en su cabeza el ritmo vertiginoso del Punk.

La idea de ir a tocar a un local okupa-punk no les hizo mucha gracia a dos de sus compañeros; sólo Pablo, el guitarrista principal, se apuntó. Además de ser su mejor amigo, era su maestro. Pablo era un prodigio; tocaba la batería, el piano y la guitarra, esta última era su fuerte y enseñaba a Manu. Así que irían los dos.

Esperaría unos días para ver si Mar se comunicaba con él y le indicaba una fecha, o algo a lo que agarrarse para no plantarse allí sin más. Le daba vergüenza. Durante toda la semana acudió al centro; lo recorría a pie con la esperanza de verla con los malabares, ya que recordó que Mar dijo que se dedicaba a ello.

Y durante esa semana, Mar se acordaba también del muchacho de la cabeza abierta. Estuvo a punto por dos veces de enviarle un mensaje desde un ciber-café. No tenía ordenador pero sí mantenía una cuenta abierta en Yahoo. La usaba muy puntualmente; para situaciones en las que no había otra forma de comunicarse y para recibir noticias de sus amigos esparcidos por toda España; lo normal era la incomunicación, la desposesión de móvil en la 'fábrica' la obligaba; su coste lo hacía ser un lujo. El caso de Pedrojo era simple, ignoraba los móviles y todo aparato destinado a la comunicación con el resto de las personas. Para contactar con Manu debía salir del polígono y esa semana estaba muy liada en la 'fábrica', se le ocurrió por dos veces y no pudo ser.

Mar era una 'manitas', la necesidad obligaba pero en ella era algo natural; desde restaurar muebles hasta confeccionar un edredón con trozos de tela. Se le daba la cocina mejor que a nadie allí, y todos lo celebraban cuando le tocaba a ella hacer de comer. Era una auténtica maestra con una vieja máquina de coser que se encontraron, y que David, un mecánico auto-expulsado de su pueblo, le dejó como nueva; por ella pasaba toda la ropa de sus compañeros cuando el asunto era irremediable, o para la creación misma de la vestimenta. Le encantaban las plantas y tenía los pasillos de la nave llenos de éstas, cogida de los parques y trasplantadas hábilmente en botes de plástico, hacían mucho más acogedor aquel entorno hostil de la fábrica de latas abandonada.

Con su habilidad especial en la restauración de muebles tenían abastecidas sus necesidades; desde muebles de cocina antiguos y desechados por sus dueños, hasta sillas y mesas de madera encontradas en la basura. Desde taburetes hasta grandes cómodas de madera. Le daba nueva vida a muebles muertos.

Pero su gran pasión eran los animales; al igual que antaño y como la evolución fue indicando, tenían dos mastines en la planta baja de la nave que servían de guardianes y alarma a la vez; con ellos convivían nueve gatos que tenían el interior libre de bichos.

La semana que entraba se celebraba el festival de rock 'Viñarock' en Villarobledo y estaba muy liada haciendo parches con logotipos punk, pulseras de cuero y camisetas caseras. Todo para venderlo entre los asistentes en los cuatro días que duraba el mismo. También vendería latas de cerveza y litros de calimocho. Manu no era consciente de esto y acudía cada día al centro; tampoco dejaba de mirar su correo electrónico y su móvil.

El viernes por la tarde, el corazón le dio un vuelco al abrir su correo y ver un mensaje de una tal 'eskorbutinaypiko'; pinchó ansiosamente y leyó:

'Hola, ¿Qué tal tu cabeza?, espero que bien; oye, que no nos olvidamos de ti, no he podido escribirte antes; vamos a estar todo el fin de semana aquí preparando el Viña, ¿Qué te parece si te pasas? Coméntaselo a tus amigos si quieres. Te la recuerdo: nave 9 polígono Sur 2. Un beso.'

En ese momento era la persona más feliz del mundo. Quería que fuera, y además, un beso. Inmediatamente llamó a Pablo y quedó para el otro día, irían después de comer. Sin más, se echó en la cama y puso Gatillazo en los cascos. Sonreía al techo.