La Fábrika de Utopías - Capítulo 5


A las tres de la tarde del sábado el sol caía de plano. Pablo picó en el portero electrónico del portal de Manu. En breve los dos caminaban hacia la parada del autobús que les llevaba al polígono Sur Dos; cargaban con sus guitarras españolas, tan sólo con ver las fundas se conocía que la de Pablo era mejor que la de Manu. Suerte que el polígono estaba al sur como su barrio, de lo contrario hubieran tardado medio día en llegar.

- Vas a flipar... esta peña es de puta madre.

- A mí me parece que, al menos, una sí lo es - reía su amigo.

Pablo era delgado y espigado, al menos sacaba dos cuartas a Manu; moreno de pelo liso que lucía a media melena, de nariz aguileña y barbilla pronunciada que cubría con pelos de cuatro días; era bien parecido. Tocaba la guitarra, el bajo, el piano y la batería; era un virtuoso, alguien destinado a triunfar si jugaba bien sus cartas; pensaba que debía jugarlas bastante bien ante el nulo apoyo a la cultura esgrimido por el gobierno de derechas imperante.

Ambos vestían con zapatillas de deporte, pantalones vaqueros azules que les estaban enormes y sendas camisetas. Manu, una de Vetusta Morla y Pablo, una de Tool. Manu iba arrepentido, la frase 'apesta a indie tostón' de Pedrojo se hacía patente en su camiseta.

Tras tres cuartos de hora de travesía llegaron al polígono Sur Dos, última parada del autobús. Aquello era enorme; infinidad de calles flanqueadas por enormes naves industriales conformaban una malla reticular extensísima. El polígono estaba dividido por calles y ellos sólo tenían un número de nave; era sábado por la tarde y por allí no había un alma a simple vista; de vez en cuando pasaba un coche a los lejos, atravesando la calle por donde caminaban. Sólo les quedaba preguntar a alguien, no había otra opción.

Lo primero que vieron con gente, tras una larga caminata, fue una nave de almacenamiento y venta al público de un 'chino'; tras preguntar, y ser ignorados por problemas de idioma, se encontraron con una cafetería que hacía esquina al final de la calle. Aquí sí tuvieron suerte, conocían de sobra la fábrica ocupada; es más, viendo el dueño del bar lo cargados que iban con las guitarras, se ofreció a llevarlos en su coche; 'Nave 9' era como se llamaba 'la fábrica' y no el número de una calle; estaba apartada del polígono entre otras enormes naves solitarias, pues gozaban de una gran extensión de terreno libre rodeándolas, ésta era destinada al movimiento de camiones y almacenaje exterior.

Menos mal que aquel hombre de treinta y pocos les llevó. Tras una docena de ángulos de noventa grados en su recorrido llegaron a la puerta de 'la fábrica'. Por el camino les dijo que él también era músico, por ello y al ver sus guitarras, se animó a llevarlos. Al ver por el retrovisor interior a Pablo, que iba sentado atrás, lo sorprendió alargándole una copia original edición especial del 'Aenima' de Tool que llevaba en el portapapeles de su puerta. También le alargó un disco de Porcupine Tree, preguntándole si los conocía e indicándole que también eran 'un pedazo de banda'. Pablo asintió pues sí los conocía. Al momento el hombre giró la cabeza y mirando a Manu, sentado en el asiento del copiloto, le dijo: de 'indie' no tengo nada.

- No, si a mí el 'indie' no me gusta mucho - comunicó, arrepentido de haberse puesto esa camiseta que un día le tocó en el sorteo de un pub, era la única que tenía limpia con algo relacionado con la música, a su madre se le acumulaba la ropa sucia, y sabía que era por el coste que conllevaba el detergente y la electricidad de la lavadora; para ese menester era ayudada a menudo por vecinos y familiares. Obligado por las circunstancias, prefirió la camiseta 'indie' a las de marcas publicitarias de regalo que le quedaban limpias.

- Esta gente es buena gente - indicó el chofer - yo he tocado con mi grupo un par de veces en la Nave 9..., y vosotros... ¿tenéis banda?

- Sí, tenemos un grupo pero sin nombre - contestó Manu obligado por el asiento que ocupaba.

- ¿Y qué hacéis?

- Rock Progresivo

- ¡Joder!... como nosotros. Mi banda se llama Parte Final. Y tenemos quince temas y ni un puto euro para grabarlos decentemente.

- Nosotros estamos empezando, hasta ahora sólo hacemos versiones.

- Todo llegará, duro ahí - dijo con una sonora carcajada.

- ¿En la nave tienen electricidad? - preguntó Pablo sintiéndose un poco estúpido.

- Sí, imagino que la tomaran 'prestada' de una de las conexiones o algo así, pero para los conciertos se las arreglan con un generador de gasolina que les prestan. Entre ellos siempre hay alguien que sabe hacer lo que se necesita. Yo los apoyo completamente, todos tenemos derecho a un techo y aquí no hacen daño a nadie; al contrario, de la colaboración sale el beneficio para todos... ¿y vosotros de qué conocéis a esta peña?

- Éste... que se ha quedado pillado de una chica que vive allí - se adelantó Pablo. Inmediatamente Manu se giró y le dirigió una mirada inquisidora.

- ¡Digo que sí!, campeón - rio el 'rockero' - que suelen haber unas chavalas muy bonitas allí, lo mismo tú también 'pescas' algo - dijo mirando por el retrovisor a Pablo.

- A ver... a ver si el mástil de la guitarra ayuda al otro.

Los tres rieron de la ocurrencia de Pablo al tiempo que llegaban a su objetivo. Antes de bajarse del coche les dijo que se llamaba Juan y que ya sabían dónde encontrarle. Le dijeron los suyos y le dieron las gracias por el tremendo favor que les acababa de hacer, de lo contrario todavía estarían doblando esquinas.

Al despedirse, fuera del coche del amable y solidario hombre, para ellos más de treinta era un hombre, se fijaron en su camiseta: Serie Z, The Kids Are Backs. Juan se dio cuenta y les dijo sin que se le preguntara: 'un festival de rock del bueno, en Jerez de la Frontera... ¡High Energy Rock!' Y aceleró mostrando unos cuernos con sus dedos de la mano derecha en forma de despedida final.

'La fábrica' era un edificio solitario en medio de un gran claro del polígono, se rodeaba del espacio necesario para el tránsito de camiones y zonas de almacenaje exterior; eso le permitía respirar, no como las naves, apiñadas una al lado de otra, que conformaban las calles del ingente polígono. Se encontraba embargado por el estado y olvidado por la falta de inversión. En espera de resolución judicial todavía no se podía vender. Al segundo año de abandono fue 'okupado' y hasta ahora.

Manu caminaba hacia ella con un pellizco en el estómago, iba delante y Pablo le seguía cansinamente mirando a todas partes. Se dirigían hacia el enorme edificio por su parte trasera donde no se veía puerta alguna. Atravesaron el gran parking de camiones, buscaban la parte delantera; al doblar la esquina Manu vio una furgoneta aparcada al final de la enorme pared de ladrillo visto rojo, justo en la otra esquina. Se alegró sobremanera, casi excitado se volvió hacía Pablo y le gritó: ¡mira... Pedrojo! Su amigo dobló la esquina y pudo ver la furgoneta roja; desde allí distinguió tres grandes letras que ocupaban todo el parabrisas delantero, PGB se encontraba escrito en la cortina delantera que ocultaba de miradas indiscretas el interior de la furgoneta. Al lado, una estrella roja de cinco puntas abrigaba en su interior una jarra de cerveza que simulaba una granada de mano.

En ese momento se abrió la puerta lateral que daba a la acera por donde los dos amigos avanzaban. Todavía de lejos, vieron salir a una chica y mientras se aproximaban salió un hombre, les daba la espalda enseñándoles una gran A blanca dentro de un ancho círculo también blanco; éste se rodeaba de otro círculo rojo más estrecho; todo cosido sobre una sufrida cazadora de cuero negra; la gran A ocupaba toda la espalda, se veía perfectamente desde lejos.

- ¡Pedrojooo! - gritó Manu que aceleró el paso.

El hombre, al oírse llamar, se volteó; una gran sonrisa movió todos los aros que colgaban de su cara y señaló mil arrugas en los laterales de los ojos. Con los brazos extendidos avanzó hacia Manu, en el encuentro le dio un fuerte abrazo y dos besos en la cara.

- Dichosos los ojos, malandrín, ¿cómo está la cabeza?, - le dijo rebuscando entre los pelos sin pedirle permiso - esto está perfecto.

- Sí, me lo vio una amiga enfermera - murmuraba mientras aguantaba estoicamente el meneo de cabeza con una sonrisa - ya no me duele nada, la semana que viene me quita los puntos.

Por fin Pedrojo soltó a Manu y se fijó en Pablo.

- Hola, soy Pedrojo - saludó extendiéndole la mano.

- Pablo, ¿Qué tal? - correspondió estrechando los puños.

- Que alegría volver a verte, tío; venís llegando por lo que veo, Mar está dentro... a ver, perdonad, ésta es Loli - se aturrulló - Manu y Pablo.

- Hola, veo que sois músicos.

- Ella toca el violín - se apresuró a informar el presentador.

- Sí, bueno... lo intentamos - se adelantó a contestar Pablo, al cual Loli le parecía una chica especialmente guapa.

- Yo toco el violín, ¿lo mismo podemos hacer algo después si estáis por aquí?, ahora me tengo que marchar, he de ir por Blanca, una amiga.

Esto último lo dijo mirando a Pedrojo y con una gran sonrisa en la boca. Todos asintieron y Loli se marchó en dirección contraria a la que tomaron ellos para entrar en 'la fábrica', no se dieron cuenta de que dos pequeños perros les olisqueaban los pantalones. Sí oían unos potentes ladridos provenientes del interior de la nave; los emitían dos mastines, que recogidos de la calle, formaban parte de la familia okupa. De día, mientras la puerta permaneciera abierta, vivían en una especie de enorme corral en el interior de la nave, pues no paraban de escaparse. Se llamaban Martini y Bartolo.

OKUPA era la palabra escrita en letras gigantescas en el lateral izquierdo en el interior de la nave, la A era como la que Pedrojo lucía en su chaqueta. La O estaba atravesada por un rayo. El portón de entrada se encontraba justo al doblar la esquina sur del edificio, donde estaban. Se podría decir que Pedrojo aparcaba en la puerta. Al entrar, las grandes letras les daban la bienvenida a su izquierda.

Aquella sala era enorme, altísima y llena de maquinaria pesada oxidada; a la derecha, al fondo, se distinguía una estructura de ladrillo de varias plantas con grandes ventanales que daban a la zona de producción donde se encontraban. Eran las oficinas de la antigua fábrica y era donde los okupas vivían, desde allí se veían diminutas siluetas de personas cruzando, lo que les hizo ver la grandeza del edificio.

Subieron a la primera planta sorteando dos gatos en las escaleras, ni se inmutaron al pasar por encima de ellos. A grandes voces Pedrojo llamaba a Mar; éste les puso sobre-aviso de que, en ese momento, estaban con ellos dos personas más, Darío y María. 'Pareja y residentes en 'la fábrica'', bromeaba imitando a las azafatas de un concurso de televisión de su mocedad y que los dos amigos no entendieron. Sonó un débil y lejano '¡aquí!' procedente de las habitaciones superiores.

Ascendieron a la segunda planta, casi toda ella era un gran salón diáfano. En éste estaba Mar; la encontraron haciéndose un porro rodeada por tres gatos. A aquello se le llamaba 'la fábrica', pero a Mar sus compañeros la llamaban 'la factoría'; cuando había marihuana era una máquina de hacer porros, en cantidad y calidad; a nadie le salían como a ella con el papel del revés.

Mar vio aparecer a Manu por la puerta de la gran sala; en su tiempo, dedicada a lugar de reunión y planificación, y ahora taller común; le pegó el lametón final al papel de fumar que lo adhería y de un preciso corte se deshizo del papel sobrante. Así se aseguraba fumar el menor papel posible. De un salto bajó de la mesa donde estaba sentada y corrió a abrazarlo.

- ¡Hooooolaa!, ¡qué alegría! ¿Cómo está la cabeza? - le dijo dándole dos besos en la cara y queriendo también mirar la herida sin permiso.

Allí estaba Mar, parada delante suyo, sus brazos le rodeaban el cuello, ella intentaba mirar la herida rebuscando entre su melena y él no podía apartar los ojos de sus pechos que, tras una débil camiseta, se le sugerían sin sujetador que limitase el perfecto contorno de los mismos. Por fin lo soltó, dando un paso atrás lo miró de arriba a abajo con una gran sonrisa. Manu también la observaba a ella entera y le parecía una diosa del Olimpo, con esa tela vaporosa que usaba para medio taparse. Llevaba la mata de pelo central hecha una cola hacia atrás, pero dos mechones, uno rosa y otro azul, le caían por delante de la cara; los tatuajes seguían derramándose por sus hombros. Al incorporarse, sus pechos se marcaban especialmente tras la suave tela; se avergonzó por quedarse un instante mirándolos fijamente, seguro que Mar se había dado cuenta pero hizo como si no.

- ¿Y tú eres...? - preguntó dirigiéndose al amigo.

- Pablo - dijo escuetamente impresionado por la belleza de aquella chica.

- También tocas por lo que veo.

- Se intenta.

- Éste es un genio, ya lo verás Mar - aclaró Manu.

- No es para tanto tío - dijo sonrojándose.

- Oye Pedrojo... ¿hacemos un té?, el porrito ya está hecho.

'Antiguo ciudadano

Actual consumidor'

Canturreaba éste mientras se alejaba. Los tres se quedaron en silencio, instante que aprovecharon Manu y Mar para mirarse a los ojos mutuamente, hasta que Pablo interrumpió sacándolos de la hipnosis.

- Loli, una chica que nos hemos encontrado antes dice que toca el violín, ¿toca alguien más?

- Ahora mismo... supuestamente Pedrojo toca el cajón, pero la realidad es que toca su nevera de playa sentado encima de ella - rio.

Acomodaron sus guitarras contra la pared de la sala y se sentaron a esperar a Pedrojo.

- ¿Qué tal con tus padres... cuándo se lo dijiste? - preguntó refiriéndose al choque con la UIP.

- Lo sabe sólo mi madre, intenté ocultárselo pero no hubo manera.

- Si es que a una madre no se le escapa nada, suerte que la tengas; a Pedrojo le faltó con vuestra edad más o menos y seguro que su vida hubiera sido de otra forma... bueno, conociéndolo... no sé...

- ¿Y tú, los tienes? A tus padres, digo - preguntó Pablo.

- Sí, pero como si no - contestaba Mar con gesto triste e indiferente.

Oportunamente llegó Pedrojo con los elementos necesarios para la preparación del té, incluyendo una tetera marroquí que relataba en sus abolladuras una vida azarosa. Una de las esquinas de la gran sala estaba acondicionada como una pequeña cocina, una mesa y una bombona de camping con quemador hacían esa función. Se usaba, más que nada, para calentar leche y hacer café.

Las tardes empezaban a ser largas y el sol aún entraba por los grandes ventanales; vertiendo el té desde la distancia aconsejada, Pedrojo canturreaba de nuevo.

'Siento como flota entre nosotros una maldición fatal

Es el miedo a lo desconocido que está a punto de estallar

Es el odio, es el odio, es el odio con que nos alimentan

Es el odio, es el odio que corroe tu interior

Odio'

De pronto cambiaba.

'He luchado contra la droga

Y ella me ha vuelto a ganar'

Y de pronto volvía a cambiar.

'En qué mundo nacimos,

En que mierda vivimos,

Y en qué mierda seguimos,

Hasta morir'

- Busca el <pause> - bromeó Mar dirigiéndose a Manu.

- ¿El qué...?

Y todos empezaron a reír.

Se pasaron el porro y luego otro. Pedrojo fue a su furgoneta y subió con una botella de anís 'El Mono'.

- Esto es lo mejor de Cataluña - sentenció colocando la botella en medio de una vieja alfombra; se sentaron a su alrededor.

- ¡Oye!... ¿y yo qué? - dijo Mar, ella era de Barcelona.

En ese momento entraron en la sala dos chicas; Loli y otro ángel. Aunque Loli era una chica agraciada, Blanca, que así se llamaba su amiga, era una chica guapísima; fina y delicada. Lo que más llamaba la atención de su bello rostro era que sonreía con los ojos.

- Esta es mi amiga Blanca... Pablo y Manu - presentó a los amigos.

Se saludaron en silencio besándose las mejillas, aunque los amigos le hablaron a Blanca no obtuvieron respuesta sonora, sólo una preciosa sonrisa y un gesto con la mano de aprobación a lo que decían.

- Blanca es muda - aclaró Mar, Loli habla por ella, ¡ah!.., y también toca el violín, no es sorda, sólo es muda.

- ¿Y tocáis juntas? - inquirió Pablo.

- Sí, desde el Conservatorio, nos ganamos la vida tocando en la calle. Estamos de paso, lo mismo bajamos a Málaga con Pedrojo.

- Primero el Viña y luego a la playa - informó Pedrojo.

- Pasado mañana nos vamos al Viña, hay que aprovechar para ganar algo, fijaros lo liadas que estamos haciendo cosas para vender - aclaró Mar.

- Sí, el Viña Rock, en el instituto se habla de ir.

- Sí, últimamente se está emporcando con tanto 'niñato' - vomitó Pedrojo para añadir luego - no va por vosotros. Además los fachas del ayuntamiento controlan la producción, así que ¡a la mierda el Viña!, ¡Viva el Aúpa!

- Ya pero allí se juntan setenta mil personas o más entre los que entran y los que no... y están cuatro días mínimo. Muchos llegan días antes y se van días después y quieras o no, tiene muchas bandas en común con el Aúpa.

- ¿El Aúpa? - preguntó Manu.

- Sí, el 'Aúpa Lumbreiras', 'el Festival de la Resistencia', es en agosto; también iremos, allí van menos personas pero se llega a las veinticinco mil fácilmente.

- Estamos..., al Viña habría que ponerlo a fuego lento, y que tanto a nivel de gentes como de bandas, se evapore la morralla.

Todos rieron la ocurrencia y Pedrojo aprovechó para llenar de nuevo las copas de anís.

En la mente de los dos amigos se iba formando la idea de que sus anfitriones se ganaban buena parte de su sustento anual en los festivales veraniegos; era Abril y el Viñarock era como el pistoletazo de salida de éstos; numerosos festivales de varios días se desparramaban en espacio y tiempo por toda España y hasta Octubre.

Mar se hizo otro porro, 'la factoría' en acción, decía que el secreto estaba en el 'pellizquito'. Nadie sacó el tema de la policía y el abuso de poder sufrido la semana antes. Estaban relajados y Pedrojo con la marihuana se acoplaba y no hablaba. Como era él, el que solía soltar las arengas más retorcidas, la tarde fue transcurriendo entre risas y bromas ya que cualquier cosa los hacía reír.

De pronto Pablo se levantó y fue a por su guitarra. Al sacarla de la funda, todos vieron a las claras que era una guitarra de las caras. Entonces se dieron cuenta de lo bien cuidadas que tenía las uñas de las manos, especialmente las de la mano derecha. Se sentó, estiró la espalda y colocó la guitarra. Afinó mínimamente. En dos segundos se arrancó por Paco de Lucía.

Todos enmudecieron y escuchaban sonrientes; el movimiento de los dedos sobre el mástil era hipnótico; 'Guajira de Lucía' los tenía absortos. En el silencio de la gran sala repleta de telas y trastos sonaba aún mejor. Después siguió con 'Entre dos aguas', Pedrojo se animó con un par de timbales que siempre rondaban por allí, al momento todos acompañaban con palmas sordas.

En ese momento entraron Darío y María, bailando y pegando palmas no muy bien acompasadas, en gran parte debido, seguramente, a su origen italiano. Se sentaron en el círculo, saludaron con un apretón de manos a los nuevos mientras la música sonaba; ya todos daban palmas secas y sonoras, después fueron presentados debidamente.

Alguien trajo una gran bolsa de patatas fritas que fue pasando de mano en mano y fue devorada en una sola vuelta. Cuando todo apuntaba a que Pedrojo seguiría calladito, al terminar Pablo de interpretar una rumba catalana, Darío que hablaba perfectamente español, dijo:

- ¡Joder! hoy en Roma canonizan a dos Papas... ¡y se espera un millón de criaturas!... increíble... es de esas reuniones donde cientos de autocares vomitan niñatos cantando 'esta es la juventud del Papa', ¡pero es que nadie les dice a éstos que Dios no existe... de una puta vez!

Como un resorte, Pedrojo saltó.

- Les interesa, hombre... entre otras cosas, creer en Dios es una forma de incultura y al poder le gusta la gente inculta. El poder y la religión siempre han estado unidos; faraones-dioses y emperadores por la gracia de Dios... es tener una pistola invisible en la nuca de cada alma, amenazando con la vida eterna infernal y premiando con la vida después de la muerte. Me lo puedo explicar en gentes de hace dos mil años, que no sabían leer ni escribir en su inmensa mayoría; pero no en pleno siglo veintiuno, donde la ciencia nos dice que cada uno de nosotros somos hidrógeno, oxígeno y carbono en una proporción determinada; cuando se sabe cómo nacen y mueren las estrellas, donde se nos explica el bicho que somos entre los otros bichos... eso sí, el bicho que va a acabar con su planeta ¡eh!... la inteligencia... virtud y condena de la raza humana; la inteligencia conocedora de la muerte, crea a Dios para someter al hombre; el hombre creó a Dios y no al revés...

Cuando entraba en barrena dialéctica, como cuando canturreaba, alguien debía pulsar un botón de <pause> imaginario de alguna manera; si no era así, no dejaría de hablar. Nadie lo hizo.

- ... que ¿cómo el absurdo alimenta el corazón del ser humano?, yo os lo diré; por el miedo, algo instintivo; el miedo a la muerte y el 'tengo la solución a la muerte'; ¡ahí es nada lo que venden!, eso no se compra en la tienda de abajo. Y como con todo lo que comercia el ser humano, igualmente se tiende a las grandes cadenas internacionales de distribución y venta; a saber, 'Christian Market', 'Islamic Cola', 'Mc Hinduism' y demás socios. Y la gente cobarde se niega la verdad. A los gobernantes les interesa ser aliados de los dueños de estos negocios, entra mucha gente en sus tiendas, la gran mayoría, y lo peor es que les hacen caso, compran. Yo no me creo que Obama crea en Dios realmente, es imposible si la inteligencia no lo ha abandonado; preguntaros que pasaría si dijera que no cree, que Dios no existe y que los que así lo hacen son estúpidos cobardes... a la sociedad americana ultra religiosa que lo tiene impreso en su billete de dólar, ¡pandilla de mojigatos engreídos!....

Si alguien no lo paraba traspasaría Estados Unidos y el pacífico para aparecer en Italia por el otro lado del globo; pero en vez de eso Pablo echó más leña al fuego.

- Pues el rey va en primera fila...

- ¡El 'cuchara'!, el 'mata elefantes' cabrón, ¡otro!, yo mando aquí por la fuerza de la polla de mi padre y os jodéis con este 'orejón' de aquí por la fuerza de la mía. Y los vasallos incultos agachando la cabeza... y para reventar son en un porcentaje elevadísimo, los mismos que la agachan ante los curas... si es que esto va de que la inteligencia llegue a los cojones... ¡joder!

- ¿el 'cuchara? - preguntó Manu que no entendió la comparación del malagueño.

- Sí, ni pincha ni corta - espetó Pedrojo y todos rieron.

- Anda y te lo haces tú ahora y así te entretienes - le dijo Mar acercándole un cogollo de marihuana.

- Oye guapa, que los minutos conmigo son sabiduría.

Al menos hoy, para Manu y Pablo, sí lo fue. Los dos escuchaban atentamente con la mirada fija en el orador y así se quedaron aunque no hablara ya, no se atrevieron a rebatir su razonamiento pues en gran medida ellos pensaban igual, los allí presentes pensaban igual y con lo dicho por su amigo estaba todo dicho. Los 'nuevos', como todos los niños, fueron adoctrinados por y como sus padres quisieron; ellos tuvieron la suerte de haberlo sido en ese sentido.

Todos rieron de nuevo, los dos amigos sólo fumaban una calada cuando los porros arribaban a sus manos, ellos no estaban acostumbrados a ese ritmo; Pedrojo se dio cuenta y les dijo pausadamente 'cuidado con los sudores fríos de la muerte', refiriéndose a la mezcla de alcohol y marihuana y la bajada de tensión que a veces provoca cuando se los mezcla en gran cantidad, 'en la dosis está el veneno...' les canturreó y en voz baja retomó '¿sabéis?, en Córdoba se dice que 'te ha 'dao' el amarillo'.

Dario salió y apareció en treinta segundos con dos litros de cerveza, las abrieron y repartieron. Manu sacó su guitarra y a dúo con Pablo tocaron versiones de los Rolling Stones, Beatles, Bowie... sin que Pedrojo, de momento, los mandara a la mierda. Al revés, de cuando en cuando las cantaba y coreaba a todo pulmón, cosa que los dos amigos agradecían. Pero lo mejor estaba por llegar. Blanca salió y volvió con dos violines, le dio uno a Lola y sin esperarla arrancó con una nota chirriante con toda su fuerza, que al momento transformó en una dulcísima melodía que sólo admitía el silencio. La chica muda hablaba con su violín, más bien susurraba. Todos encogieron un poco sus corazones.

Habían puesto velas y el reflejo de una de ellas alumbraba especialmente a Mar. Manu la miraba sin que ella se diera cuenta mientras pensaba '¿Cómo le digo que la quiero?, si es la segunda vez que la veo...' No podía aguantar las ganas, estaba guapísima ante el reflejo mortecino de las velas; le hacía gracia que el flechazo hubiera aparecido tras la porra de un policía.

Ahora tocaban las dos juntas y el dulce sonido del salón se esparció entre el óxido de las máquinas de abajo. Mar había ido a por unos vasos y a su regreso se sentó junto a Manu, lo cual el muchacho agradeció en su interior. Cuando las chicas terminaron, todos aplaudieron. Pablo cogió su guitarra y se arrancó por bulerías, Loli con su violín le cantaba. Todo se llenó de palmas y alegría tras la relajación de los violines.

Aquello era demasiado 'lolailo' para Pedrojo, ya había caído la noche.

- Bueno chavales - dijo levantándose - a Pedrojo recojo. A ver, cierro la puerta y suelto a los perros, ¿vosotros dos qué vais a hacer?

Esa pregunta sorprendió a los dos amigos, hasta ese momento no se habían percatado de que estaban en el fin del mundo, en cuanto a transporte público se refiere. Optaron por llamar cada uno a su madre y decir que se quedaban en casa del otro. Las madres se lo tragaron porque se lo habían dicho sus hijos.

Blanca también se retiró haciendo señas de adiós con la mano. En lugar de ir a su cuarto, bajó con Pedrojo; a nadie pareció sorprenderle salvo a los dos amigos, que se miraron mutuamente al percatarse de ello. Blanca con sus veintitrés años era una mujer bellísima, mientras que Pedrojo, aunque de constitución fuerte, estaba ya en la cincuentena larga.

Nadie hizo referencia a ello, pero sí hablaron de Pedrojo cuando él no estaba, algo que no entiende de grupos ni clases sociales. Mar dijo:

- Sabéis que la historia de Pedrojo es una pasada, o al menos curiosa...

De momento levantó la expectación en sus cinco interlocutores, que llenando de nuevo las cervezas escucharon lo que Mar les contó.

- ¡Pedrojo es de familia pija!

A todos se les abrieron los ojos de incredulidad.

- Por lo que un día me contó, se educó en las mejores escuelas religiosas de España en un principio, luego en los mejores colegios de pago en el extranjero, también con tintes de derechas, educación que se enfrentaría a su forma de pensar. Bien, su padre tenía dinero y era un súper cabrón; su madre, de carácter fuerte, no se dejaba intimidar por él; según me dijo, murió de un ataque al corazón. Pedrojo ha pensado siempre que su padre era un cabrón, lo odiaba con toda su alma pero nunca me ha dicho por qué. Se fugó de su casa con lo puesto, con más o menos veinte años y hasta ahora.

Cuando llevaba cinco años viviendo en la calle, un día se encontraba rebuscando en un contenedor de basura, aquí en Madrid; vio de lejos como su padre entraba en un restaurante de súper lujo; sin pensárselo dos veces se encaminó hacia allí... imaginaos, con exactamente la misma pinta que tiene ahora pero con la cabeza rapada y una cresta de colores de una cuarta de alta; bueno, quizás con algunos aros menos en la cara; la chupa era la misma pero más nueva, claro, con la A de anarquía a la espalda... ¡igual vaya!... si es que no ha cambiado nada, que lo vi en fotos y es un calco, salvo las arrugas de la cara y la cresta, que ahora es el 'ñordo' que lleva.

Pues bien... atravesó todo el restaurante; el sonido de sus botas sobre el mármol y el tintineo de las cadenas que le colgaban de la cintura era lo único que se escuchaba en aquel lujoso salón. Su padre lo vio venir y se levantó a esperarlo; se colocó frente a él y sin mediar palabra le sacó la cartera del bolsillo interno de la chaqueta, la vació de dinero y se la volvió a meter en el bolsillo delante de todo el mundo. Se dio la vuelta y se marchó en completo silencio, volviendo a sonar el tintineo de las cadenas. Todos miraron como el viejo se quedaba viendo marchar a su hijo, solo e impotente. Tras cinco años sin verlo, comprobó el odio en su mirada. Y hasta hoy.

El dinero casi le dio para comprar la furgoneta, sabía que su padre era un fanfarrón que gustaba llenar la cartera con billetes grandes y fardar. Pedrojo dice que le expropió cuatro chapas con ruedas al cacique.

- ¡Venga ya! Ostias, ¿y el padre sigue vivo? - preguntó Pablo curiosamente.

- Pues no lo sé, si sabe que murió me lo hubiera dicho, creo. Lo que sí sé es que debe de tener unos miles de euros de la herencia de la madre, la cual ha ignorado desde siempre; de hecho lleva treinta años sin mover un dedo por conseguirla, y no es difícil, sólo ponerlo en manos de un abogado pero ni eso. No quiere saber nada del dinero ni de su padre, y si es él el primero que no quiere saber nada, entonces nada se puede hacer.

- Joder, ¿y cuánto es? - preguntó Manu.

- Pues no sé, ni idea... veinte o treinta mil euros, digo yo... qué menos. Quizás más, que no lo sé... a ver... gente de dinero.

- Ya ves... lo mismo le da para una casa o, al menos, para una furgoneta más grande y más nueva - elucubraba Loli.

- Ni loco, la 'punkoneta' ni tocarla... fijo, Pedrojo con sus trapicheos saca para mantener la furgoneta y comer, eso le basta. Es un punki anarquista por convicción, por razonamiento; no viene de la corriente de izquierdas por situación social. Lo normal en él, con su familia y educación, es que hubiese sido un pijo de mierda, sin embargo se auto expulsó de su sociedad de niño pijo y buscó la suya. Está convencido de que el dinero corrompe al hombre y lo ignora.

- Joder, tener dinero y vivir así... - decía María.

- No María, es libre. Oídme, ni se os ocurra comentárselo, no le gusta hablar del tema, aunque le da igual que lo sepáis. Él mismo saca el tema de vez en cuando, suele ser cuando está muy 'ciego'... pero eso ocurre ya raras veces.

Todos se quedaron pensativos con la historia de Pedrojo, había que estar muy comprometido con la causa o muy asqueado de la sociedad, y en el caso del viejo punki las dos cosas dormían en su furgoneta.

Ahora le tocó el turno a Blanca. Darío le preguntaba a Loli:

- ¿Y Blanca... es muda per sempre?

- La de Blanca es una historia trágica y no tiene mucho en común con la de Pedrojo - contaba apenada Loli - es peor... su padre es un cabrón de los de verdad, está en la cárcel por asesinar a la madre de Blanca y haberla violado a ella de niña en multitud de ocasiones. En una de estas, la madre lo pilló in fraganti y el individuo la asesinó a golpes delante de ella. Blanca no habla desde entonces. La madre de Blanca era violinista y la inició en ello. En el colegio de monjas donde fue a parar la apoyaron. Se terminó de formar en el Conservatorio y allí nos conocimos.

Al oírlo Mar se estremeció, ya tenía algo más en común con Blanca aparte de la tez blanquecina; sus padres vivían los dos pero también sufrió de abusos por parte de su padre pero con el consentimiento de la madre; pensaba que no quería ver lo obvio, pues no eran agresiones violentas, sino leves tocamientos; y ella sufría la presión psicológica de humillación continua de parte de su marido. Esto hizo que se alejara lo máximo posible de ellos en cuanto pudo. Las dos historias tenían un triste nexo de unión: la violencia machista. Ella prefirió no contar su historia, 'ya la contarán otros por mí cuando yo no esté' pensaba.

Ya era tarde, Darío y María decidieron retirarse, así que sólo quedaron los dos amigos y las dos amigas. Loli con la excusa del violín y la guitarra concentraba la atención de Pablo; Manu y Mar podrían hablar de una manera más privada. Manu tragaba saliva pues no sabía qué decirle, sí lo sabía pero no acertaba a separar los labios; fue Mar la que le soltó a bocajarro.

- ¿Sabes que vi cómo te aporreaba el 'madero' porque llevaba un buen rato mirándote?

- Sí, al final voy a tener que darles las gracias al señor agente.

Los dos rieron levemente.

- Pues va a ser que sí - le dijo acercándose y dándole un tierno beso en los labios.

Manu no se esperaba aquello, la chica de veintitrés años había tomado las riendas, su experiencia le decía que aquel chico de diecinueve años no se lanzaría, más bien se le veía acongojado por todo lo de su alrededor. Mar se levantó y le tendió la mano para que hiciera lo mismo. No lo soltó, agarrado de la mano lo condujo a su cuarto.

Esto lo vieron Pablo y Loli, ésta comentó:

- Vaya, parece ser que hoy duermes conmigo.

- ¡¿Qué?! - exclamó incrédulo Pablo.

- En la cama de Blanca, en mi cuarto dormimos Blanca y yo. Dormirás en mi cuarto... en otra cama, bonito, te vas a librar de la esterilla en el suelo - dijo pellizcándole la mejilla - no eres mi tipo.

- ¿Y cuál es tu tipo? - preguntó insinuándose con una media sonrisa.

- Mar - contestó Loli levantándose, dándole la espalda y haciendo un gesto con la mano para que la siguiera.