La Fábrika de Utopías - Capítulo 6


Hicieron el amor varias veces durante la noche y amanecieron enamorados. Manu nunca había experimentado con una chica lo que había sentido con Mar. Los problemas económicos de su casa pasaron a segundo plano. El amor había entrado en su vida por primera vez y el sexo, después de lo vivido, casi que también.

Sentía como su vida había cambiado en tan sólo una semana, él era un chico normal de instituto, buen estudiante de aprobado fácil, aunque en los dos últimos años, sus resultados se resintieron debido a la situación de su familia, concretamente desde que se dio cuenta que su madre iba a pedir ayuda a una asociación del barrio, colaboradora del banco de alimentos. No compartía la forma de pensar de la gran mayoría de sus compañeros de clase, odiaba su música y formas de vestir, 'vaya mierda con tanto 'reguetón'' pensaba. El hacer su música le liberaba su mente y estimulaba su vida.

Cuando despertó, Mar estaba dormida a su lado, dándole la espalda con la sábana tapándola de cintura para abajo, la tenía completamente al descubierto, mostrándole en su hombro izquierdo la fuente de los tatuajes que se derramaban por su delgado brazo hacia abajo; realmente el tatuaje del hombro izquierdo era una fuente, un manantial surgiendo de unas rocas rodeado de vegetación, las rocas simulaban calaveras y de los ojos de la más grande y central emanada un líquido rojo, a modo de riachuelo, que se iba convirtiendo en un sinfín de criaturas endiabladas que desembocaban en la muñeca y se perdían debajo de las innumerables pulseras que lucía. En los omoplatos se figuraban dos grandes alas de ángel azuladas que se extendían espalda abajo. Al final de la columna vertebral una pequeña calavera sonriente.

No pudo resistirse a darle un beso en el cuello, despertándola.

- Buenos días

- Buuenos días... ¡joder! es de día... día - murmuró al observar la potente luz del sol que atravesaba las endebles cortinas encontradas no se sabe.

- ¿Sabes una cosa?

- No lo vayas a estropear diciéndome que me quieres - le contestó Mar mientras le agarraba la barbilla y le daba un ligero y cariñoso beso en los labios.

Mar saltó del colchón a algo parecido a una alfombra, se puso una ligera bata con estampados chinos y salió apresuradamente de la habitación hacia el baño.

- Ahora me lo cuentas...

Más o menos era lo que quería decirle pero no tan directamente. Aquella frase fue un jarro de agua fría en la calenturienta mente de Manu; pero cómo si de la borrachera le sacaran con la misma agua fría, se le aclararon las ideas ¿cómo iba a pretender que una chica de veintitrés años se enamorara de un chico de diecinueve? ¿Que caería rendida a sus pies como si nada?... y agarrándose a sus miradas y sus caricias de hacía un rato junto al último beso pensó 'poco a poco' y se alegró, sonriendo, por estar allí.

Se vistió y salió del cuarto de enormes cristaleras tapadas con cortinas viejas y hojas de periódicos. Bajó a la segunda planta, el dormitorio de Mar estaba en la tercera; inmediatamente, un olor a café sacó a Manu de su pensamiento. Cruzó el largo pasillo y entró en el salón con una gran sonrisa. Esperaba obtener una taza de café y su turno en el baño.

Allí estaban, alrededor de una gran mesa de trabajo, Blanca, Loli y Pedrojo. La noche antes se habían sentado en el suelo y la mesa les quedaba a la izquierda, delante de unas enormes ventanas apenas abiertas, por donde ahora entraba el sol hasta la mitad de la habitación. Blanca se sentaba en un taburete alto bañando su espalda con la luz del astro rey y disfrutaba con ello. Normalmente vestía muy parecido a Mar, con telas de colores, medias rotas y botas de trabajo; pero ahora estaba allí sentada con una camiseta negra que le quedaba grande y que antaño reflejaba el nombre de un grupo, ahora sólo se distinguían leves restos de éste, sólo se podía intuir algo así como 'Banda Trapera'. Blanca también llevaba la cabeza rapada, pero menos que Mar, sólo dos dedos alrededor de cada oreja. También llevaba los brazos tatuados con multitud de figuras coloreadas.

Enfrente, al otro lado de la mesa, estaba Loli; sentada en una silla de plástico blanco, común en cualquier terraza de bar. Morena con el pelo negro y corto. Vestía una camiseta verde oscuro de manga sisa que resaltaban sus enormes pechos. El pantalón gris, ultra pegado y roto por bastantes sitios, se asentaba en dos grandes botas negras. Las dos lucían multitud de pulseras en los antebrazos y pequeños aros plateados en la cara estratégicamente colocados.

Pedrojo se agachaba sobre un hornillo en el suelo, tenía una gran cafetera de la que salía una columna de vapor reconfortante. Mientras el agua terminaba de subir se dirigió hacia el viejo, desvencijado y enorme tablón de turnos de trabajo internos, antaño organizaba el mantenimiento del local por sus ocupantes; hoy en día no era necesario, los actuales inquilinos lo hacían todo, a todas horas, todos los días. No tenían más remedio; así, Pedrojo, en un arrebato de nostalgia, escribió su nombre en todos los apartados del mismo, de ese día y del siguiente; no más, pues como decía, para él el futuro no iba más allá de dos días. Se encargaría de todo lo necesario mientras se acercaba el Viña Rock.

Entonces Manu se percató de algo; no había centímetro de pared, que no fuera ventana, que no estuviera cubierto por grafitis; haciendo del salón un caos de colores. La luz que entraba por los ventanales amplificaba su efecto. En contraposición a la oscuridad reinante en su casa últimamente, se sintió bien.

Una de las ventanas sí estaba pintada, toda de negro, dejando sin pintar un gran círculo con un rayo cruzándolo de 'y diez a menos veinte'. Cuando el sol daba de lleno en la ventana este símbolo se proyectaba en el suelo.

El 'buenos días' de Pedrojo fue canturrearle

'Si no tenemos sueños, seremos pesadillas

Da que pensar, sueños que desvelar

Lo que ayer fue manada, será enjambre mañana

Puede costar, pero es gratis soñar'

- ¡Tío, te da por un grupo y no sales de ahí...! - increpaba Loli dándole a ese <pause> imaginario que Pedrojo necesitaba. Éste, de espaldas, le sacaba el dedo corazón de su puño cerrado.

A Manu le sonaba esa canción de Envidia Kotxina que se había bajado de internet esa semana y sonrió.

- Buenos días - saludó.

- Buenos diiias, Manu - correspondió Loli con una gran sonrisa picarona en la cara.

- Eso es lo que hay... que pasa machote, ahí le has 'dao', principito - dijo Pedrojo sonriendo, mirándolo agachado y con el pulgar hacia arriba.

Manu se enrojeció a la velocidad del semáforo, Blanca lo saludó con la mano y una gran sonrisa enigmática. Loli se levantó y se fue hacia una gran pila de sillas de plástico que se amontonaba al fondo de la sala, sacó una y se la ofreció a Manu, al dársela se acercó y le dijo al oído con la misma sonrisa picarona. 'Mar es la princesita de aquí, 'princesita anarquista'... vaya'

Eso le gustó a Manu, le desapareció la sensación que tenía de que Mar se acostaba con el que se le antojara, para luego desdeñarlo como hacía unos minutos. 'Una 'princesita' es algo delicado, respetado e intocable' - pensaba, además Pedrojo lo había dicho como si fuera todo un triunfo acostarse con Mar. ¿La habría mal interpretado? ¿Le estaba diciendo Mar que poco a poco? Estaba convencido de ello. La alegría se desbordaba en una sonrisa.

'Hoy... vamos a morir

Hoy... 'palmamos' pero fijo'

Era la letra que Pedrojo le ponía al sonido del café cayendo desde la cafetera a los vasos de cristal, cuya función primaría era conservar crema de cacao para untar.

- ¿Eso es de Gatillazo, no? - le preguntó Manu.

- ¡Coño!... el 'Indie' está echando luces...

- Que no soy 'indie', me gustan algunas bandas inglesas pero no soporto a los Planetas y su estirpe.

- 'Indie' tostón - agregó Pedrojo y cantó a toda voz

'Esta vida es la muerte

Esta vida es la muerte

Los que van a morir te saludan

Y se cagan en tu puta madre'

Los tres rieron y Blanca sonreía mirando a Pedrojo cariñosamente.

Mar entró en ese momento con el pelo mojado y un vestido de tres colores sobre su cuerpo aún mojado también, lo que provocaba que éste se le pegara al cuerpo por algunas partes. Saludó a todos y se sentó al otro lado de la mesa, junto a Blanca y enfrente de Manu, cogió un cogollo de marihuana de su bolsita de cuero, lo miró, con una gran sonrisa le guiño el ojo izquierdo y dijo: 'vamos a por el mañanero'

En ese momento entraron María y Darío; los dos lucían sendas melenas 'rastafari' enormes, no se distinguía bien quien la tenía más larga. Los dos vestían igual, de hecho compartían la ropa; con sandalias de cuero, pantalones anchos con infinidad de bolsillos, camiseta y collares. Asimismo los tatuajes se repartían en número elevado por brazos y cuello. Ambos llevaban un solo aro en la nariz y se completaban con las exitosas pulseras de cuero. Los dos habían llegado allí tras el cierre de la casa okupa Tacheles de Berlin en dos mil doce. No eran habitantes de allí, pero sí asiduos, estaban en Berlin y eso los hizo decidir no pasar más frio, viniéndose para España.

Hacían malabares y eran buenísimos, se compenetraban de una manera mágica; en las actuaciones se miraban a los ojos y los bolos pasaban de manos de un dueño a otro a una velocidad endiablada. Aumentaban paulatinamente el número de bolos y la recaudación de ese día estaba asegurada. Hoy domingo irían al centro, así que no se quedarían mucho tiempo allí.

Le indicaron a Manu donde estaba el baño y éste se dirigió presto. Se trataban de los servicios de aquellas viejas oficinas. No había nada que distinguiera entre hombre o mujer, en las puertas y paredes había pintadas de todas clases de consignas anarquistas, 'solidaridad' era la palabra más repetida; dentro era igual. Algunos desagües habían sido reciclados en plato de ducha. El agua era un verdadero problema que solventaban con grandes bidones que dosificaban en cantaras y cubos, tanto para el retrete como para lavar la ropa; el agua para consumo se conseguía embotellada.

Después de un aseo digno volvió a la sala. Pablo ya se había levantado y estaba sentado a la gran mesa tomando café; a su término, fue él quien pasó al baño. María y Darío ya se habían marchado.

- Dime Mar, ¿Cuántos sois aquí? - preguntó Manu en la espera del regreso de Pablo.

- Hasta hace poco éramos diez y Pedrojo que va y viene.

- ¿Y los otros cinco?

- Se fueron a la India en una furgoneta enorme con un espectáculo de payasos, con eso piensan pagarse el viaje. Así que no creo que los vayas a conocer. Pero, después del Viña, Blanca y Loli quieren cambiar a Málaga y entonces nos quedaremos sólo Darío, María y yo. Actúo de vez en cuando con ellos y partimos. Lo que pasa es que esto es demasiado grande para tres personas solo. Hubo un tiempo en que éramos más de treinta y no faltaba de nada, con sólo tres... veremos a ver. - dijo mirando al suelo visiblemente entristecida.

- No pasa nada, 'palante' - animaba Pedrojo con una frase que utilizaba muy a menudo y que lo definía.

A Manu le entraron ganas de quedarse a vivir allí en ese mismo momento. Pero ¿qué dirían sus padres? Se imaginaba diciéndoles 'me voy de okupa', y a su madre respondiendo 'sí hijo, llévate esto y esto'; ni de coña. Además no sabía si tenía agallas de vivir así; podría tocar la guitarra y cantar en la calle pero no lo tenía tan claro, ¿y los estudios?, ¿y el futuro?... a todos los allí presentes les había pasado algo duro en su vida que de una manera u otra los había empujado a vivir así. Él, sin embargo, disfrutaba de una vida normal entre comillas. Aun así, allí vivía el amor de su vida.

Loli y Blanca escuchaban a Mar, era idea de Blanca volver a su tierra, echaba de menos el mar y presentía que allí, por fin, cambiaría su vida a mejor. Por eso Loli miraba a Blanca con mirada interrogante preguntándole sin hablar '¿Qué hacemos?, Mar nos necesita', Blanca desvió su mirada al suelo con semblante triste y serio.

Nada mejor que la llegada de Pablo para despejar la inesperada neblina de tristeza que en ese momento flotaba en el ambiente.

- ¡Oye!, ¿qué hacemos?, ¿nos vamos o qué? - preguntaba a Manu.

- De eso nada - se adelantó a contestar Mar - Pedrojo, pon otro café que estos muchachotes nos van a ayudar.

- ¿A qué? - interrogaron expectantes.

- A hacer pulseras.

- Sí, y parches - dijo Loli.

- Vamos a comer algo, trabajamos y luego os llevo a casa en un salto - planeaba Pedrojo atareado ya con la grande y destartalada cafetera.

Sacaron un paquete de pan de molde, aceite, margarina, lechuga y dos tomates. Pedrojo sacó un paquete de mortadela de aceitunas diciéndoles a Manu y Pablo 'esto para los nuestros, que las niñas son vegetarianas'; 'vegaaanas' le replicaron las féminas al unísono, ignorándolas comenzó a hacer sándwiches. En un momento se encontraron comiendo alrededor de la gran mesa rectangular, por la cual se distribuían toda clase de accesorios para trabajos manuales. Blanca enchufó una vieja radio y sintonizó Radio 3. Comieron y Mar se hizo otro porro. Hicieron dos grupos; Loli, Blanca y Pablo harían pulseras; Mar, Pedrojo y Manu harían parches de tela. Sobre la mesa, trozos de tela de varios colores, rotuladores, tiras de cuero, bolitas de plástico, pinchos metálicos, un sinfín de plantillas y fotos, piedrecitas de colores agujereadas... en definitiva, multitud de elementos en zafarrancho de creatividad.

- ¿Qué hago? - preguntó Manu ante un trozo de tela azul.

- Crea... pero con mensaje - ordenó Pedrojo sonriendo - anarquista o de izquierdas... preferiblemente.

- ¿Y cuál es el mensaje? - Manu seguía en blanco.

- Pin... Pan... Punk - rio Mar señalando a Pedrojo con el dedo índice y haciendo el gesto de darle a un botón en el aire.

- Había tres monos que andaban erguidos - hablaba Pedrojo pausadamente y mirando perdidamente al centro de la mesa - uno de ellos, por accidente y casualidad, se dio cuenta que una piedra afilada cortaba la piel de los animales cazados. Se lo enseñó a los otros dos monos; en unos meses uno de estos encajó la piedra afilada en un palo. En unos miles de años, el otro era causante de los gases invernadero. El primer mono creó la cultura y la solidaridad, el segundo la ciencia que el tercero convirtió en su destino... a ver que se te ocurre.

Después de dejar de mirar a Pedrojo, Manu fijó su mirada en la mesa pensativo; vio un recorte de una revista con una foto de Sid Vicious y un slogan encima de él: 'No Future'. Algo vio y se puso a pintar el trozo de trapo azul con un rotulador negro grueso, al cabo de un rato terminó. Alzó la cabeza y se sobresaltó al ver como lo miraba fijamente un gran gato negro, sentado en la mesa, justo delante de él.

No se atrevió a decirle nada pues su porte indicaba que se creía el dueño de todo aquello.

- Oye, no está mal - dijo Mar llamando la atención de los demás, Pedrojo alzó la cabeza para ver el trabajo de Manu.

- Nada mal chaval - le felicitó Pedrojo dándole una pequeña colleja y una gran sonrisa.

Había dibujado el símbolo de la radioactividad rodeado de hombrecitos con arcos y lanzas de estilo rupestre; Mar lo miraba de forma cariñosa y Manu se sonrojó.

- Le podemos poner tu frase - dijo Manu a Pedrojo.

- ¿Cuál?

- Inteligencia à virtud y condena.

- No hay futuro, sí señor, la humanidad es una especie fallida, tiende a infinito y la tierra es finita, en algún momento colapsará, pero no por mucho que seamos sino por la mierda que soltamos. Remarca y la pegas sobre esta otra tela, le da consistencia y se podrá pegar planchándolo; a dos 'euracos' el primer día, a uno el último y cincuenta céntimos el lunes para salir como se entra.

- Pin, Pan, Punk - dijo Manu.

Todos rieron. Mar bordaba una gran A blanca dentro de un círculo rojo sobre una tela negra y se pinchó ligeramente con la aguja tras la ocurrencia de Manu. Ahora habló Pablo, más bien disparó.

- Pedrojo, ¿tú qué piensas de los atentados que reivindican los anarquistas?

- 'Killo'... - pensaba por un momento - la violencia engendra violencia, sólo la cultura y el conocimiento libre y objetivo liberará a la raza humana; a la democracia se la vence con democracia, quiero decir que está sólo en mano de la educación y el razonamiento de la gente; no se logrará con la violencia. El raciocinio contaminado por la religión es el peor, hay que actuar contra él pero la violencia es imposición y no razón; o vamos todos a una con la solidaridad como bandera o seguirá siendo una utopía.

- Pues la idea que se tiene es distinta, anarquista es terrorista. De hacer lo que te dé la gana y de bombas en iglesias.

- Yo tengo mi opinión, mis conocimientos y mis experiencias. Tú tienes los tuyos y aquel los suyos y todos llevamos un animal dentro. Algunos piensan que el caos es necesario para la anarquía, pero no te equivoques, no es sinónimo. ¿Ves el símbolo? una A dentro de un círculo, una 'o' de orden; ahora... también te digo 'a la mierda las iglesias' - le contestó Pedrojo pausadamente.

Todos lo escuchaban en silencio atentamente, y sería por el efecto narcótico de la marihuana, o del discurso, que ninguno hablaba al finalizar sus exposiciones; de pronto sólo se escuchaba la música de 'Duendeando' en Radio 3, lo cual animó a Pablo a coger la guitarra y acompañar lo que sonaba; todos fliparon escuchándolo acompañar a Bernarda de Utrera, olvidándose del tema, Pedrojo solía acabar hablando el último; él daba su opinión y luego le importaba un carajo si estaban de acuerdo con ella o no.

'¡Joder!' - se decía Pedrojo - 'el chaval toca' - pensaba.

Pasaron la tarde entre risas, porros y restos de la botella de anís del día anterior. Al caer la noche se despidieron con gran pesar de los dos amigos; volverían a ese sitio seguro, allí se respiraba y olía de otra manera y no era a óxido. Justo antes de montarse en la furgoneta, Mar dijo:

- ¿Entonces qué? El martes nos vamos para el Viña, en una semana estamos de vuelta ¿os venís?

- Va a ser que no - dijo Manu ante la total imposibilidad.

- No pasa nada, el Viña es una mierda, el Aupa es en Agosto y a ese hay que decir que sí - casi ordenó Pedrojo.

- Desde luego - contestó Pablo adelantándose a Manu - intentaremos ahorrar, estamos a finales de abril, todavía queda.

- Oye, que nosotros no entramos, nos quedamos fuera acampados entre todos los que van, no hace falta mucho dinero, si cuadra os venís conmigo.

- Bueno ya veremos ¿por qué no? - dijo Manu deseándolo con todas sus fuerzas.

Al montarse en la furgoneta Mar le besó los labios cálidamente durante un instante prometedor.

El trayecto de vuelta se les hizo cortísimo debido al repertorio punk que Pedrojo exhibió y que los dos amigos forzaron en memorizar; Andanada 7, Putakaska, Suzio 13, Escuela de Odio, Ignotus, Arpaviejas entre muchos otros se imponían al ruidoso motor de la 'punkoneta'; pasaba de uno a otro indicándoles de donde eran, y quien era más 'hardcore' que los demás o más punk que el resto, aunque siempre terminaba con 'como los Eskorbuto ninguno'. Al despedirse de Pedrojo no evitaron pensar en lo peculiar de aquel personaje; su historia y la elección tomada. Ahora tocaba volver al mundo real, a sus casas... y la alegría se difuminó en el rostro de Manu.

Su madre veía la televisión a oscuras y el reflejo de la pantalla hacía patente sus lágrimas corriendo mejilla abajo. Su padre estaba en el dormitorio.

- Hola ¿qué pasa? - saludó dándole un beso en las mejilla.

- Nada ¿y tú donde andas? ¡Es que te tengo que llamar yo siempre!, ¡a ti hay que ir recortándote las alas!, ¿sabes?...

- Oye no lo pagues conmigo, he estado con Pablo... ¡¿es que aquí se puede estar?!... joder - dijo marchándose para su cuarto violentamente.

Al rato su madre pegó en la puerta del cuarto, pidiéndole perdón le traía un sándwich de jamón york y un vaso de leche blanca. Manu correspondió también con un 'lo siento' y no se atrevió a preguntarle porqué lloraba, lo sabía muy bien; 'el puto paro' se decía; comprendía perfectamente la presión de una madre sin tener qué darle de comer a sus hijos y bajo esas condiciones todo es perdonable.

Terminada la cena, puso a Arpaviejas en el reproductor de mp3, los tenía bajados y al escucharlos en la 'punkoneta' le entró ganas de escuchar el disco entero. En la soledad de su habitación pensaba en Mar y empezó a contar los minutos mientras sonaba

'Meo contra el viento

Aguantando el temporal'