La Fábrika de Utopías - Capítulo 8
No pasaba la semana por la comezón de no haber sido avisado por Mar de su regreso, ni haber recibido noticia alguna, por su parte, del concierto solidario. Hasta el viernes por la tarde, que recibió un correo de 'Eskorbutinaypiko'.
'Hola, ya volvimos hace días pero he estado muy liada con una fiesta para recaudar fondos y ayudar a dos amigos; que no he podido avisarte antes, hay que buscar un montón de cosas y hace un siglo que no lo hacemos. Espero que vengáis, por supuesto.
A estos los detuvieron días después de la manifestación en la que te 'abollaron', los acusan de iniciar los incidentes y te aseguro que no tienen nada que ver. Así es que algo te toca.
El Viña todo un éxito como siempre.
Un besito.
Siento de verdad no haberte avisado antes.'
Manu se vio de pronto como un estúpido y egoísta enamoradizo jovenzuelo al no considerar la vida de los demás y pensar sólo en él; creía que nada más llegar, Mar correría en busca de un ordenador con conexión a internet para decírselo, como si no hubiera otras cosas importantes que hacer desde el punto de vista del otro.
Ahora una enamorada sonrisa de satisfacción apuntaba al techo, tendido en la cama se decía: ¡Sí!
Le mandó un mensaje a Pablo y quedaron para el día siguiente a la misma hora que la vez anterior. Utilizaba sólo los mensajes imprescindibles y no llamaba a no ser que fuera absolutamente necesario para no agotar el saldo de su tarjeta. Luego se tendería en la cama a escuchar punk, a esperar que el sueño le venciera y la noche pasara.
Pablo apareció con unos pantalones estrechos y unas antiguas botas de soldado de su padre; llevaba una camiseta anti-taurina donde se listaba en letras grandes el nombre de un toro; debajo, más pequeño y escrito en rojo el nombre del torero muerto por éste, el lugar y el año.
Manu al verlo soltó una carcajada.
- A ver que lea...
ISLERO, Manolete, Linares 1947;
AVISPAO, Paquirri, Pozoblanco 1984;
GRANADINO, Ignacio Sánchez, Manzanares 1934;
OVACIONES, Joselillo, México D.F. 1947;
BURLERO, El Yiyo, Colmenar 1985;
... LA LUCHA CONTINÚA.
- Y mira por detrás...
Manu lo observaba con una sonrisa; era un dibujo de la cabeza de un toro con gesto de mala leche encerrado entre una A, una T y otra A; la rodeaban dos círculos y entre ellos se leía Amigos del Toro Avispao, todo en blanco sobre el fondo negro de la camiseta.
- Es de mi padre, y las botas también; tienen más de veinte años, son más viejas que yo. Los pantalones me los ha arreglado mi hermana.
Manu se reía a carcajadas mientras decía: 'a lo Pedrojo'.
Pablo, como Manu, consideraba la fiesta de los toros como una tortura pura y dura. El padre de Pablo era del mismo parecer y guardaba esa camiseta de cuando era más joven, entre otras; las botas eran de la 'mili' y a su hijo, espigado como él, las dos cosas le entraban como un guante.
- Mimetizado completamente - reía Pablo mostrando una fina pulsera de pequeños pinchos plateados.
Manu no tenía tanta suspicacia con la imagen e iba como siempre; zapatillas de deporte, pantalón vaquero normal, más bien ancho y una camiseta. Eso sí, aquí se miró en que fuera de los Stooges, con un Iggy Pop mirándote desafiante. No quería aparecer otra vez con una camiseta 'indie'. Aunque pensaría que los Stooges son también ídolos en ese campo.
Esta vez, al llegar al polígono, sí supieron ir a pie hasta la 'fábrica', aunque la caminata era considerable e intrincada, ya habían estado en varias ocasiones.
La 'punkoneta' estaba aparcada en el mismo lugar de la otra vez, lo cual alegró a los dos amigos que pensaban que no volverían a ver a Pedrojo en bastante tiempo. Éste reaccionó de la misma forma al verlos cuando abrió la puerta lateral de la furgoneta y los vio allí plantados con sus guitarras al hombro.
- Qué pasa, par de ellos, sabéis... pasa que 'tó' llega y pasa, y cuando pasa, 'tó' es una mierda porque ha 'pasao'... - les dijo desde el interior.
Sin duda era Pedrojo quien salía a abrazarlos; además de sus decenas de arrugas, el destello de los innumerables aros plateados de su rostro y el tintinear de las cadenas medio oxidadas que colgaban de su cintura así lo certificaban, y esto consideraban ambos con un cierto nerviosismo, en su interior, de alegría.
- No lo dudé un instante, ya sabía yo que veníais, je... Habéis llegado pronto.
- Había ganas - contestó Manu.
- La peña está al llegar para montar, habéis llegado propios para ayudar.
- Por supuesto - recalcó seriamente Pablo.
Entonces Pedrojo se fijó en su camiseta.
- A ver... esta camiseta tiene un pico de años ¿eh?
- Es de mi padre.
Lo que recordó a Pedrojo que muy bien podría ser el padre de aquellos dos chavales. Él tuvo una igual. Aquello, sin venir a cuento, le produjo un extraño pellizco en el estómago.
Reaccionó y se puso a leerla, hacía tiempo que no la veía, la suya la perdió aunque siempre pensó que se la habían robado; una vez y no hacía mucho, vio una de lejos en el ir y venir de la gente de un festival, y parecía nueva, por lo que pensó que volvían a hacerlas. Pero la de Pablo se notaba de las primeras, por lo raída que estaba.
'Entre la cultura y el arte
Está la sangre en la arena'
Canturreó.
- Con esta camiseta vas a caer bien, hoy ligas - dijo Pedrojo riéndose y provocando la risa en los dos amigos - Pisa Mierda tocan un tema en contra de la puta fiesta nacional, os gustará... vamos para adentro que estarás frito por ver a Mar ¿no? - dijo dirigiéndose a Manu.
- ¿Tú qué crees? - dijo mientras se agachaba a acariciar a uno de los perros que ya tenía a sus pies.
Entraron en la gran nave y justo debajo de las grandes letras de OKUPA en la gran pared izquierda, habían instalado un pequeño escenario de dos cuartas de alto con palés atados. Lo flanqueaban dos grandes altavoces. Enfrente de ellos y tras el escenario habían montado una barra con mostradores de lata como en las ferias o verbenas populares. Así se delimitaba un recinto. Delante del escenario un vasto espacio vacío, en medio de éste una mesa de control de sonido con multitud de botones, por el suelo los gordos cables que lo conectaban todo; un poco más allá la maquinaria pesada y oxidada que ocupaba todo el resto de la nave hasta el bloque de oficinas. Hacia allí se encaminaron.
- Subid vosotros, la gente está arriba, yo me quedo esperando a los grupos y al colega del sonido que estará al llegar.
Así lo hicieron, Manu estaba nervioso; al entrar en la sala encontraron a Mar de espaldas haciendo té, había otras tres personas con ella, dos chicos y una chica que no conocían, ni rastro de Darío y María. Saludaron haciendo pública su presencia. Mar de un salto corrió hacia Manu con una sonrisa en la boca, lo abrazó y le dio un beso en los labios.
- Hola - le dijo a Manu cariñosamente - tu parche fue el primero que se vendió - y volvió a besarlo suavemente.
Luego abrazó a Pablo y le dio dos besos en la cara.
Todos los malos presentimientos de Manu se esfumaron y empezó a disfrutar del día.
Les presentó a los que allí se encontraban. Mar se rio con la coincidencia, los chicos también se llamaban Manuel y Pablo, también eran músicos, guitarra y batería, un poco mayores y eran, y en eso no coincidían, pareja. La chica era japonesa y se llamaba Haiku, hablaba español con cierta dificultad y lo hizo arduamente con Pablo al ser presentados y tomando como tema la fiesta de los toros, ella no entendía cómo tantos japoneses se veían atraídos por tal barbarie. Y Pablo correspondía alagado y atontado, era bellísima y exótica. Y alguna parte de su interior le estaba diciendo algo.
Mar informó a los amigos que Loli y Blanca se habían quedado en Málaga, que estos tres subieron desde Málaga con ellos y que iban de paso a Francia. Que estuvieron con 'el Greñas' de Pisa Mierda en el Viña y que allí organizaron lo de esa noche, aprovechando que los dos grupos pasarían por Madrid, camino de Zaragoza, para participar en un festival punk en los alrededores de la capital aragonesa.
- ¿Y vosotros... qué os contáis?
- Estamos tocando en el centro para sacarnos algo de dinero para ir al Aupa - dijo Manu.
- Y se nos da bien - recalcó Pablo.
- No hace falta tanto dinero, al revés, vamos allí a ganarlo - dijo Mar.
- Sí, pero un mínimo de gasto habrá ¿no?
- Vale, pero ya veréis como no es tanto, la gasolina de Pedrojo, si os lleva y dudo que os la cobre.
Aprovechando una de las charlas de Pablo con Haiku, Mar le preguntaba a Manu por la situación en su casa.
- Bastante mal, mi madre está siempre llorando y es bastante triste; el otro día le di el dinero que había ganado en la calle. Pablo sí tiene dinero para ir, yo no.
- Y no lo vas a necesitar, cariño, créeme - dijo protectoramente.
El verse llamado 'cariño' le insufló el valor para preguntarle a la chica
- Mar ¿tú me...?
- Yo no sé nada - le interrumpió con su dedo índice sobre su boca, sabedora del final de la pregunta. Liberándole los labios posó los suyos sobre los de Manu y le susurró - algo pasará.
Y pasó que llegaron los músicos, una gran voz de Pedrojo desde el fondo de la escalera los alertó de ello. Bajaron todos; Mar, para aprovechar el viaje, les hizo bajar a cada uno con un gran paquete de latas de cerveza de una marca alemana irreconocible. El del hielo llegaría de un momento a otro, debían poner todas esas latas en barreños para venderlas a un euro, tras la desvencijada barra de lata de cuatro metros; y es qué cómo decía Pedrojo 'para que haya un bar sólo hace falta una barra'.
Y así lo canturreaba de su cosecha
'Con una barra nunca estas 'desamparao'
Ya sea a cubierto, o en un 'descampao'
En un pispas, tienes el bar 'montao''
Mientras, dejaba los paquetes de cerveza que le iban pasando detrás de la frágil estructura.
En la puerta estaban aparcadas dos grandes furgonetas, una blanca en su mitad superior y dos grandes franjas rojas abajo, era la del 'Greñas' y era una antigua ambulancia reconvertida; la otra, negra, de Kontundencia Kriminal era enorme; les ayudaron a bajar los instrumentos y los amplificadores que usarían. Pisa Mierda eran tres, Kontudencia Kriminal cuatro con una chica como cantante, en Pisa Mierda cantaba 'el Greñas', la chica, Tania, tocaba el bajo y Carlos, la batería. Todos fueron presentados a los dos amigos, el resto ya se conocían. Una vez que descargaron, montaron la batería y los micros. 'Greñas' y Pedrojo se apartaron del lio de amplificadores y chivatos para montar su puesto. Nada más entrar, a la derecha y pegada a la pared, juntaron cuatro mesas de plástico y la cubrieron con un gran paño de muchos colores. Allí expusieron su material: pulseras con todo tipo de pinchos, correas hechas con ruedas de bicicleta y cadenas de motos, parches auto-confeccionados, collares con más pinchos, utensilios relacionados con el consumo de marihuana, camisetas varias y chapas reivindicativas, muchas chapas. Había hasta cuentos de Pedrojo, muy bien encuadernados de manera casera, tamaño comics de unas pocas páginas, los había incluso de una sola, escritos por él y en auto-distribución. Tenían también numerosos cd de bandas punk de autoedición. Entre ellos, el flamante segundo disco de Pisa Mierda, el cual según palabras textuales, 'les había costado un huevo sacar' y que venderían a cinco euros. Con ellos dos estaban Mar, Manu, Pablo, Haiku y Tania, la bajista de Pisa Mierda.
- Si es que todo vale dinero, el estudio, técnicos, mezclar, arreglos... un montón de cosas - se lamentaba 'el Greñas'.
- Y menos mal que la carpeta es cosa vuestra ¿no? - preguntaba Pedrojo.
- Sí, eso es cosa de un colega, de Utrera aunque ahora está en el Puerto de Santamaría, el Carlitos - decía Tania mientras cogía el porro que le pasaba Mar.
- No hay apoyo alguno del estado a la cultura - dijo Mar.
- Y a la cultura punk menos - interpelaba Pedrojo - pero que tampoco se le quiere, nos apoyaremos entre nosotros, el estado sólo trae problemas.
- ¡Joder! con lo que yo montaba aquí - decía Mar mirando para arriba y hacia los lados en aquella inmensidad - siempre he soñado con un espacio multicultural, auto-gestionado y libre; un estudio de grabación y locales de ensayo gratuitos, una gran imprenta a disposición de los artistas; si se pudiera, se auto-financiaba con los beneficios de estos que repercutirían en el trabajo del resto; espacios de expresión de arte libre... mil cosas... pero una sola persona no puede hacerlo. Deberíamos ser muchos, todos aportan y todos se benefician. Con el suficiente número de personas esto arrancaba. Imagina que tú grabas tu disco aquí, luego se vende y de los beneficios se aportaría al proyecto, algo así... no sé.
- 'Fábrica' no tuya... más dinero para empezar, para máquina, para material 'necesitario' '¿además... si disco no vende?' - decía Haiku torpemente.
- Pues, a la mierda, como todo... persiguiendo huidizas utopías, pero la realidad no huye y te das con ella en los morros...
- ¿Oye, una birra, no? - cortaba 'el Greñas', un punki de verdad que tocaba la guitarra de una manera endiablada, y que no lucía greñas, como antaño, sino una cresta corta sin arreglar - el tercero lo grabamos aquí - proponía animando la idea de Mar.
Todos rieron, excepto Pedrojo que miraba a Mar de manera compasiva sin que ésta se diera cuenta; era la mirada de un padre preocupado por el futuro de su hija. Mar era para él un salvavidas en medio de un océano, su amistad era muy fuerte; durante los últimos cuatro años había sido bien recibido y acogido por ella. Sobre todo cuando le ayudó a afrontar sus problemas con su estancia en la cárcel durante diez meses, por disturbios y agresión a las fuerzas del orden público. Gracias a ella conservó la furgoneta y sobrevivió al salir del trullo. Y era correspondido, sabía que ella lo consideraba su amigo. Debido a la diferencia de edad, el cariño entre los dos era distinto; Pedrojo la veía como a una hija y Mar como un hermano mayor. De pronto el futuro se plantaba ante los ojos de Pedrojo; no el suyo, sino el de su amiga. Y no pintaba bien, no dejaría que nada malo le ocurriera a Mar, era lo único que tenía en la vida.
Agachó la cabeza y se dirigió a su furgoneta, en breve apareció con un litro de cerveza caliente que apuraron entre todos. En una ronda no había litro.
- ¿Estáis con ganas, eh? Aquí hace falta otra 'panzona' - decía Pedrojo mientras volvía a dirigirse a su furgoneta, entre risas y canturreando
'deja que los chicos bailen el boogie boogie'
La gente empezó a llegar hasta rondar las doscientas cincuenta personas, todo un éxito. Parece ser que muchos se conocían de antes, a la vista de los saludos y abrazos. Como todas las llamadas 'tribus urbanas' la vestimenta les delataba, el negro era el color predominante y quién no se parecía a Mar, se parecía a Darío o a Pedrojo en su forma de vestir. Así que, poco a poco aquello se llenó de matas de pelo de colores, alguna que otra cresta en punta, pulseras de pinchos, cazadoras negras y pintadas a mano, pantalones estrechos y rotos de múltiples colores, cinturones con púas redondeadas, botas estilo militar con mucho cordón, camisetas con proclamas de todo tipo y cazadoras negras con capucha.
La entrada solidaria era de dos euros, esperaban vender muchas latas de cerveza y litros de calimocho, después de las actuaciones pondrían música hasta que no hubiera nadie.
Allí no había mucha luz, tan sólo los dos focos que alumbraban a los grupos y diversas bombillas normales estratégicamente colocadas, instalarían fuera un pequeño generador de electricidad a gasolina para este menester; como en la barra y en el puesto de Pedrojo y 'el Greñas'; aquí había dos pequeñas bombillas y dos lámparas de gas de los dueños del puesto; éstas, para que se vieran bien las camisetas negras con el logo de Pisa Mierda que colgaban de la pared: una calavera enfadada, con una A dentro de un círculo tatuada en el cráneo, rodeada de alambre de espino.
Los conciertos empezaron y el 'pogo' punk se hizo presente. Todos contra todos, a empujones literalmente, arrastrados por el ritmo acelerado de la batería.
Primero Kontundencia Kriminal y su agresiva cantante, con una actitud demoledora, vociferaba contra el sistema y la gente allí congregada enloquecía. Toda la banda se entregó al máximo.
En el descanso entre bandas que se alargó a una hora, Manu estuvo ayudando a Mar a vender cervezas y litros de calimocho. Hablaban, bromeaban y reían. De vez en cuando se rozaban ligeramente y se miraban con complicidad. Mar se le quedó mirando mientras llenaba un litro de vino tinto de cartón y refresco de cola de marca blanca; a la luz de una de las dos bombillas que se había destinado a la barra, la chica se preguntaba: '¿por qué me gusta?'
Llegó el turno de Pisa Mierda y aquello explotó; el alcohol y las drogas habían cocinado al público perfecto, con un ingrediente común e imprescindible, la actitud. La banda sacó a relucir su entrega y dieron uno de los mejores conciertos de su vida. Al ritmo frenético de Carlos a la batería, el bajo de Tania y el guitarreo y gritos del 'Greñas', todos los presentes se golpeaban unos contra otros cantando las letras de las canciones con todas sus ganas.
'Toda la vida currando
Toda la vida pagando
Y todo para qué
Pa 'ná''
'El Greñas' le hacía una señal con el pulgar hacia arriba a Pablo
'Todos se reúnen en la carnicería
Para ver sufrir a un animal
Pablo se metió en el 'pogo', que se endurecía justo delante del escenario
Todos están llorando
Hoy, el que está tirado en el suelo
Es el torero'
Manu y Mar estaban detrás de la barra viendo el espectáculo en general, grupo y gente. Alguno, de vez en cuando, subía al escenario y vociferaba algo en el micro del cantante, a éste no le importaba en absoluto. Reconoció al chico del instituto que gritaba '¡fascistas de mierda, caeréis!', después lo vería saltando hombro con hombro con Pablo.
Entre el humo de toda clase de cigarros, la oscuridad parcial, el sonido atronador y el calor reinante, Manu le dijo a Mar: 'así de divertido se tiene que pasar en el infierno'; ocurrencia que la hizo reír a carcajadas y cuando esto ocurría, Manu era el ser más dichoso del planeta.
'El Greñas' terminó como siempre sudando y sin camiseta para el deleite de las chicas allí reunidas; tocaron todo su repertorio y nadie salió defraudado. Vendieron todas las camisetas que habían traído. Las suyas y las de Kontundencia Kriminal. La fiesta siguió entre el local y los coches de la gente aparcados ante el gran portón de entrada a la nave y por todo su lateral. Darío y María habían preparado un espectáculo de malabares con fuego, que fue disfrutado por todos los presentes en la oscuridad de la noche. Aunque la música seguía en el equipo, no era comparable a la sensación de una banda en directo. La gente hablaba y reía entre rayas de 'speed'; anfetamina en polvo, la droga predominante entre los punkis, aunque no se le decía que no a casi ninguna.
- En esto de la droga hay mucha hipocresía - decía Pedrojo a Manu y Pablo ya casi al amanecer y bajos los efectos de ésta - esto es cuestión de usarla y que no te use a ti, de inteligencia... como todo. Ahora os digo, que la legalización total de todas y su control evitarían muchas muertes en esta sociedad. La información total y el libre consumo.
'el veneno va en la dosis'
También tiene su parte de autodestrucción que tanto le gusta al ser humano, el 'speed' mata menos que el tabaco y que el whisky, la hipocresía que te digo está servida... y yo me voy a dormir... si puedo.
A los dos amigos este tema no le extrañaba ni escandalizaba; la drogas en el instituto estaban plenamente establecidas y ellos mismos más de una vez se habían comido alguna que otra pastilla; pero el 'speed' no lo probaron pese a los numerosos ofrecimientos que le realizaron esa noche.
Los músicos dormirían allí, entre sus furgonetas y las habitaciones. En verdad durmió todo el que se quedó allí y no pudo irse, ya fuera por quedarse colgado o por simple intoxicación etílica; allí había sitio para todos.
Manu durmió en el cuarto de Mar, en el que hicieron sitio a una amiga de ésta que se había quedado colgada. Su amiga, que tenía el coche, se fue con un chico y no volvía. Pablo durmió con Haiku.
Con el sol ya bastante alto, todo aquello se sumió en el más absoluto de los silencios, interrumpido de vez en cuando por el ladrido de los dos mastines, Martini y Bartolo, confinados, ese día por seguridad, al fondo de la nave.