La Fábrika de Utopías - Capítulo 9


Pasaron casi dos meses y faltaban apenas unas semanas para el Aupa Lumbreiras 'el Festival de la Resistencia' y la situación de Manu no había cambiado gran cosa. Ahora su madre pasaba cuatro horas por la mañana limpiando en el bingo y su padre salía, no ya de su casa sino de su dormitorio, muy de tarde en tarde. Seguía sin encontrar trabajo, no lo buscaba y Manu temía por la integridad psicológica de su viejo.

La comunicación con Mar seguía a voluntad de ésta, lo cual le provocaba angustia. En los tiempos que corrían, donde la intercomunicación entre las personas era inmediata y continua gracias a la tecnología, en este caso era infructuosa; las gentes de la 'fábrica' no tenían móviles, ni 'tablets' wifi, ni ordenadores conectados a internet. En la espera de que Mar comunicara con él; si éste quería verla, debía desplazarse a la 'fábrica' con el riesgo de no encontrarla allí. Había empezado el verano y era temporada alta de festivales y fiestas locales por toda España, eran los acontecimientos donde sus nuevos amigos se ganaban la vida montando sus puestos de artesanía punk.

El viernes antes de la semana del Festival, éste comenzaba al jueves siguiente, por fin recibió correo de 'eskorbutinaypiko', escribía:

'Hola, ¿nos vemos mañana tarde en el centro?, en la Plaza Alta, estaré con Darío y María trabajando y luego podríamos dar una vuelta, te espero... besote'

Una sensación agridulce invadió a Manu, parecía el juguete que la niña cogía cuando quería; 'al menos quiere jugar conmigo' pensaba y con eso se conformaba, entendía que la vida de Mar no era tan sencilla como la suya. Mar debía ganarse la comida de cada día, día a día y siempre en situación límite. Él sólo tenía que entrar en la cocina de su casa, algo que al pensarlo le produjo una sensación de vergüenza. Decidió que seguiría tocando en la calle para ayudar a su familia, aunque ese no fuera el deseo de sus padres. En estos pensamientos estaba cuando su madre picó en su puerta, como tenía a Eskorbuto en los auriculares a todo volumen no la escuchó, así que ella abrió la puerta de su cuarto, cosa que a Manu le molestaba en exceso.

- Pablo está abajo, ponte al telefonillo.

- ¡Joder! yo aquí pongo un pestillo.

- Tú aquí no pones nada.

Refunfuñando fue hacia el portero electrónico.

- ¡Vamos tío!... Baja.

- ¿A dónde?

- Yo voy a la Kantina, he quedado con Raúl, ¿te vienes?

Raúl era el muchacho del instituto de extrema izquierda y con el que Pablo había hecho buenas migas. Manu declinó la oferta, mintiéndole a su amigo al decirle que no se encontraba bien, que se iba a acostar. En realidad, quería estar en forma al día siguiente para ir a ver a Mar. No invitó a Pablo puesto que Manu buscaba estar a solas con ella; de venir su amigo, esto sería totalmente imposible. Darío y María eran pareja, así que tendría esos momentos de intimidad que quería.

Además, no le hacía mucha gracia la Kantina, presuntamente, local de una peña futbolera. A él no le gustaba el futbol, a Pablo tampoco, así que Manu supuso que su amigo simpatizaba con la ideología de izquierdas que allí imperaba y que dejaba en segundo plano el lado futbolístico. Él era de la misma opinión que Pablo en casi todo, lo que le hizo ver claramente que él era de izquierdas, cosa que nunca se había planteado seriamente. El tema 'política' no estaba en su mente, pero últimamente tomaba forma dada la situación familiar y sus nuevos 'amigos'.

Además respecto al futbol incluía en sus pensamientos a Pedrojo la noche del concierto en la 'fábrica': 'es la adoración a los ídolos de oro, acojonante, cada aparición suya hace más patente la diferencia de clases extrema; al final los borregos agachan la cabeza ante su verdugo, el obrero rodeado de pobreza, si no embutido en ella, pierde el culo en defensa de un niñato que monta en un Ferrari luciendo su Rolex de oro.' Tampoco entendía cómo se podía adorar con sentimiento religioso, a unos hombres por jugar como niños, cuyo único objetivo, para el que dedican su físico e intelecto, es meter una pelota en una enorme red.

'Os voy a decir lo que es' - recordaba a Pedrojo la otra noche, cuando la fiesta tocaba a su fin y el viejo punki no paraba de hablar - 'el futbol suple a las guerras; el ser humano es tribal, es manada; desde que abandonó la solidaridad que lo sacó de la bestialidad, se enfrenta comunidad contra comunidad por cualquier motivo en disputa. Necesita de verse protegido en un grupo que al final es un subgrupo de otro más grande... soy de este pueblo y no me llevo bien con el pueblo de al lado, soy de esta región y la de al lado es una mierda, este es mi país y aquí somos distintos. Y como no podemos hartarnos a ostias para decir que somos mejores, nos ganamos jugando al futbol; así alimenta el instinto de supervivencia, creyéndose superior a su rival y por tanto a salvo. El futbol apesta a nacionalismos'.

Pasaría la tarde bajando música y escuchando a Arpaviejas, recomendación expresa de Pedrojo

'Y ahora me importa una mierda

Ver que todos se han marchado

Y solito me he quedado

De la mano del diablo

Y ahora me importa una mierda

El saber lo que he perdido

Pero no sabes la pasta

Que llevo gastada en vino

Y ahora me importa una mierda'

Resonaba en los pequeños cascos, y esa canción le cuadraba a Pedrojo a la perfección. Se había enganchado a escuchar punk en español con ideología anarquista y de izquierdas en dosis sobre elevadas, al igual que Pablo, y todo por la influencia de sus nuevos 'amigos'. Que de una forma u otra era una amistad distinta, más madura, más desinteresada, más solidaria que la que pudiera tener con cualquiera de su espacio social y su consecuencia es que también era más influyente. Aquella tarde se centró también en Manolo Kabezabolo, luciendo una sonrisa perpetua en su rostro, mientras lo escuchaba, pensaba: 'a éste parece que también le gusta el 'speed''.

Cenó en su cuarto, un vaso de leche y un bocadillo de mortadela. Se acostó temprano, usaría el tiempo 'de la almohada' para pensar en ¿'su chica'?; y es que no lo tenía muy claro... al menos disfrutaría de su compañía mientras se diera oportunidad para ello.

Y como se acostó temprano, amaneció pronto. Nervioso, la mañana la pasó escuchando música en su cuarto y tocando la guitarra, aprendiendo algunos de los temas de Arpaviejas para tocarlos en la calle. Aunque en su cabeza estaba la cita. Después de almorzar se acicaló a fondo y eligió la camiseta de Pisa Mierda, que Tania le había regalado con su logo en el pecho. La acompañaría con los mismos pantalones y zapatillas de siempre.

Al salir del Metro de Plaza Alta atardecía, empezó a mirar hacia todos los lados, vio que la parada estaba en una calle adyacente y se dirigió hacia la plaza propiamente dicha; al entrar en ella, los vio de lejos acelerando el paso. Tenían un corro de personas a su alrededor y se quedó detrás de ellos, los veía perfectamente.

Estaban en plena actuación y Mar no se dio cuenta de que Manu había llegado; en ese momento realizaban un juego de diábolo pasándoselos entre ellos con mucha destreza. Luego cambiaron a los bolos que lazaban al aire y recogían en un número cada vez mayor. En medio de este juego, Mar se percató de la presencia de Manu, atisbando su cabeza entre las gentes; la miraba sonriente, esto la puso nerviosa haciendo que un bolo se le cayera al suelo; mientras se agachaba a recogerlo cruzó su mirada con la de Manu, con cara enfadada le sacó la lengua para después mostrarle una enorme sonrisa. Manu se hinchó de gozo.

Una vez terminada la actuación, recogieron la caja de cartón que tenían en el suelo como receptora de las monedas y la fueron pasando por entre los que quedaban, antes de que la poca gente se disipara. Esto ocurrió en un instante y entonces se saludaron efusivamente; esta vez Mar le dio dos besos en la cara. Para contento de Manu, Darío y María volverían a la 'fábrica' con las ganancias intactas, pensaban tener un hijo y estaban ahorrando todo lo posible. A Mar, sin embargo, no le importaba gastarse algo de lo recaudado con Manu.

- ¿Dónde vamos? - preguntó Manu.

- Ni puta idea - replicaba Mar con una media sonrisa mientras recogía una ligera bolsa de tela sobre su hombro derecho.

- Por aquí cerca debe haber algún garito.

- Vale, andemos, ya veremos.

- Oye, estáis de puta madre.

- ¿Te ha gustado?, su trabajo cuesta, no creas.

Costaba arrancar la conversación pues, de pronto, eran como dos estropajos frotándose. ¿Cómo mantener interesada la mente de una chica mayor que él cuatro años?, de pronto sentía vergüenza, necesitaba cuanto antes la ayuda del alcohol. Ella también.

- ¿Nos tomamos algo aquí? - propuso Manu.

- ¿En un bar?... ¡no! Vamos a un 'chino' y compramos un par de 'panzonas' y nos la bebemos en cualquier lado.

- Vale.

Eso era nuevo para él, había estado en innumerables botellones donde se bebía en la calle, pero siempre con mucha más gente o en coches. Nunca en medio del casco antiguo de la ciudad, solos y sentados en un escalón. Caía la noche.

- Así es mejor, se pasa desapercibido - dijo riéndose Mar mientras abría su lata de cerveza, al final optaron por este formato más discreto, un pack de seis concretamente.

-¿Dónde anda Pedrojo? - preguntó Manu dando un gran buche a la suya.

- Pedrojo... en Granada a su bola, subirá para el Aupa la semana que viene, me dijo que, si queríamos, se acercaba por nosotros. Si no, tiraría para Villena por la costa que le pilla mucho mejor.

- Si tiene que venir expresamente por nosotros que no lo haga, nos vamos en tren ¿no? es lo más lógico.

- Exactamente eso es lo que yo le dije, y me dijo: 'sea... ¿Quién soy yo para ir en contra de la lógica?'... ¡ah!... Y sabes que la lógica antes se la consideraba una corriente filosófica y que se basa en el concepto de inferencia, expresable con símbolos matemáticos, se transforma en ciencia matemática en el siglo XX y que forma aplicación inherente con la informática.

- No.

- ¡Ea! pues ya lo sabes y lo volverás a saber si le planteas el tema a Pedrojo, que no tiene Dios ni Amo pero cree en la solidaridad infinita como sustituto del primero y la lógica como lo único ante lo que se doblega. Y a bien que no lo repite veces...

Los dos rieron a carcajadas recordando a su amigo común.

- Pues la lógica dice que sumemos lo que valen los billetes de tren y calcular lo que gasta en gasolina la 'punkoneta', aplicando un margen del cinco por ciento a favor del gasto en gasolina por la comodidad en el desplazamiento...

- ¡Hey hey¡ para, para... que te 'empedrojas' - decía Mar riéndose, ocurrencia que hizo que Manu se cayera riendo del escalón del portal elegido.

- Búscame el botón del <pause> - decía mientras se volvía a acomodar.

Y Mar lo besó en los labios haciéndose el silencio por un instante. De repente había confianza. Se miraron y se sonrieron. Luego, a la par, dieron un gran buche de cerveza a sus latas acabando con su contenido. Abrieron otras dos, y charlaron relajadamente.

- Los billetes valen menos seguro, tú has visto la 'furgo' eso tiene que tragar tela - decía Mar.

- Nos vamos en tren o autobús, ya lo veremos allí. Pedrojo es un gran amigo, ofrecerse así...

- Pedrojo no tiene amigos.

- ¿Qué dices?

- Que no, que él dice que no quiere amigos; dice que un amigo es un gran conocido con licencia para traicionar, así que sólo quiere conocidos, a secas. Una de sus frases que más me ha repetido a modo de consejo es: 'que no te sorprendan la buena fe'. Si viene por nosotros es por ayudarnos simplemente, hacernos más llano el camino.

- Pues eso es lo que hacen los amigos...

- Y los que creen que Dios es la solidaridad infinita entre los humanos - apostillaba Mar.

- Creer en algo imposible, es como creer en Dios ¿no?

- Él intenta ejercerla y ya es algo tangible... algunos curas también la ejercen, está claro que los misioneros que se lo curran consiguen logros admirables, la diferencia es que si le preguntas a Pedrojo te contesta: 'a la solidaridad se llega con la cultura no por imposición de ningún ser inventado'.

Volvieron a reír y beber.

- 'El Greñas' y Tania suben desde Málaga también.

- Buena gente, Tania al final me regaló esta camiseta.

- Hacen buena pareja.

- Bueno, ahí no entro...dijo Manu receloso.

- Ven aquí...

Y cogiéndole suavemente de la nuca lo besó intensamente... con amor.

Era de noche completamente y abrían su tercera y última lata cada uno. La calle se alumbraba con la luz de farolas estratégicamente colocadas, pero que dejaban extensas zona de penumbra entre ellas. Ellos estaban en medio de una de éstas, la calle contaba con coches aparcados sólo por su lado, así se protegían de ser vistos; por el resto de la calle sólo cabía un coche en una dirección. Todas las calles de ese barrio eran iguales, se entrecruzaban en ángulos de noventa grados formando la fisonomía del mismo.

Un grupo de muchachos doblaron la esquina y se acercaban a ellos por su acera.

- La cagamos - le dijo a Manu.

- ¿Qué?

- Corre.

Pero ya los tenían encima.

- ¡Vaya! Un par de guarros haciendo guarrillos - dijo el enorme muchacho totalmente rapado.

Manu, sentado en el escalón, miraba asustado hacia arriba, a los cuatro chicarrones rapados, mimetizados con pantalones militares de camuflaje y cazadoras cortas verdes que lucían, cosidas, cruces dentro de círculos en el pecho, números 88 y esvásticas en las mangas. Luego se acordó de la medalla antinazi que colgaba del cuello de Mar.

Sin pensarlo dos veces saltó del escalón con todas sus fuerzas contra el primero de ellos, el que les había hablado, empujándolo contra los otros y contra los coches aparcados, cogió a Mar de la mano y tiró de ella.

- ¡Corre!... ¡corre!... ¡corre¡

- ¡Mierda!... ¡mierda!... ¡corre! - gritaba Mar.

Enseguida, los cuatro se lanzaron tras ellos, a lo largo de la oscura calle comiéndoles el terreno. Mar y Manu corrían con todas sus ganas. Al llegar al cruce con otra calle, un coche patrulla de la policía municipal apareció y los dos aterrizaron en su capó. Manu miró al agente que conducía a través de la luna delantera, una sensación de alivio se hizo notar en el lugar de reunión de las sensaciones, la boca del estómago.

Los cuatro neo-nazis frenaron su avance y comenzaron a correr en sentido opuesto; lo cual fue visto por la policía e ignorado. Al ver a Mar se dieron cuenta de lo que había pasado.

- Os habéis librado de milagro, chavales - dijo uno de los agentes, ya fuera del coche.

- ¿No va a perseguirlos? - preguntó Mar.

- Nos querían linchar - indicaba Manu nerviosamente.

- Seguro, mirad... vamos a ir en esa dirección, así que vosotros seguid la contraria y quitaros de en medio.

Salieron de allí a toda prisa, pusieron rumbo a la 'fábrica'. Manu llamó a su casa; para ello, en exclusiva, usaba el móvil; le dijo a su madre que dormiría fuera. Iban en el autobús, agarrados de la mano en gesto de apoyo, era una estampa empalagosa.

- Nos hemos librado de una buena con esos 'skinheads' - reseñaba Manu.

- Me has salvado de las pérfidas garras del dragón, mi caballero - le decía Mar bromeando y cariñosamente mientras le besaba la mano tiernamente.

- Has visto - se sonrojaba Manu.

- Esos son nazis a secas, los Skinheads son de izquierdas, de extrema izquierda más bien, si esto existe.

- ¡Venga ya! Que va... a esta peña le llaman Skinheads. Ultraderecha, lo contrario exactamente.

- A ver, campeón, están los dos. En el pensamiento colectivo la palabra 'skinheads' suenan a ultraderecha, pero lo cierto es que los primeros Skinheads eran de izquierdas, hijos de obreros de Inglaterra de los setenta; no sé dónde, Londres imagino, para diferenciarse de la clase alta y de los hippies niños de papa que acostumbraban a llevar el pelo largo, ellos se lo rapaban y vestían con ropas y botas de trabajo. El futbol, entre otras cosas, les unía. Por la crisis de aquellos años, la derecha fue reclutando entre ellos esgrimiendo el odio al inmigrante y muchos se pasaron. Extrema izquierda y extrema derecha unidas por el mismo nombre, curioso. Ahora, el verdadero 'skinhead' es el 'skin' antirracista de izquierdas. Por eso te digo que estos son nazis a secas. También muchos te dirán que la extrema izquierda te lleva a dictadores comunistas, y así no es el tema 'skinhead', denominarlos como 'extrema izquierda' no es exacto en absoluto, yo más bien lo veo a lo 'anarko'...

- ¡Eh, eh, eh!, que ahora te 'empedrojas' tú...

Los dos rieron descargando nervios durante unos segundos, tras los cuales se hizo el silencio.

- Y aquí tenemos el Oí y el Hardcore - informó Mar a lo Pedrojo.

- Non Servium y Escuela de Odio.

- Exacto, bueno... habría que preguntárselo a ellos...

- Lo cierto es que los extremos se tocan - decía seriamente Manu.

- Estos no se tocan, estos se matan - concluyó seriamente Mar, en su mente estaba un conocido suyo, muerto recientemente a manos de los nazis en una reyerta, los dos bandos habían quedado para pegarse.

Tras unos segundos de silencioso pensamiento.

- Oye, cuando viste que el coche era de la policía ¿Qué alivio no? - se interesó Manu.

- Pues sí, para eso están y no para romperte la cabeza, aunque... a la mierda si me hacen falta.

En el autobús de vuelta se sumergieron en el silencio que acolcha los pensamientos más profundos, en la cabeza de Manu resonaba la coplilla que Pedrojo tatareaba a menudo

'Izquierdas y derechas todos son la misma mierda

Esvásticas y estrellas sobre la misma bandera'

Sin darse apenas cuenta de la hora llegaron a la 'fábrica' y al momento estaban haciendo el amor.

Se levantó el domingo y se dedicaron a tontear; hicieron parches y pulseras para venderlas en el Aupa ayudados por María y Darío que no fueron a trabajar.

El Festival de la Resistencia estaba sólo a cuatro días.