Cesta
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Nadie era su nombre, de apellidos desconocidos y semblante invisible.
Nadie gritaba en sus silencios.
Nadie escuchaba, pero no era oída.
Nadie reía y lloraba, pero no era vista.
Nadie sentía, acariciaba y amaba.
Pero no se apreciaba su presencia.
Nadie podía ser culta o inculta, inteligente, hábil, agradable, humilde, era intangible.
Nadie era irreconocible.
y ¿Sabes por qué? porque Nadie vivía en la calle.
y ¿Sabes algo peor?
Todos llevamos a un Nadie en nuestro interior.